El sable tenía una poética ironía. Su hermosura era completa pero su fuerza, temible. Esa fuerza que la llamaba y se hacía cada vez más penetrante. El sabor metálico sobre sus labios que la reconfortó aquella noche, parecía una droga que debía buscar de forma ansiosa en sus recuerdos. Coger ese arma era un tormento, la constante manifestación de su incapacidad para volver a cortar la carne. Volver a alimentar a la sierpe.
Un tajo... Un revés... Simple a primera vista, mas nunca sabes cómo responderá tu enemigo.
La cubierta había quedado despejada y había tenido tiempo para practicar. Carmela, en su veinteavo intento, cogió el sable para enfrentarse a él.
Entre tanto giro y corte al viento, escuchó el murmullo fanfarroneante de los hombres previamente reunidos con el capitán. El Timonel Connor le ofreció a Carmela una simpatizante sonrisa al pasar, mientras que a este, Pargo le susurraba errático al oído.
Jakar apareció tras ellos con su recurrente terquedad pero en vez de avanzar se quedó parado, mirándola moverse con el arma. La novicia pirata siguió practicando, fingiendo que no lo veía y dando lo mejor de sí de espaldas al muchacho. La sierpe siseó y se trasladó velozmente al antebrazo de la joven, sin un ápice de dolor. El cuerpo de Carmela se llenó de energía y seguridad. Enfrentamiento. Desde el rabillo del ojo pudo ver un pequeño destello del metal de otro sable desenvainándose al sol.
-¡No!- Gruño Carmela, a la vez que se defendía de un ataque a cabeza del joven Jakar. Sin embargo este desvió rápido su trayectoria dándole un pomazo en la boca del estómago.
-¡Maldito!- quejó la joven desde las tablas del suelo, recobrando su respiración, su voz y sus agallas- ¿A que viene eso?
-Se acabaron las lecciones del Timonel, eres mi responsabilidad- Anunció el joven ocultándose tras su largo cabello oscuro- No te hace falta saber más sobre cómo navegar. Solo necesitas tripular y luchar. Órdenes del capitán.- Respondió tendiéndole la mano a Carmela de forma desinteresada
- Sigo sin saber a qué viene- criticó la joven cogiendo la mano del pirata para levantarse. Cuando ya se había estabilizado pero seguía con el control de su mano, la serpiente siseó creando una gran necesidad en ella. Sus pies actuaron rápidos y una precisa patada desestabilizó al joven provocando que se cayera sobre ella.
- ¿Qué haces idiota?- exclamó Jakar en un acento que no le había escuchado con anterioridad. Era un tono casi erudito, como si hubiera incordiado al hijo de un noble. Cierto era que él y su padre siempre se habían mantenido con un porte distinguido a pesar de dónde estaban.
- Demostrarte que cualquiera, idiota o no, puede usar la sorpresa como arma- respondió la zagala a escasos centímetros de la cara de Jakar. La mirada del joven bailoteó nervioso, sus manos a ambos lados de su cuerpo evitando derramarse sobre ella. Carmela, recordando la vil manipulación de las mujeres en el burdel se acercó curiosa a sus labios, el vaho de la proximidad acortando su espacio de seguridad. - ¿Quién iba a darme una lección?
-Él lo hará- interrumpió Pargo que había vuelto con Connor, obviamente no entretenido por la situación- No sé a qué juegas pero ya no eres una cría. No te mereces estar aquí. Lo menos que puedes hacer es facilitarle a los demás su trabajo.
La verdad con la que decía esas palabras golpeaban a la novicia. La frustración del hombre junto al odio con que la miraba empequeñecía su ser. Su estómago se encogía y sus piernas parecían pesar cinco veces más de lo que solían hacer.
- Yo...- susurró Carmela deslizándose de debajo de su hijo.
- Basta- cesó el contramaestre- No quiero escuchar más de tí.- Continuó tras una pequeña pausa en la que su mal humor parecía cambiar. A su mente llegó un recuerdo que lo tenía en sentimiento casi orgásmico- Él capitán desea hablar contigo. No le hagas esperar más. Te advierto que, muy a mi pesar, ya llegas tarde.