Capítulo 2: Una noche fatal

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Después de la celebración, todos fueron a sus habitaciones a dormir, los reyes habían invitado a Nicolás o quedarse con su familia en el palacio, a lo que él había aceptado sin siquiera dudarlo. Sin embargo la única que no estaba contenta con ello era Natalia, que seguía en una especie de guerra no declarada con Gabriel a quien también pareció molestarle la idea de quedarse en el palacio de los reyes magos, el único mediador entre esos dos era precisamente Noel, pues por alguna extraña razón podía hacer que los dos dejaran de pelear con solo pedirlo, una extraña habilidad que tanto su padre Nicolás como el rey mago Baltazar agradecían.

-¿Por qué siempre están peleando?- Noel comenzó a interrogar a su hermano.

-No lo sé, desde que la conozco siempre me ha tratado de mal manera, esa chiquilla mal criada-

-Shhhh Gabriel por favor, estas en su casa- Dijo Noel preocupado de que el rey mago pudiera haberlo oído.

-Lo siento por mi tío Baltazar y por el pobre que sea su esposo, soportar a esa niña consentida será un verdadero milagro- Gabriel entro a su habitación pero justo cuando iba a cerrar la puerta Noel puso su pie para evitarlo.

-Creo que deberías tratar de llevarte mejor con ella, sé que puedes conseguirlo- Le dijo muy calmadamente pero su expresión se veía afligida con un ligero aire de esperanza, Gabriel solo miro hacia atrás y cerró la puerta. Noel suspiro y también camino a su cuarto. Las luces se apagaron, la luz de la luna resplandecía en lo alto, todo se llenó de paz, la nieve caía lentamente y el aire estaba fresco, todos en el palacio dormían tranquilos al igual que los habitantes de la aldea que seguía iluminada por las cascadas de luces y solo se escuchaba el pequeño ruido de una melodía navideña proveniente del árbol que se encontraba en el centro de la plaza.

De repente, las nubes cubrieron la luna, el aire se tornó de ultratumba, las sombras comenzaron a apoderarse de todos los rincones, las velas con su poca luz se apagaron, mientras que sombras con aspecto de gigantes comenzaron a descender de una nube que comenzó a lanzas relámpagos que hacían temblar los huesos. En pánico se apodero de la tranquila aldea, muchos duendes y elfos salieron de sus casas para ver lo que ocurría, pero fueron muchos más lo que decidieron no hacerlo y refugiarse en sus casas.

Un elfo entró en el palacio con una cara de preocupación que no podía ser descrita.

-¡PROBLEMAS! ¡LA OSCURIDAD SE HA APODERADO DE LA ALDEA!- grito con todas sus fuerzas, y así todos salieron a ver lo que sucedía, primero salieron los reyes, que en el pasado habían sido entrenados con la espada, tomaron los abrigos para protegerse del frio y desaparecieron en la entrada del palacio para aparecer en la aldea que se encontraba sumergida la penumbra. El gran jefe Nicolás Claus salió de su habitación mientras que sus dos hijos se le acercaban.

-¿Qué ha ocurrido?- pregunto un consternado Gabriel. Su padre no le contesto y en cambio se dirigió a su hijo mayor.

-Ve con tu hermano hacia la habitación de los hijos de los reyes, Natalia y el hijo menor de Melchor se han quedado aquí, los demás han partido, tu madre ha ido con ellos ¡no los dejes solos por nada del mundo!- Dijo su padre al instante en el que desaparecía en una tormenta de nieve. Gabriel y Noel obedecieron las indicaciones de Nicolás y corrieron a las habitaciones, entraron en cada puerta para encontrar habitaciones vacías, hasta que escucharon un llanto proveniente de un cuarto en la torre donde se encontraba Natalia, la esposa de Nicolás Sinaí cargando al hijo menor de Melchor llamado Joel. Cuando los dos entraron en la habitación Natalia iba a golpearlos con un jarrón de flores que estaba por ahí.

-¡Oye tranquila!- Dijo Gabriel protegiéndose la cabeza mientras Natalia controlaba su brazo, queriendo pegarle.

-¿Están bien?- pregunto Noel al entrar, su madre estaba cargando a Joel quien estaba medio dormido, pero además de ellos había una mujer elfo que tenía con ella un biberón que estaba enfriando para darle al pequeño. Natalia y Gabriel se miraron preocupados ante la situación, y para calmarlos, Noel decidió que lo mejor era esperar en las habitaciones de la parte sur del palacio, donde sería difícil que alguien entrara.

-Por favor enciende la chimenea- Dijo la señora Claus a la mujer elfo quien con un pequeño chasquido de dedos logro encender la chimenea. Natalia le dijo a los duendes que fueran a los pasillos debajo del palacio y abrieran sus puertas, ya que muchos aldeanos probablemente habrían utilizado esa vía y se encontrarían atascados.

-Con todo esto, olvide los pasillos subterráneos que conectan a la villa con el palacio- Dijo bastante triste, pensando que los aldeanos estarían muy asustados.

-Deberíamos ir a ayudarlos- Dijo Gabriel- Noel iba a contestarle pero Natalia se adelantó.

-Aunque pudiéramos ir, no tenemos la fuerza ni la magia suficiente como para enfrentar a lo que sea que este allá fuera- Natalia se veían molesta también, y por un momento, los dos compartieron ese sentimiento de frustración tan espantoso que los hacia llorar de enojo.

Noel les dijo en el tono más calmado que pudo, aunque le temblaba la voz y sus manos.

-Vamos, vayamos a las cocinas a ver si podemos hacerles algo de comer, un té para calmar los nervios, además, nuestros padres estarán ya encargándose de expulsar a lo que sea que este allá fuera, volverán pronto- Los demás se vieron un poco menos molestos, la señora Claus miraba a su hijo con orgullo mientras comenzaban a caminar, la mujer elfo se quedó atrás con el niño Joel y los otros hijos de los reyes magos. Mientras caminaban por el patio que dividía la parte norte y la parte sur del palacio, una extraña criatura con alas envuelta en llamas moradas descendió del cielo rompiendo plantas y una fuente que estaba ahí.

-¡CORRAN!- grito Noel, Natalia tomo a la señora Claus de su mano y la guio adentro del palacio, mientras que Gabriel y Noel trataban de evitar que la bestia se acercara a ellas creando espadas de hielo y flechas que le aventaban para llamar su atención.

-Gabriel, ¡ve con ellas!- le dijo Noel mientras creaba una espada nueva.

-Ni lo pienses, ¡no pienso dejarte solo!-

-No fue una pregunta- Dijo Noel al instante en el que creaba una especie de camino de hielo hasta lo alto de un balcón donde se arrojó a la cosa alada. Gabriel no tuvo más remedio que ir con su madre y Natalia hasta los balcones de arriba para tratar de ayudar a su hermano. Pero era demasiado tarde.

La bestia tomo a Noel con su lo que parecían ser unas garras y se elevó por los cielos alejándose de ahí sin que nadie pudiera hacer nada.

-¡SUELTAME!- grito Noel con la poca voz que le quedaba, ante su sorpresa esa cosa le respondió con una voz que parecían ser miles en una.

-¿Crees que defiendes la paz? Eres tan débil que no puedes protegerte a ti mismo, ustedes no protegen la paz, este mundo se pudre mientras ustedes viven de sus esperanzas, y solo les dan juguetes a cambio, ¿qué clase de alegría es esa? Por eso, hijo de San Nicolás, te condeno a vivir en tu propio cuerpo la fragilidad de la esperanza y la vida- Cuando termino sus palabras, un destello blanco envolvió a Noel quien grito de dolor, lo siguiente que se vio fue a la criatura soltar lo que tenía, y este cayo y cayó hasta aterrizar junto a un bosque cerca de un aldea humana. 




Un muñeco de nieve llamado NoelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora