Capítulo 36

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Londres, diecisiete de Junio, 2020.

Los músculos de mis brazos dolían, y el aire comenzaba a faltarme. Sin embargo, mi cerebro me mandaba a no detenerme. Algunos mechones de mi cabello caían por los lados de mi rostro por todo el esfuerzo que estaba poniendo sobre el pecho de la persona que yacía en la camilla.

"¡Pongan otra de adrenalina!" demandé a quien sea que estaba conmigo.

Los pitidos de los monitores cardíacos me ensordecían, y sólo quería que se detuvieran. Contaba en mi cabeza cada una de las compresiones que hacía y me detenía para cuando tocaba realizar las ventilaciones.

"Enfermera Lena..." alguien me habló, pero decidí ignorarlo.

"Iniciando quinto ciclo de reanimación, ¡traigan un jodido desfibrilador!" volví a gritar, quedándome casi sin aire luego de estar prácticamente todo ese tiempo dando compresiones.

"Lena, lleva treinta minutos sin respuesta, ya déjalo."

Negué con la cabeza y continué con todas mis fuerzas, sin ser capaz de dejar ir a la persona que extrañamente, no podía verle el rostro.

Pero eso no me importaba; esa persona tiene familia, amigos, sueños, anhelos, toda una vida por delante. Simplemente yo no podía rendirme. No podía negarle la vida cuando existía una pequeña ventana de esperanza.

El agotamiento físico comenzaba a invadirme y las lágrimas de impotencia se formaron en mis ojos, Empecé a enojarme con la situación, con quien sea que trataba de detenerme... y conmigo misma porque mis esfuerzos estaban siendo inútiles por salvar esta vida.

"Hora de muerte, 9:26" la voz decretó, haciendo que me detuviera con el corazón en un puño. Mi pecho subía y bajaba, tratando de recuperar todo el aire que había perdido mientras mi mente se perdía con el constante pitido del monitor, indicando que no había ritmo cardíaco.

Empuñé mis ojos, peleando contra las irremediables ganas de llorar y volví a abrirlos, esta vez encontrándome sola con la camilla, una sábana cubriendo por completo el cuerpo. No se escuchaba nada más que los fuertes latidos de mi corazón chocar repetidas fuertes contra mi pecho y las profundas respiraciones que salían de mi boca.

Podía notar cómo el miedo y la ansiedad iban creciendo a medida que una fuerza invisible iba sacando la tela lentamente, revelando a primera vista las manos que me resultaron extrañamente familiares. Me quedé de piedra al identificar los anillos que rodeaban sus dedos y los tatuajes que marcaban su piel.

"No..." exhalé, con temor a seguir viendo, pero por una extraña razón lo hice. Mis ojos viajaron por primera vez al rostro de la persona y sentí que mi corazón se destruía a pedazos al reconocer la expresión inerte y pálida de Harry.

Sin vida.

Abrí mis ojos y lo primero que hice fue sentarme de golpe para recuperar el aire que faltaba de mis pulmones. Dicho movimiento causó que Harry se removiera a mi lado y soltara un bostezo de cansancio.

—¿Estás bien? —me preguntó medio dormido. Tragué saliva y respiré profundamente.

—Si —volví a recostarme, mis ojos jamás abandonando el techo de su habitación—. Lo siento, vuelve a dormir.

Se arrastró sobre la cama para quedar más cerca de mí y posó uno de sus brazos sobre mi anatomía, cayendo profundamente dormido sobre mi hombro. Unas ganas incontrolables de llorar me invadieron, pero no quería que se despertara en lo absoluto. Ya había hecho tanto por mí estos últimos días para hacerme sentir mejor que simplemente no podía seguir molestándolo.

Sincerely, yours » h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora