📍Año 845, distrito de Shiganshina.
Lo primero que hizo fue abrir sus ojos con mucha dificultad, pero al sentirse demasiado débil los cerró de forma inmediata, sintiendo su cuerpo totalmente entumecido y frío.
Sí, sentía demasiado frío, y justo ahora pensaba que había sido una mala idea recuperar el conocimiento y claro, darse cuenta de su garrafatal error, uno del cual ya no había marcha atrás.
Había ensuciado su apellido con sus tontas desiciones repletas de un sentimiento, uno del cual por años, su familia se había encargado de enterrar.
Eros intentó moverse pero el dolor volvió a recorrer cada centímetro de su cuerpo, por lo que regresó a su posición.
Vuelve a abrir sus ojos, tratando de acostumbrarse a la poca luz que inundaba en sus marrones orbes, sentía como si una estampida de caballos hubiera pasado por encima de él quebrando por completo todos los huesos que tenía su cuerpo de forma lenta y tortuosa, justo como él prefería, un dulce dolor agonizante.
Entonces comprendió que posiblemente su vida se le estaba yendo de entre las manos, sonrió genuinamente, si ese era su final, sería grandioso para él, aunque eso significara dejar a quien amaba.
—Te salvó, inútil —esa voz cargada de una furia descomunal erizó su piel. Abrió por completo sus ojos encontrándose con la figura de Rachel Leone—. Así que no mueras, porque me arrepentiré de esta locura.
—No debió—susurró pesadamente. Su garganta aún ardía, pero continúo—, soy una decepción, ¿no es así, Rachel?
—Sí, lo eres, pero eso significa que aún tienes que encargarte de todo lo que arruinaste, no dejes que su ayuda sea en vano.
📍Año 844, Ciudad Subterránea.
La grandeza era algo que corría por las venas de la familia Läckberg. Era algo que los caracterizaba, siendo grandes líderes y luchadores habilidosos, pero como todos, ellos también poseían ciertas desventajas, su locura y la falta de comprensión para con los demás podrían ser algunas de estas.
Grandeza y locura eran ciertamente características que venían tomadas de la mano.
Los Läckberg no contaban con razones sólidas para vivir y tampoco comprendían el sentir de los demás, esas eran otras de sus desventajas, la falta de comprensión e interés.
Pero Eros, fue la excepción a esta regla en algún punto crucial de su vida. Tal vez cuando experimentó en carne propia lo que significaba morir —casi— o tal vez cuando perdió algo valioso.
Algo que amaba con cada fibra de su cuerpo.
Amar.
Sonaba distante para él aquel término. Le parecía peculiar esa sensación eufórica que se arrinconaba en su pecho y parecía no querer soltarse jamás.
Pero si algo conocía como la palma de su mano, era el dolor, y cada que experimentaba esa peculiar emoción llamada amor, el dolor también se acoplaba.
—¿Me estás escuchando, inútil bueno para nada?—la voz de la azabache irrumpió sus pensamientos, atrayéndolo nuevamente a su fatídica realidad—. Mejor no respondas, creo conocer la respuesta a mi tan estúpida pregunta, Eros.
—Amable como siempre, Rachel. —él le sonrió, pero ella supo que nuevamente estaba pensando en su pasado, uno del cual no recordaba absolutamente nada.
—Debes aterrizar, Eros –ella lo tomó del hombro y emprendió su camino—. Recuerda a qué hemos venido a este mugroso lugar.
Él no respondió.
El vacío volvía a su pecho, sintiendo un hueco, sabía que algo le faltaba pero no comprendía qué con exactitud.
Suspiró y esperó el momento exacto para actuar, uno que no tardó en llegar.
Los engranajes del equipo tridimensional alertaron su llegada, y lo primero que hizo fue actuar impulsivamente, arrojándose directamente al pequeño cuerpo del hombre.
El azabache reaccionó antes de estamparse contra el asfalto, viendo cómo Eros quedó de espaldas a él.
Al momento de darse vuelta, el de cabellos marrones le sonrió antes de volver a lanzarse hacia él con claras intenciones de derribarlo, pero el hombre bajito esquivó cada golpe torpe que Eros intentaba darle.
Él pensó que se debía a las heridas que tenía. Su brazo derecho estaba con una especie de yeso, su brazo izquierdo vendado al igual que su ojo derecho —dejando únicamente el izquierdo para percibir su entorno— y su cuello de la misma manera.
Aún con eso, decidió dar lucha. Lanzó un certero golpe que fue a dar su mandíbula, Eros rió un poco al sentir el líquido carmesí bajar por su boca, y volvió a repetirse una y otra y otra la misma situación donde era Eros quien recibía los golpes.
—¿No te defenderás? ¿Acaso no sabes pelear?
—¿Qué te hace pensar que no sé defenderme? Tal vez solo quiero un poco de dolor, ignoras las increíbles sensaciones que puedes experimentar —sonrió, pero el de mirada grisácea notó el vacío en aquellos ojos y el carente sentimiento en aquella sonrisa—. Te recuerda que aún respiras en este trágico mundo.
Levi no emitió palabra alguna, empezaba a exasperarse, y seguir aquí con el de pensamientos tétricos solo lo hacía perder su valioso tiempo.
—Creo que fue suficiente de charla, necesito que claves ese impecable cuchillo que llevas en mi carótida, ¿crees poder hacerlo?
—¿Qué?
—¿No fui lo suficientemente claro, enano?
Y eso fue la gota que derramó el vaso, Levi llevó a cabo la petición de Eros.
Pero, por un instante, Levi dudó en hacerlo. Eros no se movió de su lugar, ansiando que el filo del cuchillo trazara una línea perfecta y entonces, el bajito vio que un brillo se instaló en los marrones ojos del alto al estar a nada de morir, pero antes de poder lograr su cometido, un hombre alto y de cejas prominentes se interpuso.
—¡Oye, Erwin, estaba apunto de morir a manos de este atractivo hombre bajito!
Y todos detuvieron su accionar, echando una mirada al joven Läckberg, incrédulos pero nada sorprendidos antes sus palabras.
Puede que el primer encuentro entre Levi y Eros no haya sido tan emocionante como se esperaba pero aquí está, espero les guste y nos vemos en el próximo capítulo.
Quiero aclarar que apartir de ahora, habrán saltos en el tiempo que usualmente aclararé.
No olviden votar, se despide Azra.
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悲劇 𝐂𝐀𝐓𝐇𝐀𝐑𝐒𝐈𝐒; 𝗌𝗇𝗄
Sonstiges悲劇 :: ˓𓄹 ࣪˖ ❛ 𝗅𝖺 𝒗𝒊𝒅𝒂 𝒏𝒐 𝖽𝖾𝖻𝖾 𝖾𝗌𝗍𝖺𝗋 𝒆𝒙𝒆𝒏𝒕𝒂 𝖽𝖾 𝒅𝒐𝒍𝒐𝒓 ❜ Eros Läckberg solo pudo pensar en su propia vida, tan trágica pero a le vez tan cómica, la muerte se había burlado de él en incontables veces que había...