Cuando despertó se encontró encerrada en una habitación. Se dirigió hacia la única puerta (con el pestillo echado). Entonces vio un cartel: "no abrir bajo ningún concepto, peligro de muerte" En seguida un escalofrío le recorrió el cuerpo, sentía que debía estar allí. Entonces, se fijó en todo lo que había a su alrededor. La pared estaba hecha de ocuros ladrillos llenos de polvo. No había ventanas, el único rallo de luz que había en la habitación era una bombilla que colgaba del techo apuntando a la silla de madera donde se había despertado. No recordaba nada, ¿que habría hecho para estar allí? Metió las manos en los bolsillos y sacó un broche en forma de corazón hecho con gomaeva. No entendía nada, pero lo mejor era arriesgarse a salir por esa puerta antes que quedarse allí el resto de sus días. Se dirigió a la puerta, suspiró, y quitó el pestillo. Seguidamente, empujó con suavidad. Todo estaba negro, dio el primer paso, dio el segundo paso...y cayó. Intentó gritar, pero no pudo. Siguió en el aire durante tres segundos más, entonces, llegó al suelo. El golpe no había pasado desapercibido, parecía haber alguien detrás de ella. Pero no le dio tiempo a girarse, pues sintió un fuerte dolor en la cabeza. Empezó a sangrar, se tiró al suelo y recordó voces, "cielo, lleva a tu hermana al parque, cuidado con los coches"; personas, "hermana te he hecho esto"; objetos, "es un broche con forma de corazón, ¿te gusta?"; y momentos, "¡cuidado, María!" Agarró con fuerza el broche y cerró los ojos. Sí, morir era más fácil que afrontar haber perdido a su hermana.