𝑶𝒏𝒆

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Evangeline Lumière

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Evangeline Lumière.

-Hija... Hija... ¡Evangeline!- abrí los ojos asustada. - Al fin despiertas, te estuve llamando por 15 minutos. - dijo mi madre mirándome por el retrovisor. - Ya llegamos. - anuncio.

Mi madre, una bella mujer con un carácter muy fuerte, honestamente me encantaría ser como ella. Ser fuerte, independiente y con corazón de oro, pero no soy así... Soy solo yo.

-Mamá. - la llamé aún medio dormida y ella volteó a verme. - Volví a soñar con él. - dije mientras me bajaba del auto.

-¿Otra vez? - pregunto también bajándose del auto. -Aun no entiendo porque sueñas con esa gente y aun no entiendo por qué no me dejas ver los dibujos de ese muchacho.

-Ya te lo dije mamá. - hable cansada. - Si te muestro sus dibujos tú serías capaz de ponerlo en todos lados hasta encontrar a alguien igual. Además, no es la gran cosa. - le reste importancia.

-¿No es la gran cosa? - pregunto ofendida. - Sueñas con ese muchacho desde los ocho años y jamás se te ha ocurrido buscarlo. Si yo soñara con un joven y apuesto muchacho no esperaría ni 2 segundo de haberme despertado para salir a buscarlo. - solté una pequeña risa.

Mi madre siempre es así. Es como una mejor amiga, pero con muchos años de más y un poco estricta. - Y... ¿Qué te parece? - preguntó mientras veíamos la casa.

-Bueno...- la casa tiene dos plantas, paredes blancas con el tejado negro, grandes ventanas sin rejas. En lo alto se podía observar una ventana circular que daba al ático. La puerta de madera le da un toque rústico y, por último, un garaje donde descansaba el auto de mi madre. - Es bonita y parece acogedora.

-Bueno, al menos es algo. - habló dirigiéndose a la entrada de la casa. - Pueblo pequeño, casas grandes. - sonrió mientras entraba a la casa.

-Vale la pena si tendremos habitaciones propias. - le sonreí ayudándola con las cajas.

-Tienes toda la razón. - asintió. Ambas reímos y terminamos de entrar las cajas. - ¿Porque no vas a ver tu cuarto? - sugirió y salí corriendo escaleras arriba.

Me pare al final de la escalera y mire todo el primer piso. Las paredes eran blancas, el sillón y la mesa del televisor eran negros, las alfombras, estantes, librerías y mesita de café son de color gris. Al pasar la puerta de la izquierda vi la cocina-comedor. Unas grandes ventanas que daban a la calle llamaron mi atención. Las encimeras son de mármol blanco con detalles en negro y el resto era de madera de ¿roble? No lo sé, no soy experta en madera. En cambio, la heladera, horno, mesa y sillas eran en tono café claro.

Mi madre paso a mi lado y habló. - ¿Te gusta? Literalmente elegir la casa por las ventanas. - dijo riendo un poco.

-Son hermosas. - respondí también riendo. Ella sonrió y fue a seguir desempacando, no sin antes dejar un beso en mi mejilla.

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