CAPITULO 4

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Después de varios días, Minho creyó necesarios supervisar personalmente los avances del mocoso. Sorpresa y media fue la que se llevo al entrar al dormitorio donde dormía el cachorro. Para un alfa admitir, aunque fuera para sí mismo, que estaba a punto de caer de rodillas por la simple vista de un culo cubierto por un fino pantalón de piyama de seda, el que parecía ofrecerse como en un sacrificio pagano, era algo difícil de afrontar.

— El cachorro ha mejorado mucho— la voz calma del médico repitió la observación por dos veces, ya que el alfa no lo había escuchado la primera vez.

Minho sacudió la cabeza tratando de poner en línea sus pensamientos, lástima que el joven gatito no quisiera cooperar, ya que lentamente el chico se había dado la vuelta quedando acostado sobre su espalda. La visión del vientre plano, las tetillas endurecidas por el aire fresco que circulaba en el dormitorio, lo estaba llevando a un estado febril.

—¿Estará listo para su primer celo? — El alfa casi se felicito por lograr conectar dos ideas juntas.

Kibum observo a los dos hombres hablando como si él no estuviera presente en la habitación, cubriéndose el pecho con la manta, decidió quedarse allí sentadito a esperar que alguien se acordara de su existencia.

—¿Cuándo me podré levantar de esta cama? — Se atrevió a preguntar sin poder disimular su molestia. Ambos hombres cesaron de hablar, el médico sonrió sintiéndose algo incomodo.

—No seas impaciente—, alecciono el alfa sin demostrar ni un poco de incomodidad— en dos días tendrás que cambiar para que termines de sanar.


Decir que Kibum se puso pálido era quedar corto, el chico parecía un papel — El dolor fue insoportable la última vez que lo intente—, protesto olvidando que Minho se lo podía cenar si se molestaba lo suficiente—¡No lo hare!

El alfa y el gatito se enfrascaron en una guerra de miradas, Kibum no era de los de hacer un gran escándalo ni mucho menos, pero cuando quería podía ser una mierda bastante terca.

—Ya veremos— fue lo único que dijo el alfa antes de salir del dormitorio, seguido por el médico, quedando el cachorro en compañía de Mime.

Minho libero el aire de sus pulmones, llevaba muchos años de no sentirse así, ya hacía mucho que había pasado por su primer celo, como para que su cuerpo se pusiera en esas por la simple vista de un cachorro que todavía olía a leche.

Tratando de despejar su cabeza salió del apartamento que formaba parte de las instalaciones, las que habían sido pensadas más para militares que para familias. Sus dependencias estaban bajo tierra, tres pisos para ser exactos. Con una sonrisa pensó que el joven felino no tenía idea de donde estaba, la ventana simulada que había en el dormitorio de invitados existía para que el cachorro no se sintiera tan encerrado.

MINKEY - Cuando el tigre probo a su gatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora