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veinte.

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Por ser el último capitulo me voy a extender 3000 palabras máximo, disfruten.







Ya estaba todo planeado y listo para que sucediera. Me iba a casar.

Siendo completamente honesta, sabía que era una decisión muy precipitada, pero es que irme a España había sido una renovación en todo sentido. Y en ese poco tiempo, viví muchas cosas.

De todas formas me daba miedo. Me daba miedo casarme con alguien a quien no quería ni la mitad de lo que quiero a Mateo, pero era algo inevitable. Estaba escrito que él y yo jamás terminaríamos juntos, sentía que era hora de que yo siguiera con mi vida y me olvidara de él.

Sin embargo, mamá lo había invitado a la pequeña ceremonia que planeábamos tener. Parecía que lo hubiera hecho a propósito... el caso era que él estaría ahí, y eso me daba aún más miedo. No podría aceptar a casarme con alguien, cuando el amor de mi vida estaría allí sentado viendo eso. Tampoco quería hacernos más daño, eso era justo lo que trataba de evitar.

-¿Y ya elegiste el vestido? -me preguntó mamá, apareciendo desde la cocina.

Estábamos viendo revistas de vestidos de novias, para tener alguno en mente a la hora de ir a comprarlo verdaderamente, y ninguno conseguía llamarme la atención. No había uno que sintiera que fuera especial. Miré a mi mamá y negué con la cabeza.

-Acordate de que la cita en la tienda de vestidos es a las 3, ¿eh? -me dijo mientras lavaba una taza-. Yo te alcanzo, después. Tengo que encontrarme con Luisiana ahora.

Asentí, y la ví marcharse de la cocina, para después escuchar el portazo que me indicaba que estaba sola en casa. Suspiré mirando a la revista con recelo.

Si pensaba en mi día ideal de bodas, me imaginaba la ceremonia tomando lugar en un bosquecito, o un lugar con mucho verde. Toda la decoración sería simple, y blanca. Mi vestido sería cortito, y hasta me gustaría que fuera de color celeste. Y llegando al altar, mi futuro marido estaría vestido con un traje sencillo, y... claramente, no sería Mateo.

Salí de mi ensoñación, y comencé a aprontar mis cosas para dirigirme al centro de Buenos Aires para comprar mi dichoso vestido, ya que eran casi las tres. Mi prometido estaba recorriendo la ciudad con sus amigos , que habían venido de España por la boda, así que no tenía que preocuparme por él... aunque tampoco me preocupaba.

Una vez pronta, salí de mi casita de la infancia y corrí a la parada del colectivo, para no perdermelo. Justito agarré uno y emprendí un viajecito medio largo hacia mi destino. Nada más frenar el bondi en mi parada, salí corriendo como loca, porque estaba llegando tarde a mi cita con los diseñadores. Qué puedo decir... el tráfico de CABA. Abrí la puertecita de la tienda de vestidos de novia con el mayor de los apuros, y tratando de contener mi respiración agitada, me acerqué al mostrador.

-Buenas tardes, tenía una cita a las 3 -le dije a la recepcionista del lugar.

Me miró confundida y revisó la computadora un par de veces, antes de decirme:

-La cita de las 3 ya está viendo vestidos... ¿Sos la novia?

Asentí, sin comprender, y la ví rodear el mostrador para guiarme hacia donde tenía que ir. Quizás mi mamá había llegado antes que yo. La chica me llevó hacia unos pasillos enormes llenos de vestidos de novia colgados en cada uno, y de repente había una plataforma frente a un espejo. Supuse que sería el área de los probadores. Dos hombres estaban de espalda, y se dieron vuelta al sentirnos entrar y mi corazón se pausó al reconocer a uno de ellos.

𝘽𝘼𝙍𝙍𝙄𝙊; 𝘵𝘳𝘶𝘦𝘯𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora