4. Mandamientos.

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Otro día llego, Meliodas se levantó antes que el hada y fue a limpiar las jarras donde servían el licor, tenía que comenzar con eso y con algo en lo que se supone que era bueno, limpiar las cosas, ya que para cocinar era un asco

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Otro día llego, Meliodas se levantó antes que el hada y fue a limpiar las jarras donde servían el licor, tenía que comenzar con eso y con algo en lo que se supone que era bueno, limpiar las cosas, ya que para cocinar era un asco.

También hacía eso para distraerse, no quería pensar en sus sentimientos, más por el simple hecho de que sentía algo fuerte por el hada... ¿Por qué se había fijado en él? ¿Acaso su destino había cambiado?

Eso era imposible, una maldición de un dios era imposible de quitar.

Pero... ¿Por qué sentía algo por el hada? Se suponía que su destino era enamorarse perdidamente de Elizabeth cada vez que renacía, pero eso cambio poco a poco, pero no supo cuándo, una parte de él se arrepentía, pero otra no ya que lo hacía sentir bien.

La parte que lo hacía arrepentir era porque le había prometido a Elizabeth que la liberaría de su maldición para poder vivir una vida normal entre ellos dos, mientras que la otra parte era porque esta vez le comenzaba a gustar alguien de verdad.

Ya que básicamente la maldición hacía que los dos se enamorasen una vez se vuelven a encontrar, pero... aquello estaba cambiando y raramente lo hacía feliz, estaba feliz de saber que estaba cambiando un poco el curso de su maldición al comenzar a sentir algo por Harlequin.

Aunque quería quitarse esos sentimientos, ya que a Harlequin le gustaba Diane... ¿él podía cambiar eso? No, no podría hacerlo, ya que ellos dos eran sus compañeros, no podría hacer cambiar los sentimientos del chico solo por su felicidad... no era egoísta.

Aunque le doliera por dentro, si Harlequin y Diane se hacen pareja, el solo los miraría sabiendo que la persona que cambio una pequeña parte de su maldición era feliz.

—Aunque... solo espero que sea feliz, haría todo lo que fuera para que King sonría toda la vida —susurro con una leve sonrisa siguiendo con su labor.

Mientras que el pequeño King se encontraba rodando en su cama, no quería despertar, pero tampoco podía dormir y pensaba en que si rodaba para todos lados terminaría durmiendo, cosa que no estaba logrando.

Así que solo se levantó y agarro su almohada, la cual abrazo fuertemente... más porque tenía un olor, cosa que reconoció el cual era el de Meliodas, olía tan bien que no quería soltarla, aunque ignoro eso por unos segundos para ir a la taberna.

Una vez bajo se encontró a Diane hablando con Meliodas, Elizabeth estaba hablando con Ban y Hawk, el pequeño solo sonrió, mientras se acercaba al rubio, quería pasar tiempo con él, aunque no sabía si estaba ocupado.

Así que sigilosamente se acercó y agarro el pantalón del chico, para luego jalarlo un poco llamando así su atención.

—Meliodas. —susurro levemente.

Meliodas al escuchar aquello bajo su mirada tomándose con la mirada dulce del chico, cosa que hizo latir su corazón, sentía que lo iba a matar de la ternura con solo verlo, y más por los pensamientos que tenía antes acerca de él.

¡Harlequin es un bebé!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora