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Sus lágrimas frías chocaban contra el verde césped del prado.

No, no sabía como o cuando había llegado a ese lugar pero sí sabía quien lo había mandado.

Con el alma rota y con sus alas negras, se puso de pie.

Antes eran poderosas, símbolo de libertad que lideraban inigualables cruzadas contra el príncipe de la obscuridad, que destrozaban demonios a diestra y siniestra, pero al mismo tiempo eran blancas y puras, tan suaves como nunca ningún humano podría imaginarse.

Tan sublimes como su portador, Mew Suppasit.

El Arcángel Suppasit o como se le conocía en el mundo humano, Miguel.

El Arcángel más poderoso, él más protector, lider y de valentía ilimitada.

Pero nadie sabía que tenía un corazón dispuesto a amar y ser amado aunque fuera prohibido porque entre ángeles, todos eran sus hermanos y hermanas, hijos de María y José, dos seres similares a Dios pero al final de cuentas, no eran Él.

Eso los convertía en medios hermanos de Jesús, ¿no? Pues no, porque nunca podían dirigirse a él a menos que Dios lo autorizara, porque era su sucesor y el dueño de todo.

Se enamoró y ese fue su error.

Podrían decir que Dios era benevolente en cuanto amor se trataba, ¿no? Claro que no, por favor, ese tipo sólo una vez en su vida amó y ella murió al dar a luz a aquel ser.

Pero, ¿quien lo podía culpar? Aquellos ojos marrones, su piel morena y sus labios en forma de castaña eran la tentación de hombres, demonios y ángeles.

Sus suaves cabellos marrones caían en delicadas ondas sobre sus ojos, aquellos que te miraban con amor y benevolencia, que siempre perdonaban todo; Su rostro era digno de admirar, pues al final era el cuarto hijo de Dios.

Gulf Kanawut, ese era su nombre.

Viviendo de manera humana con solo veintiún años y de la manera más correcta que él mismo podía, sin entender porque fue criado con tanto recelo por sus tíos y de donde venían sus poderes, porque Gulf podía cambiar, podía tener las alas más hermosas que nadie había visto, por las noches podía volar por los cielos obscuros de BangKok y sentirse libre, con la tentación latente de ir arriba, no sabe a donde sólo... Más arriba.

Sabía que no era de aquí pero sentía la necesidad de estar.



Hacía frío pero no lo sentía del todo, como si fuera irreal cada cosa que ése día le había pasado.

Aún se preguntaba, ¿porqué no le quitó las alas? Porque sabía que ese era el peor castigo de todos, entonces, ¿porqué maldecirlo y prácticamente arrojarlo a los brazos de su amado? No tenía sentido a sus ojos pero sabía que Dios nunca hace nada sin razón, él lo sabía y estaba poniendo las manos al fuego.

Antes de que pudiera seguir arrastrando los pies sobre la tierra, un resplandor obscuro lo dejó ciego unos segundos antes de llevar sus manos a su rostro, para poder divisar que pasaba.

— ¿Vagando sobre la miseria, mi querido hermano?–

Entonces no supo que hacer, porqué en otros tiempos habría desenvainado su espada de luz y tendría a los ángeles de fuego frente a él, gruñendo al enemigo.

Pero ahora lo único que podía hacer era mirarlo con los ojos cristalizados, porque era verdad, estaba vagando en lo más mundano que podía haber, el mundo en si.

— Lucifer, no... – se interrumpió soltando una risa ahogada — ¿Mean? ¿Así fue como decidiste llamarte a ti mismo, negando el nombre de nuestro padre?–

Mean alzó una ceja — ¿Me estas diciendo que aún lo respetas? ¿Después de lo que te ha hecho? Te quitó tu espada, tu poder y te hecho de una patada, así cómo a mi me lo hizo.– rió amargamente, aún manteniendo su postura.

Venía de traje negro, su cabello del mismo color peinado pulcramente, sus ojos rojizos destelleaban incluso si era de día y sus alas, eran parecidas a las de él, pero sólo en color porqué sabía de dónde provenían.

Porque a Mean se le fue quitadas sus alas, por él mismo.

En la gran batalla de Lucifer y Miguel.

Pero es que no contaron todo, no era verdad que Mean se reveló como tal, sí había cuestionado a Dios pero no para tomar su lugar, le había pedido sacar un demonio de los haberes del infierno.

El infierno ya existía pero estaba en desorden y los dos arcángeles más poderosos iban algunas veces a poner orden, esos eran Miguel y Lucifer; Lucifer era el mejor de todos, el perfecto ángel que cometió su mismo error, se enamoró de un demonio.

Nunca supo más de lo que Dios le había contado o lo que él mismo supo ese día que se enfrentaron, sólo que le habían quitado las alas y lo mandaron al infierno, donde ahora es Amo y Señor.

— ¿Qué es lo que quieres de mi? ¿Humillarme? Puedes hacerlo, porque nada me queda allá arriba y me han maldecido.– abrió sus brazos, dándole una sonrisa triste.

Abatido, solo y abandonado.

— No eres un pecador, no eres lo que te hicieron creer, no lo eres,Miguel.– suspiró — No es pecado amar y menos si ni siquiera él sabe de ti, ¿Porqué enfureció tanto? Solo porque es Gulf, es por eso, porque es el hijo de Light, de aquella sacerdotisa.–

Le miró, mentiría si dijera que sus palabras no le afectaron.

Porque le dolía hasta lo más recondito de su alma que le hayan hecho creer que estaba mal y que no era correcto.

Mew se sentía correcto cuando observaba estudiar a aquel ser, se sentía correcto cuando dejó un suave beso en sus labios cuando dormía y maldición, se sentía correcto cuando le abrazó porque el dulce niño lloraba al esconder sus alas.

¿Entonces porqué Él rechazaba su amor? ¿Porque sintió un tirón en el alma cuando le gritó que tan sucio era antes de dejarlo caer en la fría noche?

— ¿Es así? Pues, gracias.– murmuró, bajando la mirada.

Mean abrió los labios, queriendo decir algo pero no salió de él.

Nunca rechazaría a su hermano, ni porque éste luchó contra él porque fue obligado y cegado por aquel que tantos miran con amor.

Fue hasta el dolido cuerpo de su igual y lo tomó en un fuerte abrazo, sintiendo los temblores de su cuerpo.

Sabía lo que se sentía, triste, abandonado y como si fuera un bastardo.

No lo eran, ellos sólo se enamoraron, ¿Porqué los odiaba tanto?

— Vas a venir conmigo y serás recibido con cantos y danzas de amor y victoria, porque fuiste un maravilloso guerrero y un excelente hijo, Él no te merece, yo te voy a dar todo lo que te quitó.– le aseguró al oído.

Entonces aunque su alma titubeó, aceptó, porque ya nada le quedaba.

Porque es un ángel caído.






















🗝️🗝️🗝️

Si algo esta mal lo siento pero toda la info esta sacada d San Google y d mi madre, q d alguna extraña manera es sacerdotisa xd

anyway, me esta gustando el rumbo pa donde va y asu

nos leemos en la siguiente actu, les tkm 💓🌈


Babiis 🐤

Fallen Angel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora