________(t/n) Barrow era una chica proveniente de Berk, que fue adolescente cuando todavía mataban dragones.
Todos creyeron que Hiccup había sido el primero en confiar en los dragones, pero eso no es cierto.
_____ Barrow fue la primera.
Historia 100...
Era una de esas mañanas en las que te sientes mal por algo, pero no sabes por qué.
Y entonces recordé. Mis padres detestaban que no pudiera matar dragones, y ayer en la noche me avergonzaron frente a toda la aldea y junto con mi amigo. Genial.
Salí de mi cuarto por la ventana. No me iba a arriesgar a bajar, y que mis padres me impidieran salir.
Corrí, mientras miraba mi casa, para ver que mis padres no salieran y me vieran, cuando choqué con alguien.
Caímos ambos al piso, yo lo miré. Hiccup.
-¡_____! Aquí estás, iba para tu casa.
- Aquí estoy, ¿a dónde vamos?
Hiccup sonrió.
-Ayer atrapé a un Furia Nocturna.
Lo miré sorprendida.
-¿Dónde está?- pregunté entusiasmada.
-Cayó en Punta Cuervo.
Lo empujé ligeramente y empecé a correr. Hiccup me siguió.
Llegamos al bosque, estuvimos buscando por una hora, y nada.
-¡Los Dioses me odian!- gritó Hiccup un poco desesperado.
- Separémonos.- propuse.- Yo iré por allá.- dije señalando otro sendero.
Él asintió y me fui para ese sendero. Escuché ramas partiéndose cerca, así que supuse que era el dragón.
Me acerqué lentamente. Por algo nadie a visto a un Furia Nocturna.
Quité unas cuantas ramas, para descubrir un pequeño nido cubierto de paja. Yo estaba confundida.
Quité la paja, para descubrir un dragón durmiendo. No grité, lo despertaría.
Tenía unos ojos grandes, era blanco y tenía escamas brillantes.
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No era adulto, pero tampoco un bebé. Supongamos que tenía mi edad.
Acaricié lentamente su cabeza, extrañamente, sentía una ligera conexión con él.
Mientras lo acariciaba, abrió sus ojos. Eran azules claro.
Al inicio, se volvió invisible, lo cual me sorprendió. No era un Alacambiante.
Luego, volvió a aparecer y sus pupilas se dilataron al no ver armas, me sentí más segura. Iba a acariciar levemente su cabeza, cuando él se restregó contra mí ronroneando, como un gato. Sonreí.
-Eres muy blanco, ojos azules, ¿cómo te llamarás?
Me miró ladeando la cabeza. Sus colores me recordaban al hielo.
