Soy Anya Graycross

269 27 4
                                    


Estoy sentada una vez más en las misma silla de todos los días vistiendo una única tela naranja (el mismo uniforme con el que nos vestían en la correccional), pero esta vez no hay esposas, debe ser porque a como dice el imbécil frente a mí, esta es mi última oportunidad.

-Le has colmado la paciencia a los altos mandos, pestilencia. Sino sueltas algo justamente ahora, morirás-

Escucho una y otra vez las advertencias de este tipo pero no surten efecto sobre mí, no me da miedo, no siento nada, no he dicho nada, he permanecido callada con una sonrisa de lado y los ojos cerrados aparentando escuchar, aunque realmente solo entendía que hoy sería mi último día de vida. Eso era todo. 

En vez de escucharlo, por mi cabeza pasaron varias cosas, varios recuerdos. Mis padres y yo en navidad, abriendo regalos y disfrutando de las galletas echas por mamá. Después, el horrible recuerdo de las bombas atómicas y la guerra, mamá diciéndome que África ya no existía. Las muertes de mis padres frente a mis ojos, la sangre que manchaba mi cara en el reformatorio por los asesinatos que cometía a los compañeros con los que el día anterior había compartido el pan. El incendio donde terminé por perderlo todo. El hombre entre las llamas, mi ira hacia Fuego Nórdico y mi plan para destruirlo todo desde dentro, cosa que se había ido al carajo después de conocer a V. 

V, el no va a venir lo sé, por el bien común vale más una nación entera que mi vida, eso es más que obvio. Nunca antes tuve tantas ganas de hacer el amor con alguien más que no fuera él, me había enamorado de un perfecto desconocido, ¿Estocolmo?, no lo sé, pero lo que si sé, es que de alguna forma era el único ser en el planeta con el que me había sincerado con respecto a mi pasado y mi verdadero yo. Y él lo había entendido todo, me había entendido y sabia perfectamente como actuar para hacerme sentir mejor. Aunque en ocasiones quise golpearlo por su falta de tacto.

Valerie, quien tras su nota me dio el valor para hacer de lado mi miedo a morir y dejar de llamarme sobreviviente. Yo solo soy yo, mi alma, mi corazón, mi pasado, todo eso soy yo y nada ni nadie me lo puede quitar.

-...te ejecutaremos ahora mismo, pestilencia- es lo último que escucho de la voz de ese malnacido.

-Graycross- susurro sonriente.

-¿Que dijiste, pestilencia?- pregunta con tono severo.

Levanto mi mirada divertida y se lo espeto en la cara.

-Soy Anya Graycross y me importa un bledo la bala en mi cabeza, dispara, no diré absolutamente nada, matame no te detendré, pero te aseguro que en cuanto mueras te estaré esperando en el infierno para regresarte todo lo que me has hecho tú, imbécil de mierda- 

Eso fue la gota que derramó el vaso, y creo que mis últimas palabras. Esta bien, no tengo miedo, todos mis seres queridos han muerto frente a mí, ahora es mi turno de hacerlo.

-Si es así- es lo único que dice el tipo mientras se pasea por detrás mío, estoy esperando la bala en mi cabeza mientras miro al frente, y en cuanto suelto lo que creo mi ultimo suspiro. 

Escucho como la puerta se abre, y después, nada. ¿Qué carajos?

...

No escucho nada, la puerta esta abierta dando hacia ese pasillo blanco completamente iluminado, ¿acaso es una trampa?, en cuanto salga ¿me dispararan?...

...Bueno, si moriré no pierdo nada saliendo de la habitación.

Me levanto con débiles pasos usando las pocas fuerzas que me quedan. Arrastro un poco los pies, pero recargándome en la puerta, puedo moverme mejor. 

V de Vendetta: Secondo MundusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora