𝐋𝐚 𝐑𝐮𝐢𝐧𝐚 𝐝𝐞 𝐌. 𝐖𝐞𝐚𝐬𝐥𝐞𝐲 | 𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲

𝙄𝙄𝙄. 𝘾𝙖𝙪𝙩𝙞𝙫𝙖𝙙𝙤𝙧𝙖 𝙚 𝙞𝙢𝙥𝙧𝙚𝙙𝙚𝙘𝙞𝙗𝙡𝙚

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ʳᵇʳᵗˢ.━━

—¿Otro más? ¿Un secreto sobre mi futura muerte, tal vez?

Draco comprendió que sería más difícil que lo que pensaba.

Jugando con el anillo del dedo anular, analizó bien sus palabras antes de continuar.

—Esto es serio, hijo. Me odiaste por guardar secretos que creí te protegerían y ahora estás así, cuando solo hice lo que tu madre y yo acordamos para tu serenidad. Pero ahora ella no está y yo no pienso perderte también —agravó su tono—. Si te digo esto, tendrás que jurarme que lo procesarás, aceptarás y jamás, pero nunca de los nuncas, Scorpius, se lo dirás a nadie. Será algo que solo tú y yo sabremos.

El niño lo miró interesado.

—¿Entonces, por qué querrías contármelo? Si es tan importante como para que solo tú lo sepas.

—Si accedes, entenderás porqué. Pero te advierto que no te gustará y será muy difícil de sobrellevar.

Scorpius sonrió malhumorado.

—¿Y qué gano yo con saberlo?

Apretando los labios, Draco fue el que desvió la mirada sintiendo una presión en el estómago.

—Sé que hay muchas cosas que no me cuentas y no preguntaré por ello —se apresuró, antes que el muchacho interrumpiera—, ya que, al igual que tú, yo también hice cosas que jamás se las dije a nadie. Antes de que tu nacieras, o de estar con mamá, pasé demasiadas experiencias que me las guarde y ¿sabes qué pasó?

Negó.

—Me siguen atormentado, Scorpius. Son contadas las noches en que he tenido paz desde que terminó la guerra.

Scorpius frunció el ceño. No podría estar hablando en serio, si la guerra mágica fue hace décadas y él parecía muy tranquilo como para tener problemas de sueño o depresión.

—¿Mamá lo sabía?

—Claro que no. Jamás se hubiera casado conmigo de lo contrario. Le hubiera repugnado.

Su curiosidad aumentó más.

—¿Tan horrible es?

—Hagamos un trato.

Se estaba jugando el cuello por lo que iba a ofrecerle, pero solo así les vendría la tranquilidad a ambos. Draco por fin estaría en paz.

—Si al final de contártelo, mantienes la cordura y te juras a ti mismo llevarte el secreto a la tumba —suspiró, no había remedio—, tú decidirás la hora y día de mi muerte. Te concederé matarme sin tener represalias, si eso te mantiene tranquilo y sigues con tu vida.

Scorpius abrió se alejó con los ojos desorbitados y una expresión de horror.

—¿Estás loco? —susurró en un hilo de voz— ¿Cómo crees que podría hacer eso? ¡Ni porque te odie podría hacerte algo así!

—Si te digo mi secreto, no estarías tan seguro de eso.

El niño, aun viéndolo horrorizado, dejó caer los hombros en una fuerte batalla mental.

Si bien lo encontraba un maniático por ofrecerle tal crimen, así como así, también supo que estaba tan desesperado por contarlo.

No lo diría en voz alta, pero él también se preocupaba por su padre. Fuera de esa fachada de odio por lo que había hecho, en el fondo esperaba que volviera a ser el mismo de antes que su madre comenzara a enfermar.