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diecisiete.
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Las palabras de Mateo no paraban de resonar una y otra vez. No podía conciliar el sueño porque su declaración de amor seguía sonando en mi cabeza como un eco interminable.

Había admitido estar enamorado de mí, y encima había explicado la razón por la cual me había ignorado. Todo había salido a mi favor, pero por alguna razón no me terminaba de cerrar todo. Era como si ya no quisiera escuchar esas palabras que tanto deseé escuchar por tantos años.

Me removí en la cama al sentir los rayos del Sol entrar lentamente por mi ventana, y me encontré con la cabeza de Cristian recostada sobre mi panza.

¿Era cierto lo que había dicho Mateo de Cris? ¿Realmente era una cuestión de quién me tenía primero? Quería creer que no, porque Cris siempre había sido mi amigo y me había cuidado de todo. No había sido una cuestión de ahora.

Observé como se movía y acaricié su cara.

Nunca había visto atractivo a Cris hasta ahora y eso me daba miedo. No quería que me gustara nadie, quería que fuéramos todos amigos y todo estuviera bien. Pero claro, nada salía como yo quería.

Suspiré y cerré los ojos tratando de seguir durmiendo, pero fallando en el intento.

⎯ ¿No podés dormir?

Miré hacia abajo y me encontré con la cara de Cris, aún con los ojos cerrados y una sonrisa chiquita.

Me reí.

⎯ Me está costando.

Se incorporó en sus dos codos y me miró somnoliento. Le entreveré el pelo con mis dedos y logré sacarle una risita ronca.

Recordé de repente las pijamadas que tenía con Mateo cuando éramos chicos y como siempre jugábamos a las luchas y a las cosquillas, y siempre en el fondo, deseaba que se le escapara un beso.

Volví a fijar mi vista en Cristian, que me miraba extrañado y suspiré silenciosamente.

No sería fácil olvidarme de Mateo, especialmente porque todavía lo amaba.

Era re loco que ni siquiera hubiéramos sido novios ni nada, pero su partida de mi vida dolía como si fueramos un matrimonio de 50 años.

⎯ Bueno, vamos a levantarnos ⎯ le dije.

En silencio nos levantamos. Cristian me miraba de reojo, como inseguro de que estuviera bien. Yo me limité a juntar mi ropa y entrar al baño a vestirme. Una vez pronta, le dije a Cris que esperara en mi pieza, para irme a la cocina a buscar el desayuno.

Ni bien entré a la cocina, la mirada intimidante de mi mamá me quemó la nuca.

⎯ ¿Qué pasa que me mirás así? ⎯ le pregunté sirviendo cereales en unos bowls.

Mamá se acercó a mí, para quedar de frente, con los brazos cruzados.

⎯ Escuché lo que pasó anoche. ¿Vos sos pelotuda?

Fruncí mi ceño.

⎯ ¿Qué decís, vieja? ⎯ le pregunté enojada, dejando a un lado el desayuno.

⎯ Te morís por Mateo desde que tenés uso de razón, Malena. ¿Porqué estás tan convencida de ir en contra de todo y hacer todo este bardo?

La fulminé con la mirada y seguí sirviendo los cereales con leche, ignorandola, porque sabía que si le contestaba me pelearía también con ella y no daba.

Con la bandeja pronta subí a mi cuarto, y le tendí la bandeja a Cris. Empezamos a comer en silencio mientras mi cabeza le daba vueltas a todo. No disfrutaba de estar con Cris tanto como disfrutaba estar con Mateo, y mamá tenía razón, pareciera que estuviera complicandola.

Sin embargo, sabía que tenía que defenderme del trato de Mateo. Por mas loca insoportable que yo fuera, muchas veces Mateo me hizo pasar mal y no lo merecía.

No sabía qué hacer.

Solamente quería ir a lo de Mateo a mirar dibujitos mientras merendamos, como hacíamos desde que éramos chiquitos. Quería hacer pijamadas con él, salir de joda con él, estudiar con él (aunque Mateo no estudiara nada, me ayudaba con mis exámenes), no sé... Solamente quería pasar tiempo con él.

Pero también estaba el hecho de que Mateo ahora era Trueno, un rapero famoso ocupado. Y la vida que yo quería vivir con él, no coordinaba con la vida que él estaba viviendo sin mí.
Por muy enamorado que dijera estar, sabía que su carrera era lo más importante y yo solo soy una distracción.

Suspiré y dejé a un lado el bowl de cereales.

Cristian imitó mis acciones y se sentó enfrente mío, agarrando mis manos.

⎯ Escuché lo que te dijo tu mamá.

Abrí mis ojos levemente. Aunque Cris supiera de mi amor por Mateo, no quería reconocerlo enfrente suyo. Teniendo en cuenta que parecía que Cris sentía algo por mí.

⎯ No hagas esa cara, Male ⎯ me dijo riéndose despreocupado⎯ . Solo te decía porque tiene razón tu mamá. Estuvo bien que te defendieras cuando te trató mal, pero estas muerta de amor por él. Y él también se muere de amor por vos. Andá, búscalo. Salga bien o mal, seguiré acá con vos.

Me quedé en silencio unos segundos.
No sabía qué hacer. Qué era lo correcto.

⎯ Yo... Mirá, Cris-

⎯ Male, no trates de explicarme nada. Yo sé muy bien cómo son las cosas. Andá.

Mordí mi labio, moviéndome en mi lugar nerviosa. Un cosquilleo recorría mis piernas queriendome hacer levantarme y saltar por la ventana como una desquiciada y una voz en mi cabeza me decía que corriera a buscar a Mateo.

⎯ No sé, Cris... ⎯ murmuré nerviosa, evitando hacer contacto visual⎯ . Siendo sincera, no sé qué es lo correcto.

⎯ Yo que sé, escuchá tu corazón. Si sale mal al menos aprendés algo, ¿no se trata de eso la vida?

Lo miré un poco incrédula.

⎯ Y no sé, boludo, por algo te pregunto.

Los dos nos reímos un poquito para después volver a la seriedad, nada más que una sonrisita se asomaba por los labios de Cris.

⎯ Dale, Male. Andá a buscarlo. No perdés nada.

Me levanté de mi cama decidida, y miré por la ventana hacia la casa de Mateo. Mordí mi labio denuevo, estaba sudando de los nervios, pero era ahora o nunca.

Con el corazón latiéndome a mil, le tiré un beso a Cris y corrí por las escaleras de mi casa, saliendo por la puerta principal como si mi vida dependiera de eso.

⎯ ¿A dónde vas, Malena? ⎯ escuché a mi mamá preguntarme, pero seguí corriendo esquivando los autos que cruzaban por la calle que me separaba de su casa, ganandome un par de puteadas.

Al llegar, me paré enfrente a la puerta enrejada tan familiar, y respiré tan hondo que mis pulmones iban a explotar, pero estaba segura de que necesitaría ese oxígeno extra para decirle todo a Mateo.

Toqué la puerta y mientras esperaba a que la abrieran, recé unos cuantos padres nuestros.

𝘽𝘼𝙍𝙍𝙄𝙊; 𝘵𝘳𝘶𝘦𝘯𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora