Hoja caída.

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Ella era la última hoja

que, en otoño, se desprendía;

la que se quedaba sola,

para no romper su rutina,

colgando de aquel que veía

como su salvavidas,

pero que, en realidad, era

la bala que se disparaba

para darle al oponente

el golpe que disminuyese

su pulso hasta hacerlo

tan inaudible como el eco

de sus pasos alejándose, lo era

ya.

Así que, aquel que ella pensaba

que era su salida de emergencia,

rompió aquel hilo

del que ella pendía,

dejándola a merced de un viento

que, cómo no,

a caer la llevó

allí donde no descansaban

el resto de hojas

para amortiguar su caída,

allí donde solo existía

la melodía melancólica

de su risa perdiéndose en la lejanía,

encontrando su muerte

en una tumba a kilómetros

de la suya,

en una lápida que llevaba grabado

el nombre de su supuesto ángel

de la guarda,

de su supuesto salvavidas.

Ella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora