LA DESPEDIDA

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 Desperté lentamente, me dolía muy fuerte la cabeza. Era normal, después de escuchar toda la verdad y sobre todo por lo que estaba por pasar. Mamá dormía a mi lado cogiéndome de la mano y de mis hermanos y mi tío no sabía nada. Supongo que anoche tanta información me dejó exhausta. Me levanté poco a poco ya que no quería despertar a mi madre, fui a la cocina y nuevamente me senté en la silla. 

No tomé nada para desayunar, tan solo me quedaba mirando en un punto exacto y pensaba en aquel chico, su imagen no se me había ido de la cabeza en toda la noche. Todo era un caos, mañana me iba a Barcelona y justo empezaba a descubrir algo que sentía que iba a ser una aventura muy extensa. De lo que queda de día intentamos que fuese normal ya que no queríamos que nuestro último día todos juntos volviera a ser un caos, nos pasamos todo el día haciendo maletas y preparando las cosas.

 En un momento del día me miré en el espejo, pero mis ojos volvían a ser de mi color natural, por mucho que intentase que volvieran a ser dorados no podía. Si de algo estaba segura era de que lo que me estuviera pasando no podía controlarlo, en todo el caso sabía que a lo mejor encontraría a Marcos en Barcelona. Tenía la extraña sensación de que si nos encontrásemos él tendría la respuesta a todas las preguntas que dejó mi padre en el aire con aquella carta y, sobre todo. Podría entender por qué estamos conectados, pero no tengo ninguna marca, por qué pude verle antes de saber quién era y sobre todo conocerle. 

Me pasé todo el día intentando llegar a la respuesta de todas las dudas que tenía, pero era imposible. Mi madre me miraba en silencio, mis hermanos no sacaron el tema y mi tío no volvió después de esa noche. Cuando acabamos de cenar y fui a mi cuarto para dormir mi hermana me llamó y me dirigí a su habitación, sin decirme palabra me prestó su silla y me invitó a que me sentara en ella. Su mirada era triste, sabía que cuando me fuera las cosas se pondrían frías en casa. Pero la nueva situación no ayudaba para nada, en casa todos estábamos muy unidos. Sobre todo, Carlota y yo. Siendo ella la mayor de nosotros tres me ayudó en todo momento y me comprendió cuando nadie fue capaz de hacerlo. 

— Ana cariño, sé que todo lo que sucedió el otro día era muy extraño. Sé que estás dolida por enterarte de esto ahora, justo cuando ibas a emprender tu propio camino. No puedo sentir tu dolor, pero sí sé que tengas el don que tengas, pase lo que pase seguirás siendo la pequeña Ana. La hermana consentida y sobre todo mi mejor amiga. —dijo Carlota mientras comenzaba a llorar lentamente. 

Le abracé, lo hice tan fuerte que podía sentir su dolor. Me cegué desde aquella noche donde perdí el control y no valoré por lo que habían pasado ellos al saber la verdad y al ver como yo crecía dentro de una mentira. Todo era tan difícil, tenía que descubrir muchas cosas, pero ante todo tenía que comenzar por lo más importante en ese momento. Encontrar a Marcos y esperar a que él tenga la respuesta a todas mis dudas.

 — Oh vamos Carlota sé que soy tu hermana la consentida. —comenzó a reír.

 — Eres y siempre serás uno de mis pilares hermana, no valoré por lo que habíais pasado los tres y lo siento muchísimo. Te mentiría si dijera que no tengo miedo, porqué lo tengo. Pero hay que verlo como una aventura, hay un caso que hay que resolver y encontrar la respuesta a la carta de papá. Son muchas cosas las que tendré que hacer yo sola, pero Carlota me enseñaste a no tenerle miedo a nada. Así que mientras yo soy valiente, tú también tendrás que serlo ¿vale? —le dije mientras le acariciaba la mejilla.

 Asintió y nos volvimos a fundir en uno de esos abrazos que no quieres que acaben nunca, sin dudarlo tengo a la mejor familia que podría desear. La noche pasó rápido y el sol salió por el horizonte dando así paso a un nuevo día donde dejaría atrás a mi amada Madrid y a mí familia. La despedida fue lo peor, la mirada triste de Carlota y mamá me mataban y la mirada cabizbaja de Juan lo ponía todo aún más difícil. 

— Oye que no me he muerto, volveré antes de que os deis cuenta y encontraré las respuestas a la carta ¿vale? —dije con una gran sonrisa. Me estaba haciendo la fuerte por ellos, no quería ponerme triste y que la cosa aquí en Madrid acabara así. 

— Enana te echaremos muchísimo de menos. —dijo Juan abrazándome con fuerza.

 — Te quiero hermanita. —dijo Carlota siendo la siguiente en despedirse y entonces cuando le tocó a mi madre y a mi tío Carlos fue muy difícil. Mamá lloraba desconsoladamente mientras mi tío Carlos le abrazaba.

 — Mamá te echaré de menos...—dije lentamente mientras intentaba buscar su mirada. — Adiós mi pequeña valiente. —dijo mi tío dándome un beso en la frente y entonces mi madre se acercó y me abrazó muy fuerte.

 — Cariño, ten cuidado. Las cosas se pondrán feas en algún momento y no quiero que te pase nada. Si tienes miedo en algún momento llámame y apareceremos los cuatro allí en un periquete. —la mirada de mi madre era la más tierna de todas.

— Lo sé mamá, sois los mejores. —y entonces llegó el tren que me llevaría mi siguiente destino. — Vamos que perderás el tren, tira anda. —decía Carlota con una sonrisa leve. 

— Adiós a todos. —dije para dar media vuelta y coger aquel tren. Dejé todo mi equipaje y me senté en el asiento que me había tocado, daba a la ventana y desde esta podía verlos a todos. Me quedé con un sabor amargo al verlos tan tristes por mi partida, pero era algo que tenía que pasar en algún momento. El tren se puso en marcha y poco a poco dejaba atrás a mí vida en Madrid, entonces el móvil me sonó y un mensaje de Laura apareció en la pantalla.

Laura: ¡Holaaa! ¿Has cogido bien el tren? Yo ya he llegado al piso y está todo listo para tu llegada, este será un año mágico y lo haremos juntas.

Ana: Hey, sí ya estoy en el tren. Llegaré para las cinco, pásame a buscar y si este año será muy distinto a los demás.

Durante todo el trayecto no pude retener las lágrimas, me sentía sola ante el peligro. Un peligro que desconocía y muchas preguntas sin respuesta, las horas en aquel tren fueron demasiado tediosas, pero al fin llegué.

 Salí, conseguí coger mi equipaje y salir de la estación. Había mucha gente por las calles, eran calles que desconocía y no temía al estar en una nueva ciudad ante nueva gente. Le temía a lo que estaba por pasar y no quería saber que es lo que pasaría al empezar a descubrir los secretos de papá. Mientras me quedé quieta esperando a que Laura llegara para recogerme una sensación extraña se apoderó de mí, una gran necesidad de buscarlo se hizo presente. 

¿Dónde estaba? No podía encontrarlo entre la multitud de gente, sabía que estaba allí, lo presentía, pero cada segundo que pasaba sentía que más se alejaba de mí y un fuerte dolor en el pecho entraba en escena. Joder ¿Esto iba a ser así hasta encontrarlo? De repente la voz de Laura me hizo volver a la vida real y se acercó a mí saludándome con la mano.

 — Pero mira a quién tenemos aquí, a mi compi de piso y amiga de la infancia Ana. Pero bueno guapa si que has tardado en llegar. —decía mientras se reía.

 —Lo sé, el tren paró en una parada por más de media hora. —dije un poco distante. Pareció que Laura se percató de mi extraño comportamiento ya que hasta llegar al piso no hizo más que preguntarme que había sucedido. No podía contarle por lo que estaba pasando ya que me tomaría como una lunática y pensaría que era una broma. Llegamos al piso, me instalé y pasaron tres días. Intenté cambiar mi humor, pero era imposible, estaba decaída. 

Me encontraba en mi nueva cama leyendo un libro para despejarme cuando mi puerta se habría de par en par y entraba Laura arreglada y bien maquillada y con un vestido en la mano derecha. — ¿Dónde vas? Parece que te vayas a una boda. —y me comencé a reír.

 — Muy graciosa amiga, pero vamos, tú hoy te vienes conmigo. —dijo mientras me tiraba aquel vestido color carmesí en la cama.

 — ¿Ir a dónde? —pregunté. ¿Qué estaría tramando Laura? — Nos vamos a un club que está cerca de casa, con unos amigos míos que justamente también comenzarán la universidad con nosotras. —decía Laura mientras me levantaba de la cama y me llevaba hacía el baño. 

—¿Fiesta? No, no. No me va, ves tú. Pásatelo bien. —dije tajante y dando media vuelta para volver a mi cuarto. — Ah no, no Ana llevas varios días tristes y ni siquiera has salido a ver la ciudad. Te conozco y sé que algo te pasa, vamos así te distraes un poco.

 — Está bien, iremos. —dije sin ganas. 

Aurea, Las Dos EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora