Querido santa, sé que eres un invento ingenioso de chantaje que utilizaban mis padres, pero ahora mismo estoy dispuesta a perdonar la falsedad de tu existencia. ¿Hace frío en el polo en donde vives? Ahora no recuerdo tu ubicación exacta, lo lamento, nunca fui una buena acosadora que se quedaba despierta hasta tarde para tratar de atraparte y, quién sabe, vender tus órganos en el mercado negro.
Traficar droga contigo ha de ser un buen viaje, ¿no te parece aceptar un negocio así?
Ahora mismo me encuentro sentada frente a la ventana de mi habitación, escribiendo esto con el viejo bolígrafo que mi papá me dio en su momento; ¿por qué lo hago? Quizá sea porque si te escribo esto, cabe la pequeña posibilidad de que aún te crea real. Más allá de pedirte un regalo, te quiero reclamar por haberte comido esa galleta de miel que había dejado en el arbolito; nunca fue tuya, sólo la dejé allí porque se me había olvidado tomarla devuelta. Espero que te hayas atragantado con ella.
¿Reclamarte algún regalo? Para mí sorpresa cumpliste con todos. Lamento decepcionarte, no soy una más del millón de personas que te pidió una bicicleta que jamás llegó, realmente nunca quise una, mi mamá te ganó en velocidad y me la compró antes de que pudieras traerla. Te venció una bella mujer de cuarenta y tantos años, ¿Qué te parece? Témele a la Sra. Claus, de seguro será quien se quede con toda la fortuna cuando mueras arrollado por tus renos.
Querido Santa, me hiciste creer por mucho tiempo que la magia si existía y me hiciste querer incondicionalmente a un hombre barbudo y extraño que anda en un trineo jalado por renos voladores. ¿Tienes idea de la ilusión que tenía cuando era pequeña? Inclusive busqué en internet vídeos reales de ti, pasando delante de una gigantesca luna, mientras te reías como si tuvieses bronquitis.
Creí por mucho tiempo que alguien como tú de verdad repartía regalos sin importar el porqué, pero, deberías de cambiar tu negocio y darle más crédito a los padres; digo, una navidad no ibas a llegar y mi mamá le gritó a mi padre que fuese a comprarme una muñeca en alguna tienda, lo hiciste correr en pleno anochecer, con el dinero en el bolsillo, para tan sólo no quitarme la ilusión de un regalo debajo de un árbol.
¿Conoces a mi madre? Es una de las mujeres más lindas que existen, pero te lo advierto, no está disponible, nunca lo estará si estoy yo para hacerle sonreír en lugar de cualquier otro viejo. Mi madre es como una constelación, hermosa y completamente brillante, cuando quieres tomarle una foto con tu teléfono para guardarla por siempre no va a funcionar, pues es algo que tienes que amar mientras dure.
Mi padre es un señor mucho más rudo que tú, te lo digo, deberías de lamerle las botas, Santa. Cometió errores, pero aún así es todo un luchador contra muchas adversidades. Ni tú, ni tus renos, ni tus regalos podrán superarlos, ellos dos valen mucho más que centenares de obsequios que tú puedas darme en tan sólo una noche al año. Quizá ellos fueron tus verdaderos regalos, ¿tienes alguna asociación secreta con la fábrica de bebés? No pienso darte el crédito merecido si no lo confirmas.
Te dejo esta nota, en este árbol navideño casi vacío porque a lo largo de mi vida dañé muchos adornos sin querer. Discúlpame, Santa, no es uno de los mejores árboles que verás en tu vida. Ni siquiera las luces funcionan, pero imagina que sí lo hacen, usa un poco de ese polvo mágico que te hace volar.
Mi primo te venera, incluso llega todas las mañanas al árbol para ver si te has llevado su carta. No ha pasado, por desgracia para ti y para mí sopresa. Te pido que te lleves su carta primero, no soy buena mintiendo y se me acaban las excusas para que no se desilusione por tu descuido e incompetencia laboral.
Quizá no te lleves mi carta como el año pasado y mi madre la utilice de nuevo para encender la cocina, no me molestaría realmente. La última vez cocinó pasta, y déjame decirte que le quedó a la perfección, tal vez mi ilusión plasmada en la carta quemada le dio lo mágico en aquél almuerzo.
Pero, Santa, al final sigo siendo esa niña pequeña que quería creer en ti. Dejando esta carta en la vigésima quinta rama del tercer nivel del árbol de navidad, junto a una bambalina roja con escarcha, me despido una vez más de ti hasta la próxima navidad, teniendo la esperanza de que te la lleves o yo misma le contaré a mi primo tu sucia y amarga verdad.
Postdata: Mi madre quiere que le regales a Chayanne, avísame y yo te ayudo con el secuestro
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Cartas que Nunca Envié y que Pronto Quemaré
RandomAbandonadas en una parte recóndita de mi mente como un vago recuerdo de una desesperanza que me arrancó la felicidad del pecho, dejándome con un vacío que nada podía llenar y que al final se convirtió en un océano profundo, turbulento e infinito de...