No hubo ninguna duda al respecto de dónde se iba a celebrar el banquete de bodas. Tony y Francesca empezaron a prepararlo el día en que Tobin y Alex les dieron la noticia de que se casaban. Dado que aquel día había llegado, Tony había prohibido a Alex entrar en la cocina.—Yo lo haré. Tú no tienes que preocuparte, cara mia.
—Pero podría ayudar. Además, soy la novia. ¿No debería yo tener opinión sobre cómo es el pastel, al menos?
—¿Es que no crees que mi Francesca sepa cómo agradarte?
—Claro, pero...
—Vete. La boda es dentro de una hora y debes estar muy hermosa.
—De acuerdo, de acuerdo —dijo, aunque estaba segura de que una hora no iba a mejorarla mucho. El calor del verano ya le había rizado un poco el cabello y terminaría por estropearle el maquillaje.
En cuanto salió del restaurante, se vio rodeada por las componentes del Club de las Cinco Amigas.
—Les llamó Francesca, ¿verdad?
—Sí —respondió Julie— Nos dijo que le estabas estorbando.
—Eso es mentira. Tony ni siquiera me dejó entrar en la cocina.
—Esta es una comida que no vas a preparar tú —insistió Ali— Además, como damas de honor, es nuestro deber asegurarnos de que estás vestida y que llegas a tiempo a la iglesia. No querrás dejarnos en mal lugar, ¿verdad?
—Estás nerviosa—le dijo Syd, que parecía más callada que de costumbre.
—¿Cómo lo sabes?
—Es que a nosotras nos pasó lo mismo —respondió, intercambiando una mirada con Ali.
—Confió en nosotras. Vas a ser muy feliz. Tobin se encargará de ello.
—Ya lo ha hecho —afirmó Alex.
—En ese caso —dijo Julie— no tienes nada de que preocuparte, ¿verdad? Vayámonos a prepararte. Aquí tengo una lista. Si la seguimos, llegaremos a tiempo.
—Espera cuando te toque a ti —le advirtió Alex, riendo—No vamos a tener piedad contigo.
—Yo digo que será este otoño —anunció Amy.
—Con toda seguridad antes de Navidad —añadió Ali.
—Oh... —susurró Julie.
—Mira, Julie —dijeron todas a la vez— Ya no engañas a nadie, así que ríndete. Press y tú son las siguientes.
Al ver a todas sus amigas a su alrededor, Alex sintió que la felicidad la embargaba. Se sentía muy feliz de volver a estar con ellas y esperaba no volverlas a perder nunca más.
—Oh, no —advirtió Syd—Está a punto de empezar a llorar. Detente enseguida. No puedes casarte con los ojos rojos e hinchados.
—A Tobin no le importará —susurró ella.
—Tal vez no, pero a ti sí cuando, dentro de unos años, mires las fotos de boda —comentó Amy—Créeme, yo sé lo mucho que puede molestar una mala foto.
La llevaron a la iglesia y la vistieron. Cuando terminaron, solo quedaban cinco minutos, que Alex pasó con sus padres. Los dos estaban radiantes de felicidad por el hecho de que esperaban ser abuelos muy pronto.
—¿Cómo crees que se siente al respecto la madre de Tobin? —le preguntó su padre—No me imagino que la alegre mucho. Nunca he visto a una mujer tan decidida a quitarse por lo menos veinte años de encima.
—Supongo que se adaptará —dijo la madre—¡Si no lo hace, así podré tener esos preciosos niños para mí sola!
En aquel momento, alguien llamó a la puerta.
—Creo que todo está listo —anunció Syd—Tobin está paseando de un lado para otro, con aspecto muy impaciente.
—En ese caso, no la hagamos esperar más —afirmó Alex, abriendo la puerta de par en par.
Tobin se había puesto demasiados vestidos, pero estaba segura de que aquel iba a ser el más difícil de llevar.
—Estate quieta —le dijo su madre, desde el banco en el que estaba sentada.
Aquellas palabras le hicieron sonreír. Las había oído cientos de veces cuando era niña. Resultaba agradable saber que algunas cosas no habían cambiado.
Por fin, la música empezó a sonar.
Sydney, Amy, Ali, su hermana y Julie ejercían de damas de honor.
Finalmente Charlie iba lanzando pétalos de rosa por el pasillo mientras sonreía a Tobin.
Cuando la música se detuvo, Tobin sintió que se le hacía un nudo en la garganta. Al ver que Alex aparecía del brazo de su padre, sintió que el corazón se le desbocaba. ¿Cómo había podido tener tanta suerte? Era la novia más hermosa del mundo.
—Te amo —susurró, cuando Alex llegó a su lado.
—Eso espero —replicó ella, aunque tenía los ojos llenos de alegría.
Cuando llegó el momento de intercambiar los votos, Tobin dejó atónitos a todos con sus palabras.
—Desde el momento en que te vi, supe que eras una ladrona.
La única que no se sorprendió fue Alex, que la observaba solemnemente con los ojos llenos de amor.
—... Me robaste el corazón —añadió, provocando un suspiro de alivio entre los asistentes y una sonrisa de Alex— y cuando traté de recuperarlo, te aferraste a él y me enseñaste lo que significa compartir el amor y la amistad. Hoy, estoy dispuesta a entregarte mi corazón de buena gana, porque sé que lo guardarás para siempre.
Cuando terminó de hablar, Alex tenía los ojos llenos de lágrimas, que se limpió apresuradamente mientras ella misma emitía sus votos.
—Conozco el valor de lo que me estás entregando, porque sé lo difícil que ha sido para ti superar las dudas que tenías al principio. La desconfianza puede destruir una relación o hacerla más fuerte y creo que la nuestra es más firme por el modo en el que comenzó. Me pasaré la vida demostrándote que me merezco tu confianza y dándote todo lo que mi corazón tenga para compartir. Mi familia, mis amigos, el lugar en el que nací y, sobre todo, mi amor.
En el momento en el que el sacerdote las declaró esposa y esposa y bendijo su unión, Alex levantó la cara para que su esposa la besara. Tobin cubrió los labios de su esposa con los suyos y saboreó cada segundo de aquel beso, como lo había hecho la primera vez, en aquella tórrida tarde de rodeo.
Cuando la soltó, todos los invitados irrumpieron en risas y aplausos.
Alex sonrió.
—Supongo que estamos destinadas a darles algo de qué hablar —dijo.
—A mí no me parece mal. ¿Y a ti?
—En cualquier momento, en cualquier lugar.
—¿Para siempre?
Alex volvió a besarla, un beso lento y apasionado que llegó al corazón de Tobin.
—Para siempre —susurró.
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¿Culpable o Inocente? (Cinco Amigas 03)
FanfictionAlex Morgan estaba huyendo de sus problemas y necesitaba el apoyo de sus viejas amigas. Pero parecía que los problemas la habían seguido hasta su casa de Winding River. La abogada Tobin Heath había seguido su rastro desde la ciudad y no tenía la...