Prólogo.

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La corriente les arrastró a dentro de una cueva alejada del pequeño pueblo costero al que habían ido de vacaciones. La ola gigante que batió contra la playa los apartó de sus amigos; debían de estar muy preocupados.

Momoka alarga el brazo derecho buscando una roca en la que apoyarse para incorporar su débil cuerpo, cansada de haber sido arrastrada hasta allí. Lo logra, aunque a duras penas; su respiración, aún agitada, no le permite ponerse en pie. Las piernas le fallan y los brazos le tiemblan. Intenta calmarse; ni si quiera ha abierto los ojos todavía. Cae de rodillas al suelo flexionando su tronco hacia delante hasta rozar su húmedo flequillo con las manos. Traga saliva. Por unos segundos dejó de sentir su corazón alborotado, pero enseguida le volvió a latir, como si del pecho se le quisiera escapar. Se lleva una mano a la parte izquierda de su cuerpo y la agarra con fuerza; esa maldita ola sólo hizo que empeorara su salud. Está gravemente enferma, a poco más y no lo cuenta.

Momoka Hidemiki, 17 años, campeona nacional de gimnasia rítmica por seis años consecutivos y un segundo y cuarto puesto en el mundial; el segundo en equipo y el otro en individual. Tuvo que abandonar la competición por problemas de corazón. En el último nacional que disputó individualmente acabó el encuentro de cinta y, antes de saludar a los jueces, se desplomó debido a un "leve infarto", o así lo diagnosticaron los doctores. Éstos le permitieron seguir con la gimnasia, pero ella no ha vuelto a realizarla desde entonces. Nadie sabe el porqué, quizás sea miedo a volver a caer o puede que no quiera que la prensa vuelva a estar todo un año recordando su accidente y humillándola de la manera en la que lo habían hecho.

El sol, ocultándose tras las lejanas montañas, tiñe el calmado mar de naranja perlado y rojo pasión. Momoka se sienta y apoya la espalda contra la pared de la cueva. Mira hacia el exterior. La isla se ve tan pequeña y tan lejana desde allí que sólo piensa en que no va a poder volver por si sola; confía en que pronto salgan a buscarles.

Entonces se acordó. No estaba, su compañero de clase no estaba, el que la protegió cuando se quedó paralizada ante la ola e impidió que se ahogara con las fuertes y bravas aguas. La corriente los debió de haber separado.

Con una mano sobre la pared y otra en el corazón se pone en pie; aún respira aceleradamente, no le bajan las pulsaciones. Mira para todos lados pero no ve a Makoto. Quizás ya se había despertado y habría ido a buscar a alguien que les pudiera ayudar... pero a su vez no cree en que la dejara sola ante esa situación. Está preocupada. Camina adentrándose en la cueva ayudándose de la pared para avanzar. Teme por la vida de su amigo.

Cuando vino la ola ella acababa de discutir con Makoto, así que se fue sola a caminar por la orilla para despejar la cabeza. Los niños hacían castillos de arena con sus palas y los cubos; se les veía tan felices cuando no les rompía la forma al retirar el recipiente que era inevitable no sonreír al verles. Pero uno de ellos empezó a gritar cuando vio que el mar se alejaba cada vez más formando así una gran ola. La gente empezó a correr para salir de ese lugar cuanto antes. Se asustó y cogió a los niños de la mano para escapar con ellos, pero uno tropezó, así que soltó al otro y le gritó que siguiera corriendo, que ya le alcanzarían enseguida. El niño le hizo caso y corrió lo más rápido que pudo. El otro seguía tendido en el suelo; se había torcido el tobillo. Momoka lo cogió en brazos, pero no podía correr y la ola cada vez estaba más cerca.

Entonces apareció Makoto.

Él cargó al niño en su espalda, lo llevó lo más lejos posible y lo dejó a salvo para cuando la ola rompiera. Momoka, sin embargo, se quedó quieta, no supo reaccionar al verle, ni a los gritos que él le dirigía para que corriera. Se giró y vio que la ola ya estaba sobre ella. Se asustó y cerró los ojos, ni si quiera lágrimas o gritos de agonía le salían. Luego sintió que unos brazos la rodeaban y una voz dulce y calmada le decía "Tranquila, ya estoy aquí contigo. No te pasará nada. Yo te protegeré". Acto seguido la ola los cubrió por completo y los arrastró mar adentro hasta donde se encuentra ahora: la cueva.

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