Por una Pepsi y una Coca Cola

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—No jodas.

—¿Perdón, señor?

—Te estoy diciendo que no jodas. Yo no he pedido esta mierda.

Dave Strider miraba aquella lata como si fuese lo más horrible sobre la faz de la tierra. Quizás era un espectáculo grotesco pero en un nivel irónico superior como el de su hermano. Quizás fuese Dirk el que le haya mandado la bazofia sólo para poner a prueba su nivel de compresión de lo irónico. Como los muñecos coloreados de traseros protuberantes.

Él nunca pediría una Pepsi. De aquel color azul mierda, esas letras tan poco originales en negrita y ese sabor a copia china barata a la que le han hecho burbujitas con una pajita. ¡Una pura mierda en comparación con la Coca Cola! Y por ese odio completamente racional a la bebida sabía que el camarero se había equivocado. 

—Señor, en su comanda figura que usted pidió una Pepsi — replicó el camarero. 

—¿Te ha pagado un tío con unas gafas estilo anime para que me llevaras esto? — señaló a la Pepsi.

—Eh... no. Esto es lo que usted ha pedido — insistió el camarero.

—No. No lo he pedido — Dave seguía en sus trece — Jamás pediría esta bazofia. Yo pedí una Coca Cola.

—Entonces se lo cambio — asintió el camarero. Agarró la pepsi y salió pitando, apurado porque Dave parecía empeñado en hacerle la vida imposible.

El albino resopló. ¿Tan difícil era querer esperar en esta cafetería a tu amiga ciega y chupa-colores? Oh, por Jegus, seguramente se enteraría de que Terezi vino cuando vea una lengua pasar por el cristal. ¡La cafetería es roja! Se va a comer hasta los cimientos. Se recolocó sus gafas de Sol, no vaya a ser que le dé una venada y quiera comerse sus ojos. Otra vez.

Sacó su móvil, y se puso a revisar el pesterchum. Ahí estaba su hermanastra tocándole las pelotas con sus rollos de psicoanalista otra vez. No le malinterpretéis; el rollo de análisis irónico que se trae le mola, son guays, pero simplemente no puede cuando trata de encontrar el origen de cada palabra que dice. Por eso Dirk le parece tan fascinante.

Dave siempre había hablado con Rose. En casa sólo estaban Dirk y él, ya que su padre nunca estaba. Y a Dave le bastaba. Era un apartamento de tíos, con sus bromas irónicas y sus rollos. Con sus espadas en la nevera. Con el muñequito de Saw encima del microondas. Con los culos protuberantes asomando por debajo de la cama, sigilosos y acechantes. Ahora vivía con Roxy y Rose, sólo porque a la madre que nunca conoció le dio la venada de que se fuese con ellos. Ahora había espadas, culos, muñecos siniestros, brujos siniestros y muestras de pasiva-agresión en una espaciosa casa rica. Genial. Eso era ironía, por si acaso no lo notáis.

—Um... señor, perdone — el camarero volvió, con pepsi en mano — No nos quedan más Coca Colas...

—Qué — contestó.

—¿Podría quedarse con la Pepsi? Total, son lo mismo y valen lo mismo...

¿Qué acababa de decir?

Dave lamentó no tener una katana a mano para rajarle. Dave lamentó no tener un peluche de su hermano para restregarle por la cara su grotesco y protuberante trasero. Lo que Dave después no lamentó fue la falta de tiempo para responder, porque aún no lo sabía, pero amó esa interrupción.

—Hey, perdona — un chico misterioso hizo acto de escena.

Dave no lo conocía de nada. Un chico de pelo negro malamente peinado, gafas de pasta negra sobre el punte de la nariz, sonrisa inocente, nariz graciosa. Con una sudadera azul que decía "NICHOLAS CAGE IS LOVE. NICHOLAS CAGE IS LIFE" y una Coca Cola bailando en su mano derecha. La mano se acercó a Dave, en un gesto amigable. 

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⏰ Última actualización: Apr 02, 2015 ⏰

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