La Horrible Cara

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Después de la paliza, incluso el peso de los cubos vacíos lastimaban la espalda y los hombros de Suran. Grue había sido duro con ella por involucrar a Ethan. Sin embargo, no había dejado marcas; los bienes dañados se vendían a precios reducidos.

Al llegar al pozo común de Wayward Street, dejó caer los cubos y se sentó en el borde, mirando hacia atrás por donde había venido. Todavia era temprano, el sol se asomaba entre el techo doblado de la taberna y el torcido edificio al otro lado de la calle. Avon le había dicho que una vez fue una posada, pero eso fue hace mucho tiempo.

Casi podia imaginarlo.

Nadie vivía allí ahora, excepto las ratas y los perros que se las comían. El estado de la posada era indicativo de todo el Barrio Bajo, especialmente de Wayward Street, un callejón sin salida en todos los sentidos.

Desde que Suran tenía memoria, su madre había hablado de Medford y de cómo algun dia lo convertiría en su hogar. Suran imagino que debía ser un lugar hermoso, lleno de hermosos carruajes y casas de piedra. Había soñado que viviría en una de esas hermosas casas con una fuente fuera. Incluso mientras estaba sentado en el borde de pieza del pozo, Suran se maravillo de lo diferente que resultó ser su realidad.

¿Mi madre tenía alguna idea real de hacia dónde nos dirigimos?

Su madre se había dedicado a un solo propósito: llegar a Medford. Ella había hablado de la ciudad durante años. Mirando hacia atrás, Suran ahora entendía cosas que de niño no llego a comprender. Habian viajado solos. Una mujer con una niña a cuestas nunca se embarcaban a cruzar todo un continente por su cuenta, sin una buena razon, incluso si se dirigieran a un paraiso. Ademas, las mujeres Tenkin nunca viajaba sin escolta.

También era extraño el nombre que Illia había elegido para su única hija: Suran. Su nombre nació en la tribu Owanda, y la costumbre dictaba que Suran debería haber recibido el nombre de un antepasado, pero seguramente nadie de su línea de sangre se había llamado Suran. Un nombre bonito, pero no era Tenkin.

Por otro lado, su madre murió en un cuartito mugriento cuando ella solo tenía catorce años. Cuatro días después, donde Suran no había hecho más que limpiarse lágrimas de la cara junto al cuerpo inerte de su madre las últimas palabras que le dijo daban vuelta por su cabeza.

Promete me... promete que iras a Medford como siempre planeamos. Promete que no pararas hasta que llegues ahí y que haras tu vida ahí. Tu debes de hacer lo que yo falle. Tienes que estar ahí para él.

Suran no sabia a quien se refería su madre y nunca más supo de él por medio de ella, pero de todos modos estuvo de acuerdo. Habría jurado casarse con un duende y vivir en una nube si su madre se lo hubiera pedido. Illia murió en esa pequeña habitación en un pueblo desconocido lejos de Calis y Medford. Permitirle a su madre el lujo de morir en una cama había dejado a Suran en la miseria. No tenía suficiente dinero para comida, mucho menos para el entierro. No podía soportar entregar el cuerpo de su madre al guardia de la ciudad, que siempre había sido tan cruel.

Sola en la pequeña habitación, Suran hizo lo único que pudo; ella se sentó y lloró. Casi no había escuchado el golpe en la puerta por sus propias lágrimas.

El hombre de la puerta era alto y delgado y llevaba un bolso de cuero al hombro.

— Disculpa, estoy aquí para ver a Illia. — había dicho cortésmente.

— Mi madre ha muerto. — Suran se secó la cara. En ese momento no se le había ocurrido preguntarse cómo el hombre sabía dónde encontrarlos.

El asintió sin sorpresa.

— Lo siento. — Levantado los ojos hacia la cama donde Illia yacía envuelta en su chal favorito, agregó: — Tu madre solía leer mi palma y la ultima vez no tenía dinero para pagarle. Vengo a saldar mi deuda.

Tempest RiderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora