Kirishima podía sentir el cálido y titubeante roce de un par de familiares dedos deslizarse tiernamente sobre su rostro, su corazón se estremeció de genuina alegría, debido a que eran raras las ocasiones en las que su pareja lo sorprendía con esos tiernos detalles. Pese a que había despertado, se rehusó a abrir los ojos, no quería arruinar el momento, ni mucho menos hacer desaparecer la magia creada a través de las furtivas caricias.
Un par de suaves labios se posaron delicadamente en su frente, su corazón, invadido de dolor y nostalgia solo se limitó a latir velozmente causando que sus ojos se llenaran de lágrimas cálidas. Con voz afligida y quebrada, un tembloroso y dolorido "lo siento" escapó de los labios del otro. Al borde del llanto, Kirishima esperó pacientemente, con los ojos aún cerrados a que su chico se fuera.
Podía escuchar los vacilantes pasos que daba el otro, yendo y viniendo de un extremo a otro de la habitación, maldiciendo por lo bajo de vez en vez mientras se preparaba para ir al trabajo; pese a que era sábado por la mañana, las obligaciones de su novio no cesaban y de cierta forma eso lo hacía sentir mal por no poder hacer algo más por él. Fingió estar dormido hasta que estuvo completamente seguro que la puerta de la calle no se abriría nuevamente, solo así se permitió abrir los ojos y liberar las cálidas lágrimas que inundaban sus ojos desde hacía un buen rato. Su amor por ese chico a veces le resultaba doloroso.
Se concentró en observar los finos rayos de luz solar que se filtraban por los minúsculos agujeros de la desgastada cortina que cubría la ventana. Agotado, volvió a cerrar los ojos, no tenía idea de la hora que era, pero estaba seguro que de no levantarse el día se esfumaría y no haría ninguna de las cosas que aún tenía pendientes por hacer. Renuente, se levantó de mala gana, su cuerpo seguía tenso y dolorido debido a la estúpida carrera que había hecho por la noche. <<Eso te pasa por impulsivo, imbécil>>, se reprendió mentalmente.
De pie, mareado por el repentino movimiento se sorprendió al ver la habitación completamente ordenada, no había rastro alguno del desastre que había visto en la madrugada; y, por un segundo deseó pensar que todo aquello había sido solo una terrible pesadilla, pero el pequeño cesto de basura, situado a un lado de la cama con un par de envolturas rotas de condones le recordaban la triste realidad.
La culpa palpitó dentro de sí, porque pese a ser fin de semana, su chico seguramente había madrugado y hecho la limpieza para después ir a trabajar horas extras en su funesta oficina de contabilidad. Se odio un poco, después de todo él no era más que una carga inútil con la que habría que lidiar. Era un imbécil patético medio funcional tendiente a escapar en las madrugadas cuando sentía que la vida le llegaba al cuello. La vida se le complicaba cada vez más.
Un pequeño atisbo de esperanza se arremolinaba en su pecho al recordar el trato que había hecho con Bakugo, y si su chico estaba de acuerdo, tendría un nuevo empleo que disminuiría la carga económica de ambos y por ende, dejaría de ser un jodido idiota que apenas podía aportar para los gastos del hogar. Se permitió sentirse un poco feliz, ¡seguro que esas eran buenas noticias!
Sintió un enorme vacío en el estómago; recordó que lo poco que había comido lo había estampado en el bar hacía unas horas atrás, y si sus cálculos eran correctos, estaba cerca de cumplir más de 16 horas seguidas de ayuno involuntario, y dudaba de la certeza de la palabra "involuntario" puesto a que simplemente no tenía apetito. Era consciente del daño que esto representaba a su salud, pero desde que había pausado su formación como bombero seis meses atrás, ese tipo de cosas le tenían sin cuidado, pero en el fondo le dolía ver cómo perdía masa corporal y lo que habían sido sus grandiosos músculos, ahora no eran más que piel colgante y flácida.
Rebuscó entre un montículo de ropa sucia algo decente con qué vestirse, como hacía un poco de calor optó por solo vestir una camisa de tirantes y unos shorts. Al ser fin de semana, no tenía que presentarse en el pequeño y concurrido minisúper donde trabajaba, lo que implicaba que tenía que hacerse cargo de la limpieza de la pequeña casa que rentaba junto a su chico, y en la cual llevaban viviendo poco más de dos años.
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Granate (Hiatus)
FanfictionKirishima Eijirou, de 24 años, se encuentra varado en una relación que no funciona; Bakugo Katuski, de 26 años, lidia con la constante frustración de ver cómo sus sueños son absorbidos por los errores del pasado. "Granate", el viejo y anticuado ba...