Coma.

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Ella era la coma que se balancea

entre una palabra

y otra buscando que alguna de ellas

la sostenga impidiendo que caiga.

Era las dos comas

que se le formaban,

cuando falsamente sonreía,

en ambos extremos de su boca.

Pues, cuando la sonrisa

aparecía sin ser forzada,

lo que se le formaba en sus mejillas sonrojadas,

eran dos hoyuelos perfectos para naufragar.

Era una coma

de esas que tienen forma

de gatillo, del arma mortal

que, a ella, le gusta usar como metáfora.

Imagínatelo, su pobre corazón expuesto

al perder su capa

de protección

en manos equivocadas.

Él ante ella sosteniendo

la pistola, sin que el pulso

le tiemble ni una milésima,

calculando el momento justo para disparar.

Ella cree que no será capaz

de matarla,

aunque, algo en su interior,

teme lo peor,

pues sabe que todo aquel

que entra en su vida,

es para causar,

como mínimo, un desorden.

El gatillo se aprieta

y ella siente el impacto de aquella bala

como si fueran doscientas

concurriendo en el punto central

del pequeño órgano vital

cuyo latir va perdiendo

ritmo entre ruegos en vano

para que no la abandone,

para que se quede

a curar sus heridas

nuevas, y reabiertas.

Pero, qué va,

está sola una vez más,

al igual que lo está la coma,

al final de cada verso, situada.

Ella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora