Bakugou Katsuki encontraba cierto encanto en la música jazz, el ambiente bohemio y el olor a roble que solía encerrarse en las paredes de su pequeño y anticuado bar. Le jodia bastante considerarlo como algo suyo, ya que en lo absoluto le había costado esfuerzo alguno en obtenerlo desde hacía ya un año y medio; y, de no ser por la delicada salud de su padre y los deseos del mismo por mantener a flote años de trabajo duro, ya habría mandado a la mierda todo lo relacionado a ese solitario y decadente lugar.
No es que lo odiase por completo, en el fondo disfrutaba en demasía preparar las jodidas recetas de coctel que sus pretenciosos clientes solían ordenar hasta el amanecer. Para ser sincero, era el mejor de la maldita ciudad haciéndolo, preparaba los mejores putos cócteles de todos los malditos bares del lugar. Sin embargo, desde que su padre había enfermado y lo había dejado a cargo del bar, los antiguos empleados se habían mostrado renuentes al repentino cambio - y al complicado temperamento del nuevo jefe - hasta que fueron renunciando gradualmente, quedando solo un par de idiotas que le ayudaban a mantener más o menos a flote el lugar.
De vez en cuando recibía ayuda de Deku, un viejo "amigo" - o al menos el bastardo así se hacía llamar - y ex compañero de universidad, quien solía apoyarlo con la administración del bar, sin embargo, debido a la inmensa carga laboral de su trabajo principal, pocos eran los días en los que hacía acto de presencia en el lugar. Anteriormente, y en muchas ocasiones había intentado reclutar personal nuevo, pero nadie había dado con la talla, por lo que gradualmente fue desistiendo en buscar a alguien más.
La noche había estado jodidamente muerta, pese a que era viernes, solo un par de clientes habituales se habían parado en el bar. Generalmente los fines de semana solían ser bastante concurridos, pero de un tiempo a la fecha las ventas habían ido decayendo considerablemente, y la frustración e impotencia por no poder hacer algo más, le hacía hervir la sangre.
Pasaba de la media noche, hacía un par de horas había enviado a los idiotas de Sero y Denki a casa ya que no tenía caso tenerlos revoloteando por todo el maldito bar mientras esperaban la hora de cierre. El reloj de su teléfono marcaba la una veinticuatro de la madrugada. Sin duda esa noche había sido una completa pérdida de tiempo y posiblemente, dinero. Más tarde tendría que revisar las cuentas de ese mes junto al idiota de Deku.
Miró fijamente el grueso y desgastado libro que reposaba sobre la barra, si no bastaba con el maldito estrés que le provocaba el manejo del bar, aún tenía pendiente hacer el jodido dictamen, el cual tenía que estar completo para mediados de semana. Quería deshacerse de ese estúpido caso lo más pronto posible. A estas alturas ya no estaba seguro de cuál era su verdadero trabajo de medio tiempo y la realidad lo golpeó una vez más al saber que no podía ser más que un jodido Bartender. Su carrera como abogado había muerto antes de haber empezado, y de no ser por el imbécil de Deku, habría mandado seis años de estudios a la mierda. Era necio, y necesitaba demostrar que era el mejor aunque ya estuviese fuera de juego y nadie, en realidad fuese testigo de ello. Rememorar el pasado le sacaba de quicio, lo cual no era conveniente estando rodeado de decenas de frágiles y delicados objetos de cristal, suprimió el fuerte deseo de reventarlos en mil trozos mordiendo uno de sus labios hasta hacerlo sangrar.
En el fondo sabía que la enfermedad de su padre era solo una excusa de este último para mantenerlo ocupado y funcional después de toda la mierda que sucedió cuando recién concluía sus estudios. Su padre, en el fondo, sabía que su futuro estaba acabado y por ello le cedió ese lugar de escape, una jodida y patética segunda opción. Resignado, guardó el libro dentro del fino y lustroso maletín de piel que yacía inerte en el suelo, el cual había sido uno de los primeros regalos de su padre cuando él había decidido dedicarse a la abogacía. En ese entonces su padre solía estar orgulloso de él, ahora apenas y lo miraba a los ojos. A decir verdad, ya no estaba seguro de cuánto más podría seguir lidiando correctamente con toda esa mierda.
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Granate (Hiatus)
FanfictionKirishima Eijirou, de 24 años, se encuentra varado en una relación que no funciona; Bakugo Katuski, de 26 años, lidia con la constante frustración de ver cómo sus sueños son absorbidos por los errores del pasado. "Granate", el viejo y anticuado ba...