[Estreno 27 de Noviembre].
La vida perfecta de Jessica se desmorona la noche que descubre la infidelidad de su marido. Rafael no es el hombre que ella imaginó, detrás de su fachada de esposo ejemplar se esconden mentiras que la han mantenido en un f...
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Nunca olvidé el atinado consejo que me dio mi abuelo: contra el dinero y el amor es imposible ganar. Su intención era mantenerme fuera de la habitación donde se juegan las duras partidas, pero contrario a sus deseos, sus palabras me sirvieron para concluir que si nadie es capaz de darle cara podían convertirse en armas a mi favor. Después de todo, la diferencia entre morir y matar está en quién sostiene el gatillo.
Tomé un profundo respiro armándome de valor. Sabía que cruzando la puerta lo que se mantenía en pie terminaría de caer, pero marchándome no desaparecería. Teniéndolo claro empujé la madera para terminar todo de una vez por todas. Dentro me encontré con mi invitado que me regaló una cordial sonrisa, fue imposible responderle. La hipocresía nunca fue mi plato favorito. Estaba convencida que aquel hombre conocía todos los secretos de mi marido, que lo había solapado durante años en todo sus mentiras. Por eso mismo me era de utilidad.
—Señora, ¿me mandó llamar? —preguntó conociendo la respuesta. Estudié su semblante un instante. ¿Cuántos días la sonreí a gente que estaba viéndome la cara? Mi inusual atención lo desconcertó, asentí recordando debía ser discreta. Lo invité con un ademán a tomar asiento.
Rodeé el escritorio hasta detenerme frente a la silla principal. Contuve la respiración, mis dedos recorrieron el brazo de cuero. Solo Rafael ocupaba ese lugar, nadie en casa se había atrevido a suplantarlo en los cinco años que llevaba visitando ese despacho. Él siempre a la cabeza, yo al costado. Apreté el puño antes de echarla atrás para cambiarlo pese a la sorpresa de Gil. Eso debió darle un indicio de lo que se venía.
—Mi marido me recomendó acudir a usted durante su ausencia. ¿Tiene lo que le pedí?
Fui directa, los rodeos robaban valioso tiempo. El hombre no escondió el asombro por brincarme el protocolo de ofrecerle una taza de café y preguntarle por su familia. No me importó, encontré lo que buscaba en sus manos. Mis ojos se clavaron en la carpeta donde debían estar las respuestas.
—¿El señor Carrasco necesita esta información? —curioseó. Levanté el rostro hallando un sentimiento peculiar en sus ojos, una sonrisa se pintó en mis labios ante sus recelos. Su actitud solo lo ponía en evidencia.
—Si fuera de interés de Rafael él se hubiera encargado del tema personalmente —mencioné con simpleza. Fue evidente el contraste entre mi seguridad y su rostro ensombrecido—. ¿Qué pasa? ¿Olvidó quién es la dueña de ese dinero, Gil? —tiré impaciente en una advertencia disfrazada de broma.
Carraspeó incómodo, recomponiéndose enseguida. Irguió la espalda, cediendo. Pasé saliva lastimándome la garganta. Mis ojos permanecieron en el reporte que escondía mi condena. Las respuestas estaban frente a mí, a un solo paso, me aterraba lo que fuera a encontrar. Respiré despacio mientras mis manos temblorosas a causa de la adrenalina lo tomaron. Abrí la pasta hallando un resumen de todos los movimientos importantes durante el último año. Devoré línea por línea, junto al corazón amenazándome con salirse del pecho, estudiando cifras en búsqueda de una pista. «Si quieres saber quién es tu marido en realidad, te recomiendo buscar dónde coloca el dinero», el mensaje se repitió en mi cabeza sin parar. «¿A qué se refería? ¿Era un acertijo? ¿Una metáfora? ¿Un juego absurdo?»