-¡Que suene las campanas! ¡Enciendan las velas! ¡Que el calor de la alegría del mundo los invada!- Gritaba el duende de Villa Natividad. Las calles estaban adornadas de luces de colores, las cascadas en los techos y los arboles decorados con papeles de colores, mientras la gente caminaba por las calles impregnadas con el olor a postres y ponche de frutas. Faltaba una semana para que fuera Navidad, y todos en la aldea estaban felices de preparar los últimos detalles para que el señor Claus repartiera alegría a todo el mundo.
Los elfos y duendes preparaban algunos adornos para la aldea, cuando el joven Claus llego a una tienda de pasteles.
-¡Oh joven Claus! Un verdadera sorpresa tenerlo aquí- Exclamo el elfo que atendía la tienda con un tono bastante enérgico.
-Señor, he venido por un pastel que ha encargado mi madre, por favor- Dijo educadamente el muchacho.
-Oh si, por supuesto, lo tenemos listo desde hace una hora, por favor, entre a la cocina, mi esposa le dirá donde esta- Le dijo invitándolo a entrar más allá del mostrado, a lo que el joven agradeció y camino hacia detrás del mostrador, hacia donde se encontraban los hornos, los moldes y todos los aromas dulces de la tienda.
-¿Hola?- Dijo el joven al no ver a nadie en el lugar, de repente salió la esposa del elfo, con sus mejillas rosadas y una sonrisa encantadora.
-Joven Claus, al fin llega para recoger el pastel de su madre, creí que estaría aquí más pronto-
-Tuve que ayudar a los reyes magos con algunas cosas antes de venir, y he perdido la noción del tiempo, discúlpeme-
-Ah no te preocupes por eso cariño, vamos, el pastel esta en aquella mesa, te daré una caja para que puedas cargarlo-
-Seria de mucha ayuda, se lo agradezco-
El joven salió de la tienda y camino hacia el palacio de los reyes magos, era el cumpleaños precisamente de uno de los hijos de Melchor, y su madre había mandado a hacer un pastel para él, bueno, de hecho, ella misma había hecho uno, pero los elfos tenían una habilidad increíble para decorar, así que no había estimado en esfuerzos en aquel obsequio. El joven toco la puerta, que se abrió ante sus ojos, el palacio estaba decorado perfectamente con velas y luces, bellos candelabros de cristal resplandecían desde lo alto, los muebles y las escaleras tenían un toque de oro en sus detalles, mientras que los techos tenían pintados paisajes de todo el mundo, visitar un lugar así debería ser un deleite para los ojos de todo aquel niño, hombre o mujer, pero el joven Claus había creció entre esas paredes, además de su hogar que se encontraba al otro lado de la aldea. El joven caminaba por los pasillos rumbo a la cocina cuando vio en el balcón a la señorita Natalia, la única hija de Baltazar, quien se encontraba recogiendo copos de nieve desde el balcón, para guardalos en su vestido que resplandecía con ellos.
-Natalia, buena noche- La chica se volteo y le sonrió.
-Noel, se te ha hecho un poco tarde, ¿Fue demasiado trabajo el que mi padre y mis tíos te han puesto a hacer?-
-Para nada, lo de siempre, solo que esta vez tarde un poco más, eso es todo-
-Bueno, vamos, te acompaño hasta el comedor, después de todo, yo también debo ir allí- Y la joven bajo de ahí con mucha elegancia, su vestido ahora estaba lleno de copos de nieve que no se derretían, Noel comenzó a caminar junto a ella.
-¿Seguro que no fue nada pesado? Porque de ser así, tal vez debería pedirles que no sean tan rudos contigo- Soltó de repente la joven Natalia.
-Para nada, creo que es bueno saberlo, después de todo, el conocimiento que me dan es para que yo esté preparado para ayudar a mi padre en el futuro- Le contesto Noel.
-Solo prometeme que no engordaras ni te dejaras la barba, se ve horrible- Dijo Natalia haciendo una mueca pero riéndose.
-Tus tíos y tu padre también tienen barba, ¿ellos son feos?- Dijo Noel divertido por el comentario, solo Natalia podía decirle feo a su padre, a Santa Claus sin que nadie dijera nada, incluso sonando adorable.
-En tu padre, en mis tíos y en mi padre se ven bien, en ti no pienso lo mismo, considero que deberías quedarte como estas- Carcajeo Natalia.
-Tal vez porque no te has acostumbrado, pero sé que me veré bien, es casi un hecho-
-Bien, después de todo, tenemos toda una vida para averiguarlo-
Los dos llegaron al comedor donde ya todos estaban listos, se encontraban los 3 reyes magos, Gaspar, Melchor y Baltazar, junto a ellos estaban sus hijos, entre ellos el lugar donde se sentaría Natalia, la única mujer descendiente de los reyes junto a su hermano Baltazar, en el otro extremo de la mesa estaban a señora Claus, con su segundo hijo, Gabriel, hermano de Noel, y el propio Santa Claus.
-Buenas noches, tía Sinaí, tío Nicolás – dijo sonriente Natalia, para después mirar a el segundo hijo y borrar su sonrisa- Joven Gabriel- dijo para después dirigirse a su asiento sin prestarle atención a la mueca que le hizo Gabriel.
-Madre, padre, hermano, y reyes magos, lamento mi tardanza- Se disculpó Noel.
-Descuida hijo, adelante, toma siento y comencemos la celebración del cumpleaños de nuestro amigo Ángel- Dijo el señor Nicolás. Todos se sentaron mientras de repente la mesa se llenó de pasteles, dulces, comida dulce y bebida para todos los gustos. Y comenzó una velada llena de alegría, donde la paz reino; nadie se imaginaria que el destino preparaba unos días llenos de angustia y tristeza para uno de los jóvenes hijos en aquella mesa.
Hola, aquí la autora
¿Quién es mas popular en su país, Santa Claus o los Reyes magos? Cuénteme.
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Un muñeco de nieve llamado Noel
RomanceDurante los festejos de Navidad uno de los hijos del gran jefe rojo llamado Noel se ve envuelto en una maldición que le permitirá vivir en carne propia la dulzura y la esperanza de una chica que no tiene nada mas que ofrecer mas que amor y cariño. A...