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24 de junio 2019.

-¿Y si no lo aceptan?- mordí mis uñas con algo de nerviosismo, sintiendo el sabor a sangre sobre mis labios después de un rato.

-Para- coge mis manos, deteniendo mis movimientos.

-¿Por qué estás tan relajado?- frunzo el ceño, pasándome ahora los dientes por mi labio inferior.

-Si los dos estamos estresados no llegaremos a ninguna parte- me sonríe, besando mis nudillos- tranquilízate, no va a pasar nada malo- suspiro, alejándome de él.

Me siento en el sofá de la sala de espera, sintiendo unas grandes ganas de vomitar.

-Es que no entiendo porqué no nos han dejado entrar- cruzo mis brazos y miro el techo, intentando distraerme.

-Querrán hablar de dinero y todo eso...

-¿Y a nosotros no nos interesa?- enarco una ceja- me parece muy bien la cosa de que no podamos trabajar sin la firma de nuestros padres, pero yo quiero saber los planes de futuro, quiero saber las condiciones y lo que se hará con la canción.

-Yo también.

-Es injusto.

Estaba a punto de contestarme cuando mis padres salen riéndose junto con los de An, sus abogados y Eric, dándose palmaditas en la espalda, como si se conociesen de toda la vida. Mis padres hoy no se drogaron ni bebieron más de lo debido, se pudieron controlar ya que les convencí de que era muy importante para mi. No se como, pero aguantaron, consiguiendo tener una conversación decente con los padres de An antes de entrar al despacho. Ellos se miraron entre ellos y Eric nos hizo una señal para que entráramos.

Debo admitir que pensaba que me habían dicho que si en un principio por culpa de las drogas, de tanta marihuana que había fumado esa tarde, pero cuando los ví bien vestidos, con sonrisas e intentando calmar los nervios mientras hablaban con su abogado por la mañana en el desayuno, me he dado cuenta de que no. Tal vez estaban lo suficientemente lúcidos como para saber lo que hacían.

-Hemos estado hablando, y están completamente de acuerdo.

Eso me hace sonreír, pero sin hacer desaparecer mis sospechas de que algo va a salir mal. Nunca nada es tan perfecto, siempre existen los pros y los contras que te hacen retroceder o avanzar. Cuando es todo bonito y arcoíris, duda, eso no es real. Al menos, eso pienso yo.

-¿En serio?- An me abraza por detrás riéndose como loco.

-Sí, pero hay unos términos que queremos hablar con vosotros- este se sienta en su silla y nos ofrece asiento a nosotros también.

-¿Qué tipo de términos?- miré de reojo a mis padres con mi desconfianza a flor de piel.

-Lo primero de todo, el contrato habla sobre grabar una canción, si tiene éxito, un álbum entero, y puedo apostar a que lo tendrá, así que si eso sucede, os comprometéis a seguir dos años más con nosotros, es decir, hasta que tengáis 18, ahí ya trabajaremos con más cosas y decidiremos si renovar el contrato o seguir- asentí procesando todo.

-No le veo nada malo, ¿cuál es la parte que no nos gustará?- ataqué, recta, sin dejarme doblegar.

Mis piernas están temblando.

-No hay ninguna parte mala- su risa hace que se me erice la piel- solo es que os queremos juntos, no os podéis separar, supongo que eso no es un problema ya que vuestros padres me han dicho que lleváis juntos un año y os queréis mucho.

No se que contestar a eso.

An es uno de mis pilares, pero porque llegó en el momento que más destrozada estaba, cuando no tenía a nadie y sentía que todo mi mundo se derrumbaba. Soy consciente de que es una persona increíble, que lo quiero con mi alma, pero no se si podremos seguir tres años más. A lo mejor no lo querría tanto si todo hubiese sido diferente aquel día. No me he abierto del todo con él, no sabe mi parte oscura, lo que hago dentro de mi habitación cuando mis padres gritan, mis costumbres extrañas que no puedo evitar. Necesito tiempo para ello, pero tal vez él huya cuando lo haga y el contrato nos obligaría a seguir juntos. Somos jóvenes, no me gusta que me tengan atada.

Cruel verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora