Capítulo 3

257 24 0
                                    



Tobin había esperado regresar a Nueva York el lunes. Desgraciadamente, Alex se había mostrado decidida a quedarse en Winding River durante dos semanas. Tobin había esperado que su insistencia terminara por convencerla para que hablara con ella, pero, evidentemente, era muy testaruda. Tal vez por eso no se había rendido a lo inevitable y había cerrado el café.

El domingo, había cumplido su palabra. Se había mantenido alejada de ella, aunque no se había podido resistir a darse un paseo por el parque en el que se celebraba el picnic. Alex había estado jugando al béisbol todo el tiempo. No la había visto tan relajada desde que habían llegado a Winding River.

Tobin lamentaba ser responsable por el eterno ceño que tenía en el rostro, pero sentía que debía realizar su trabajo, tanto si le gustaba como si no.

Dado que parecía que iba a tener que quedarse, decidió llamar al bufete para que asignaran sus casos a otros socios o que los aplazaran hasta su regreso. Sin embargo, mientras marcaba, ya estaba empezando a temer el tercer grado al que le iba a someter su secretaria.

—¿Ha conseguido hablar con ella? —preguntó Lydia, con cierto retintín.

—Sí, ya he hablado con ella —replicó Tobin, con voz impaciente— ¿Cómo van las cosas por ahí? ¿Se sabe algo del paradero de Rinaldi?

—Nada. Flynn dice que ese tipo se ha desvanecido. Probablemente, ahora ya está tostándose en alguna playa de las islas Caimán.

—Es completamente posible. ¿Cómo va el restaurante? ¿Has estado allí?

—Anoche, estaba a reventar. Lo comprobé yo misma. La ayudante de Alex está haciendo que todo funcione a las mil maravillas. La ternera estaba deliciosa, como siempre.

—¿Te pagué yo la cena?

—No, pero ahora que lo menciona, creo que es una idea estupenda. Después de todo, parece que estaba espiando para usted.

—Si eso es lo que estabas haciendo, no creo que se te dé muy bien. No me has contado nada que me sirva, Lydia.

—Porque no hay nada que contar. Lo único que puedo decir es que es una pena que ese canalla pudiera poner en bancarrota un restaurante tan bueno.

—¿Se sabe ya que Bobby ha huido de la ciudad?

—No estaba en ninguna de las columnas de sociedad y Deidre, la ayudante de Alex, se comporta como si todo fuera completamente normal. Si se sabe algo sobre sus problemas, no ha llegado a mis oídos. ¿Sabe una cosa? Creo que si dejara de molestarla, Alex podría mantener abierto el restaurante y poder pagar el dinero que Bobby robó. No es que deba hacerlo, me parece a mí, pero supongo que alguien está obligado compensar a los inversores. ¿Por qué no le da una oportunidad?

—Si es tan culpable como su socio...

—No lo es —replicó Lydia, sin dejarle terminar— Ojalá utilizara ese instinto que tan famosa le ha hecho con ella. ¿Ha estado con ella? Si lo ha hecho, estoy segura de que se habrá dado cuenta de que no es ninguna ladrona.

«Tal vez no», pensó Tobin. Sin embargo, no estaba dispuesta a darle a su sabelotodo secretaria la satisfacción de admitirlo.

Además, le quedaba la intrigante pregunta de cómo se las estaba arreglando Alex para mantener a flote el restaurante ella sola. Aun asumiendo que no tenía nada que ver en la estafa, tendría que estar resintiéndose económicamente.

Una vez más, Amy Williams probablemente tenía unos buenos bolsillos. Aunque Alex había insistido en que no iba a dejar que sus amigas cargaran con sus problemas, tal vez le había mentido y Amy la estaba ayudando a capear sus dificultades económicas.

¿Culpable o Inocente? (Cinco Amigas 03)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora