Capítulo 16

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No sé cuánto tiempo llevo arrodillado frente a las tumbas de mi madre y hermano. Dalia había ido adentro con los niños para explicarles de alguna manera lo que pasó. Yo no puedo, ni siquiera tengo cara como para mirarlos.

—Apenas hace unos días habíamos vuelto a abrazarnos, a compartir una comida, oirte llamarme tu cachorro revoltoso... Verlos felices otra vez. Y ahora... —me transformo en licántropo de la rabia y tiro de mis orejas clavándome las garras —. Lo siento... Perdónenme...

Siento las manos de Riku sobre las mías para dejar de hacerme daño y acaricia mis orejas.

—Llora todo lo que quieras, fortachón; pero no te hagas daño. El dolor físico no sanará el dolor que sientes en tu corazón. Créeme, lo sé.

—Les fallé, Riku —hundo las manos en la tierra —. Le prometí a mi madre que vendría a visitarla, quería ayudar a James... Quería ayudar a mi familia. Y no lo hice.

—Tú no les fallaste, Inu —me abraza por la espalda —. No podías saber lo que pasaría. Nadie podía saberlo.

—Lamento lo que dije en casa. No era cierto.

—Estabas afligido. Estabas enfadado.

—¿De verdad ibas a irte? —ríe por lo bajo y me abraza con fuerza.

—Claro que no. Solo me iba a sentar en el sofá hasta que te tranquilizaras. Nunca te abandonaría. Ni mucho menos en un momento como este.

—¿Por qué eres tan comprensivo conmigo? Después de todo...

—Porque te amo —me interrumpe y se sienta junto a mí, mirando en la dirección opuesta a la mía —. No importa cuántas veces me tropiece o te tropieces, tenemos que superarlo juntos —lo miro sin saber qué decir mientras él permanece mirando la salida de la luna —. Tú has sido mi apoyo desde que te conocí. Siempre estás para mí. Eres mi roca cuando lo único que hago es llorar y tener miedo como un niño —coloca su mano sobre la mía —. Esta vez yo seré tu roca, fortachón. No tienes que ser fuerte todo el tiempo.

Sus palabras acaban por hacerme sacar ese llanto que tanto había intentado guardar.

No recuerdo la última vez que lloré de esta forma. Gritando como si se me viniera el mundo encima. Pero de alguna manera, me siento más ligero con cada minuto que pasa. Cada lágrima que derramo sobre la tierra parece aliviar un poco más mi corazón destrozado por la pérdida. Y el que Riku esté a mi lado lo vuelve todo un poco más llevadero.

Me hace ver que no estoy solo.

Cuando al fin dejo de llorar, me pongo de pie y ayudo a Riku a levantarse. Él limpia mi rostro antes de besarme y me obliga a reclinar la cabeza en su hombro para acariciar mi cabello.

—Vamos adentro, necesitas descansar. —susurra en mi oído y yo asiento en silencio.

Riku me rodea con sus brazos y caminamos juntos hasta entrar.

Dalia está sentada en la cocina con la mirada perdida en la ventana.

—Dal... —da un brinco y pasa una mano por su rostro.

—Yo... Solo estaba... —me acerco a ella —No sé qué hacer, Inu... Yo...

—Tranquila Dal, no voy a dejarte sola. Descuida —beso su frente —. Ve a dormir. Mañana hablamos.

—No será fácil para ellos, pero estarán bien. Pueden dormir en mi habitación. Yo dormiré con los niños.

—Gracias. Descansa, hermanita.

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En la habitación, permanezco acurrucado entre los brazos de Riku sin poder conciliar el sueño. En cambio, él se encuentra en el limbo, entre estar despierto y estar dormido, acariciando mi cabeza con movimientos cada vez más torpes.

El último hijo de LycaonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora