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-¡¿Por qué me has traído aquí?!- gritó Perséfone, asustada por su madre, en sus tímpanos resonando su grito de angustia.

-Te he pedido en mano con tu padre- respondió Ian, Persefone se congeló por un instante, el lugar era tan diferente a lo que antes conocía.- Sé lo que piensas Persefone, pero desde que te conocí algo en mi pecho se ha encendido, quema y es por ti.

-¿Quieres calor? Pues lánzate a la lava- respondió Persefone indignada - ¿Vienes a hablarme de amor? Vives entre los muertos, tú lo has dicho, el amor le da sentido a la vida, no a la muerte.

-Entiendo, esto es nuevo, nunca me había permito sentir de la manera en que me siento por ti, pero déjame compartir mi vida contigo, déjame enseñarte que la obscuridad no es tan mala.

-Prefiero morir- culminó la chica- regrésame a mi madre

Y aunque la joven rechazaba en su totalidad a Ian, este ordenó que no le faltara nada, que se le ofrecieran tantos abrigos fueran necesarios para soportar el frío lapidario que yacía en el submundo, no soportaría que la flor más bonita de este universo muriera de tristeza.

Mientras tanto la madre de Persefone sembraba el caos en el olimpo, el invierno se hacía cada vez más crudo y difícil para los mortales que no entendían lo que pasaba.

-Tienes que entrar en razón mujer- riñó Zeus -Le he dado a tu hija un Dios, un Rey, no puedes pedir más, la he convertido en reina, una futuro diosa del inframundo, los mortales la adorarán, la riqueza de Ian es extensa, nunca le faltará nada

-No quiero una reina, quiero simplemente a Persefone, mi hija. La tierra será infértil hasta que recupere a mi hija- amenazó

-Persefone necesita un amor que no sea el tuyo, quizás Ian no es el dios más serio y sereno, pero por lo que sé, trata bien a Persefone.

La mujer se fue hecha una furia, dispuesta a hacer aún más frío el invierno para congelar aquella tierra que una vez se abrió en traición para ocultar a su hija.

-No lo sé Cerbero- Persefone abrazó una de las patas del animal, que día con día crecía más - Ya han pasado días, Ian es muy respetuoso y amable, mi madre había dicho que cualquier hombre me poseería de inmediato, que me lastimaría, dice que los dioses nunca se casan por amor. Pero veo a Ian, envuelto en mantas negras, su andar tan suave que parece flotar y es diferente, es diferente a mi padre que cambia de amante como el sol de posición, y cuando Ian me toca... Lo hace con cautela, como si fuera delicada como las alas de una mariposa, como si temiera romperme, tal vez me equivoque, pero siento amor en su tacto.- Perséfone suspiró, Cerbero giró una de sus cabezas y lamió su rostro, empapándola de saliva.- y creo que yo también estoy sintiendo algo por él, siempre siento que caigo al ver sus ojos, más azules que cualquier cielo que he visto ¿Has visto ojos tan azules?.

Perséfone se acercó a uno de los lagos y lavó su rostro, después, asustada sintió que una mano salía del agua y la tomaba del tobillo. Un alma en pena queriendo salvarse de su destino.

-¡Ian!- gritó Perséfone sintiéndose arrastrar. En segundos llegó el dios del inframundo y con un simple movimiento de su mano quemó al ser que atentaba contra la vida de la fémina. Perséfone se levantó del suelo y se acercó a Ian, abrazándolo con alivio, sintiendo sus fuertes brazos rodeando su pequeño cuerpo -Creí que no atacaban a los que vivían aquí- susurró Perséfone sintiendo la familiaridad con el que el cuerpo de Ian la rodeaba.

-Es porque tú no eres de aquí Perséfone- Ian acercó su rostro al cuello de la joven y sintió su aroma inundando su sistema- hueles a flores, primavera y durazno, todo aquí huele a muerte y sufrimiento, los ángeles no suelen bajar aquí, por eso eres tan fácil de reconocer- El hombre le sostuvo la mirada -No has bebido ni comido nada, ¿Tan tortuoso es para ti ser mi reina?

Perséfone se sonrojó, nunca había pensado en sí mismo como una reina

-No es eso, de hecho me siento diferente, me gusta pasear por aquí, hay una belleza singular en el frío, en lo obscuro y peligroso... Pero mi madre... Está sufriendo allá arriba

-No la culpo, te quiere solo para ella, te proclama como suya y odia la idea de que estés tan cerca de mí

La joven se aferró al cuello de Ian, pegando aún más sus cuerpos, sintiendo derretirse entre sus brazos observando sus profundos ojos azules.

-Es una lástima, porque no soy de ella... y si tengo que ser de alguien... quiero ser tuya

Y Persefone aceptó el amor que Ian le ofrecía sellándolo con un temeroso y dulce beso, su primer beso se lo había otorgado al dios de la muerte.

-¿Qué fue eso?- susurró Ian cuando Persefone se separó para respirar -¿Un beso? Yo te enseñaré lo que es un beso

Ian atrapó con una mano la mandíbula de la joven y tomó sus labios con los suyos, abriéndose paso de manera obscena con su lengua haciendo más profundo el beso. Y cuando Perséfone de manera inconsciente comenzaba a frotarse contra él con necesidad, Ian le dio una palmada en el trasero para que se separara.

-Por Zeus, Ian- soltó Persefone de manera sorpresiva avergonzada de lo que sus instintos carnales le habían hecho hacer

-¿Zeus? ¿Tienes fetiches paternales? ¿Me llamarás "Papi"?- bromeó el Dios, feliz como cuando Cerbero llegó a su vida, porque la eternidad se hacía más soportable si no estaba solo.

INFRAMUNDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora