El Reino del Hielo

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"Desde que se rompió la unión de los Cuatro Reinos y la inminente destrucción de los demás, han sucedido muchas cosas:

Los sucesores de las cuatro Hermanas Fundadoras estaban rivalizados entre sí. Cada uno, se quedó con uno de los Cuatro Reinos. En el caso del nuestro, el Reino del Agua, fue Elena, la más joven de todos. 

Hace muchos años atrás, el Reino del Hielo no era el Reino del Hielo: era el Reino del Agua. Sus paisajes repletos de ríos y lagos y un mar que se vislumbraba en la lejanía deleitaban los sentidos. 

Pero el rencor hacia sus hermanos hizo que ella se volviera fría como el hielo.

Y el Reino entero también, junto a su corazón. 

La alegre población del Reino del Agua se congeló, provocando numerosas muertes y, los que no murieron, tuvieron que acostumbrarse al nuevo clima. 

Muchos Guerreros del Agua, ejército del Reino, intentaron abatir a la Reina del Hielo (el cual sería su nombre de ahora en adelante), pero la Reina terminó por transformarlos en estatuas de hielo para toda la eternidad.

Las leyendas cuentan que se encuentran en el famoso Paseo de las Estatuas. 

Ahora nada es lo que era. Todo lo que hemos conocido se ha disipado. La vegetación que antes crecía en nuestros campos ha perecido. Nuestros suelos se han cubierto de nieve. Nuestros árboles tienen cubiertas sus ramas de blanco. 

Estamos sometidos a la más grande de las dictaduras. Solo que esto es un Reino. 

Lo único que nos queda es que alguien nos salve y nos haga volver a nuestra época de esplendor". 

— ¡Odio los libros de Historia!  se quejó Katrina cuando su hermano Gary terminó de leer la página. 

— A mí me parece interesante — exclamó, y después prosiguió leyendo la siguiente hoja.

— Tú eres tonto — le dirigió el insulto, empujando su hombro, haciendo que él soltase repentinamente el libro, que cayó al suelo. 

— Y tú eres una inculta — se reincorporó en el sillón y cogió el libro del suelo — Es interesante saber sobre nuestros antepasados, sobre lo que pasó hace décadas, siglos, milenios... 

Su mirada parecía soñadora. Se estaba evadiendo completamente de la realidad. 

— Vuelve de las nubes — Katrina chascó los dedos muy cerca de la cara de su hermano — Nos vamos. 

— ¿Dónde? — respondió Gary — Hoy hay más nieve que nunca, y hay riesgo de que puedas resbalar con el hielo. 

— Aquí nunca habrá la suficiente nieve — dijo Katrina, sin mirar atrás, y abrió la puerta. 

El frío entró a la casa y se adueñó de ella. Pero los habitantes del Reino de Hielo no conocen el frío. Son duros como la roca. 

Caminaron durante un rato largo. Sus pies se sumergían en la nieve. Iban sin rumbo fijo, vagando entre los bosques helados, las ramas desnudas de los árboles les invitaban a abrazarlos. Pero ellos no se dejaban seducir. 

Sin darse cuenta, llegaron a un lugar totalmente alejado del pueblo. Miraron al frente y se toparon con una valla. Miraron al fondo de la valla y vieron un pasaje lleno de estatuas de piedra, cubiertas todas de nieve y capas de hielo. 

— ¿Qué hacemos aquí, Katrina? — preguntó Gary, con voz temblorosa, y leyó en voz alta lo que ponía en lo alto de la valla: Paseo de las Estatuas. Aquel lugar siempre le daba mal augurio. 

Katrina sonrió de forma pícara. Ella sabía perfectamente adónde se dirigían. Aquel día tenía ganas de hacer alguna trastada:

— Vamos a descubrir si la leyenda es cierta. 

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