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Carmela, iba perfeccionando su técnica con giros y vueltas de sus rizos brotantes, que terminaban colgando del costado de su pañuelo, pues no era capaz de aguantar semejante nido de Urraca.
Su tarea consistía en incorporarse a la tripulación sin alzar atención innecesaria. Aún así, no había hombre en el barco que desconociese su verdadero género.
Eran frecuentes las veces que los piratas la usaban como objeto de burla. Dándole tareas que veían difíciles o poco afeminados.
Más de un compañero se dedicaba a darle consejo. Algunos pedían que imitara el caminar de un varón, otros decían que las cenizas podrían usarse para imitar la oscuridad de una barba y los más pícaros le pedían que llenara sus pantalones...
Sin embargo, esas lecciones no eran las que Carmela había empezado a Valorar.Una sonrisa amable esperaba su llegada. El sol incidía sobre la cubierta y Connor había elegido colocarse sobre un pequeño baúl vacío bajo la sombra del mástil.
Era el Timonel del barco, el verdadero encargado de hacer que tal masa navegase los mares. Junto al Capitán, era quien mejor conocía su funcionamiento.
Su cabello era claro, sus puntas puro rubio aclarado por el sol. Su piel, igual de moreno que el resto de ellos.— Si enrollas el cabo en tu mano es menos probable que se te escape o te dañe cuando incida una ráfaga de viento sobre la mayor. —Anunció Connor, ejemplificando lo que iba describiendo—Vas a querer recogerla con fuerza.
—¿Así?— respondió Carmela cogiendo el extremo y enrollándolo.
—¡Se coge el seno!
—¿El que?— preguntó preocupada por equivocarse con algo que parecía tan simple.
—Lo has cogido por el chicote, el extremo, tienes que dejar algo sobrante por si acaso. El firme es donde se encuentra el nudo, el seno es la zona intermedia.
—No culpes a una mujer por no agarrar los senos en su primer día— rió uno de los hombres que se encontraba limpiando la cubierta — Es más me extraña que eligiera el chicote en vez del firme.
— Solo es una cuerda, no lo convirtamos en nada más—respondió Carmela tajante ante el comentario.
—Un cabo— corrigió firme en su convicción, el timonel.
—Claro, Lo sien...— comenzó a murmurar la joven antes de ser interrumpida por Jakar.
—Deja tus enseñanzas y ven a la carabina de Henry.— Ordenó Jakar con bastante terquedad en su voz—El contramaestre ha solicitado una reunión.
—¿Y el capitán ha complacido su petición?— Interrogó Connor, sorprendido por la naturaleza de tal seriedad.
No obtuvo respuesta, El moreno volvió por donde vino, desapareciendo en lo profundo del Barco.—Discúlpame Car...— dijo Connor levantándose sin tan siquiera mirarle a la cara. Sus ojos postrados en la espalda de Jakar y sus piernas siguiendo su rastro de pisadas sobre la madera.
Carmela siguió practicando sola; nudos, amarres, cabos... Ya no serían un problema.
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—¡Hemos perdido a uno de nuestros mejores informantes! ¿Y para que?¿Un tatuaje?— Gritaba el Contramaestre. Pargo era el hombre más viejo del barco. No se le podía considerar un anciano pero tampoco tenía la energía que poseía Henry.
—Don Cipriano no se atrevería a dejar de vendernos. Conque yo no pise ese burdel, todo debería estar en Orden— Garantizó el Capitán que había sido arrinconado en su despacho y se dedicaba a quitarse el polvo de sus piernas alzadas sobre su cómodo escritorio.