𝐋𝐚 𝐑𝐮𝐢𝐧𝐚 𝐝𝐞 𝐌. 𝐖𝐞𝐚𝐬𝐥𝐞𝐲 | 𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲

𝙄. 𝙀𝙡 𝙖𝙘𝙩𝙤 𝙢𝙖́𝙨 𝙘𝙧𝙪𝙚𝙡 𝙙𝙚 𝙪𝙣 𝙢𝙚𝙣𝙩𝙞𝙧𝙤𝙨𝙤

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ʳᵇʳᵗˢ.━━

21 de junio del 2019, un día precioso, con el sol en su epítome y el cielo despejado, contrastaba enormemente con las emociones de los presentes.

A pesar de las tradiciones, habían acordado vestir de blanco en honor a las creencias de la mujer.

Uno a uno, dejaban las rosas entre llantos y lamentos. No querían aceptar que se despedían de ella para siempre.

El señor Malfoy aparentaba una serenidad que hizo enfurecer a su hijo. Pero no era porque le desinteresara, sino que había esperado ese día por años, aprendiendo a aceptarlo en el proceso.

Con melancolía en sus ojos, miró al ataúd y luego al cielo. Tan extrañamente hermoso que pensó en que el alma de su esposa ahora se reflejaría en las preciosas nubes y el cielo azul.

Por otro lado, Scorpius estaba a nada de la lanzarse contra su padre, y todo por su insensata necesidad de no contarle temas que debería saber, excusándose con que debía protegerlo.

Para él no era justo que, siendo su hijo, el único, no fueron capaces de decirle la cruel maldición que se llevaría la vida de su madre.

Y ahora, en un ataúd de mármol, en un fino vestido blanco, descansaba serenamente Astoria Malfoy.

<<AMADA MADRE, ESPOSA Y HERMANA. ENCUENTRA LA LUZ Y GUÍATE DE ELLA>>.

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Los días pasaron y parecía que todo volvía a la normalidad. Ya no tenían que pasar noches enteras sin dormir en los hospitales, o viajes enteros en busca de una cura inexistente. La señora Malfoy, aún en su lecho de muerte, le había hecho jurar a su esposo que continuaría su vida y cuidaría de su hijo.

Para Draco ya había pasado lo peor. Aunque su ausencia durante el día lo dejaba afectado, tenía que aprender a continuar por el bien de su familia. Quería ser un buen padre, que Scorpius tuviera la vida que Astoria deseaba para él. Pero, por más esfuerzo que pusiera, parecía que él se alejaba más.

Primero, se alejó de sus amigos. Las eternas pláticas sobre su gran amigo Albus habían desaparecido. Y ahora parecía que él seguiría.

—¿Sabes que me llegan tus notas todos los meses? —preguntó cuando ya no soportó el silencio.

Scorpius, indiferente y aun jugando con su comida, lo miró desganado.

—Desde primero —murmuró—. Dejas mucha correspondencia sin abrir.

—¿Quieres hablar de eso?

El chico, incómodo, se enderezó en la silla y negó con la cabeza.

—Mira, sé que tuviste muchas distracciones este año, o que este no es nuestro mejor momento. Pero hay que intentar, Scorpius, se lo prometimos a mamá.

—... Lo estoy haciendo —contestó molestándose.

—¿Crees que no me doy cuenta de que vas al sótano todas las noches? ¿Que te quedas viendo los artefactos por horas?

—¡Tú dijiste que podía verlos!

—¡Sí, Scorpius! ¡Puedes verlos! Pero pones una cara que me preocupa realmente tus intenciones.

Scorpius abriendo la boca ofendido, miró expectante a su papá.

—¿Tú también? ¿También me tomaras como un mortífago como todos los demás?

Para su disgusto, el hombre no pareció querer refutar aquello. Por lo que, en un arranque de molestia, tiró sus cubiertos y se levantó de la mesa estruendosamente.

—No hemos acabado.

—Yo sí —murmuró.

Y cerrando estrepitosamente la puerta a sus espaldas, Draco sintió cómo poco a poco perdía a su hijo.

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Por una razón inexplicable, al momento de recostarse en el solitario colchón, su mente le trajo sueño, o más bien recuerdos, que hace años intentaba evitar. Llenos de melancolía y un horror que le daba nauseas el solo concebirlos.

A su pesar, notó que la protagonista de ellos tenía los mismos comportamientos que Scorpius empezaba a mostrar.

Y mientras más lo pensaba, parecía que su hijo ahora era una réplica exacta de lo que había pasado hace ya tantos años.

Decidido, se levantó de la cama y salió corriendo al cobertizo. Tal vez se arrepentiría de ello después, pero era hora de dejar de ocultarle cosas a su hijo, y más si estas evitasen un desastre.

Esta vez, no se quedaría a ver cómo acababa.