El regreso de Snape

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Capítulo 13

El regreso de Snape

Cuando los estudiantes se dieron cuenta de que el profesor Snape había vuelto a la normalidad, hubo una clara decepción. A muchos de ellos les había llegado a gustar el pequeño Snape, especialmente después de los eventos entre él y la profesora McGonagall. Ahora los alumnos se estaban preparando para otra semana de clases antes de las vacaciones de Navidad y no esperaban con ansias la clase de Snape.

Varios estudiantes ya se habían enfrentado a su ira, con puntos reducidos y detenciones por razones ridículas. Sin embargo, la mayoría de los Slytherins fueron castigados todos los días durante una semana por mantener en secreto el plan de Draco, lo que llevó a la señorita Granger a ser hospitalizada. También tenía planeado darle detención al sr. Weasley, así como a varios otros estudiantes, por lo que habían dicho cuando era un niño pequeño, aunque Ronald Weasley recibiría un castigo por mucho más que palabras.

El profesor Snape entró en el Gran Comedor y ocupó su lugar en la mesa de profesores, contento de finalmente poder estar en el lugar que le pertenecía y no entre los Gryffindors y en una silla alta de bebé.

Tan pronto como el profesor Snape se sentó, frunció el ceño a los estudiantes que lo miraban, que era prácticamente todo el Comedor. Inmediatamente apartaron la mirada y Severus empezó a tomarse su café. Miró alrededor y sus ojos se posaron en la sabelotodo de Gryffindor y se dio cuenta de que no se veía tan alegre como solía estarlo, también notó que miraba continuamente al lugar junto a ella, donde él se había sentado cuando era un niño. Cuando ella volteó hacia su mesa, sus ojos se cruzaron y el rostro de Hermione se puso de un bonito color rojo. Él sonrió interiormente, sabiendo que ella no olvidaría pronto el beso que compartieron.

Era momento de que su plan comenzara. Le dirigió una mirada fría y apartó la mirada de ella, fingiendo no notar la expresión de dolor e incertidumbre de su rostro. La siguió observando a través de su mirada periférica, mientras ella volvía a su desayuno. Sin embargo, lo que captó su atención, fue la mirada fija de Minerva McGonagall.

-¿Qué?

-¡Sabes perfectamente "que" jovencito! No creas que he olvidado lo que dijiste. Ya no eres un niño pequeño, Severus, y soy libre de darte una paliza - gruñó. Severus sólo arqueó una ceja.

-¿En serio? Dime, ¿qué te hace pensar que permitiría tal cosa? - dijo arrastrando las palabras, notando que Albus estaba detrás de Minerva, tapándose la boca para contener su risa. Remus y Poppy se podían ver en el otro extremo de la mesa haciendo lo mismo.

-¡No lo dejaré pasar, Severus! No puedo creer que me faltaras al respeto frente a los estudiantes. Necesitas aprender a respetar a tus mayores - espetó. Varios alumnos no pudieron evitar voltear a mirarlos cuando los escucharon.

-Y ciertamente eres mayor - se quejó, sorbiendo su café.

-¡Escuché eso! - gruñó - ¡Te voy a hechizar y te dolerá hasta la siguiente semana!

-Minerva, deberías relajarte. No quisiera que te lastimes la espalda o empieces a toser bolas de pelo por el esfuerzo - dijo Severus en un tono aburrido.

-Hasta aquí - espetó Minerva y se levantó.

Severus no perdió el tiempo, saltó de su silla y salió corriendo por la puerta de profesores. Podía escuchar los pasos de Minerva resonando en el pasillo mientras lo perseguía, maldiciendo y gritando. También se podía escuchar a todo el Comedor en carcajadas.

-¡Albus! ¡Detén a la loca! -gritó mientras evitaba sus maleficios.

Abus escuchó a Severus por los pasillos y empezó a reír tanto que estaba llorando. Odiaba admitirlo, pero le encantaba ver a Minerva cuando estaba enojada, y era agradable que esta vez su ira estuviera dirigida a Severus en lugar de él.

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