Tanto para una mala confusión.
_____Los botes de helado, envolturas de chocolates y cáscaras de mandarinas eran las cosas que resaltaban de la habitación •Hwa Sa, María.• A la dueña le fue súper creativo crearse un nombre como una segunda identidad y algo tierno agregar su nombre bautismal en ello.
Aun así, aunque debería estar muerta de alegría por ello, la tristeza tomó su lugar. Sintiéndose perdida en las olas de decepción. ¿De verdad tenía una mente superior y creativa cuando estaba en plena melancolía?.
Ella no tenía culpa, no fue quien cometió el delito de la traición a quien amaba y debería sentirse profundamente agradecida con el destino por quitarlo del camino. Sin embargo en lo más recóndito de su ser, aunque quisiera negarlo, deseaba verlo y exigir una explicación; aún necesitaba librarse de la duda. O aún lo quería cerca de ella y formar una familia.
Su ensoñación y dudas se quitaron velozmente para ser sustituido por la furia; La furia contra una pequeña chica que no hacía nada más que molestar su vida.
Al parecer en su momento de delirio habría dejado la puerta principal abierta para que la muchacha de estatura menor a la suya entrara como si fuera su casa, con ella aún pensando en las miles de opciones para resolver sus problemas.
"¡No quiero Wheein!" Gritaba por auxilio, pero ya estaba perdida.
Su casi hermana, la tenía justo en frente. Ni con la fuerza de un gorila o el FBI, la detenían de hacer lo que le plazca con ella.
La mayor estaba más que encantada de pasar tiempos significativos o memorables con la pelinegra, pero en estado emergencia no podía disfrutar. Simplemente la muchacha debía hacer caso omiso a su obstinación y terquedad.
"¡Me importa muy poco si quieres o no!. ¡Vas porque si!" Gritaba de igual manera, haciendo un escándalo de la nada.
Estaban en la puerta principal, cara a cara y de espectadores a unos cuantos transeúntes pasando aleatoriamente, deleitandolos con la riña.
La menor no estaba para un escándalo. Nadie podía presenciar su vida íntima, por ende azotó con fuerza el pedazo de madera casi contra la cara de un vecino, quien quería enterarse de su vida personal más a fondo.
'Viejo chismoso'.
"Wheein-ah.." murmuró dando un toque de miedo creyendo estúpidamente que la rubia platinada le haría caso. La bajita rodó los ojos en desacuerdo con su contestación.
Estaban dentro de su pequeño hogar con bastante tiempo del que querría contar, discutiendo lo mismo y aún no cedía con la respuesta que le dió.
Era tan terca.
Un No es un No. ¿Que tanto costaba entenderlo?
"Vamos... por mi, hazlo por mi. ¿si?" Esos ojitos de cachorro mojado que ponía en su tierna carita, daban ganas de mandarlo por el desagüe del inodoro y cerrar el baño para no volver a abrirlo jamás.
Era muy rara su intento de suavizarla.
Aunque en casos como estos, solo daban resignación. Solo le quedaba obedecer. Además ya había perdido en el momento que la rubia cruzó su puerta.
Si con decir que llegó con dos maletas y un megáfono era mucho.
Ese aparato no lo quiso volver a ver en la vida, con esa cosa solo logró que su estrés aumentara y dejara de comer lo que puso en la mesa, que se suponía debía comer vorazmente antes de que la interrumpieran.Pero en ese mismo instante pasado, la bajita empezó a cantar frente a su casa, con la voz tan privilegiada que le regaló Dios. Ganándose cincuenta euros de desconocidos y reduciendo más de la cuenta su elevada migraña.
