Capítulo 1: Génesis.

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Parece que fue ayer cuando mi abuela me hablaba de las tardes anaranjadas de primavera, los campos lucían espectaculares, radiantes entre los tonos rojizos y amarillos que formaban ese anaranjado tan especial que sólo en las tierras de Staunton se podrían observar. Sin embargo el recuerdo más vívido que tengo de mi abuela es aquel en donde se encuentra involucrada la criatura más increíble de la creación, algo tan grande y tan pequeño a la vez que parece una paradoja de la vida. 

Recuerdo que me contaba como corría por los hermosos prados de la granja,descalza, ya que aquellos pastos parecían una alfombra de terciopelo recién adquirida, el viento soplaba y mecía sus cabellos rojos haciéndolos parecer una estela de fuego, su sonrisa radiante y su risa infantil inundaban aquellos campos con vida, pero, ¿Qué es lo que la hacía tan feliz? Ella nunca estaba sola en sus paseos al atardecer, siempre se encontraba rodeada de miles de pequeños colibríes que volaban a su lado, parecía que ella hablaba con ellos y ellos respondían sus cuestionamientos, eran los compañeros ideales de cualquier alma inocente. Danzaban, jugaban, se deslizaban por los aires en una coreografía que sólo la naturaleza podía coordinar. 

Estas pequeñas aves no medían más allá de los 25 centímetros, de hecho el más pequeño que recuerdo haber visto tan sólo medía como 5.5 centímetros, batiendo sus alas casi 70 veces por segundo y su corazón latiendo mil veces en el mismo tiempo; ¿Pero que hacía tan especial este colibrí garganta de rubí de las más de 330 especies de colibríes en el mundo? ... su color... blanco. 

Pero esta historia no es tan feliz como el recuerdo de mi abuela, de hecho,inicia mucho tiempo más atrás, a través del vasto océano y más allá de nuestro continente, en las costas donde surgieron nuestras raíces, en la bella Irlanda. Irlanda es un país mágico, misterioso, con paisajes tan especiales que sólo con estar parado en sus tierras te darías cuenta de lo pequeño que eres en este planeta, de personas alegres y trabajadoras, pero esa alegría no podría ser para siempre.

 Entre los años 1845 a 1851 a las cosechas de papa, uno de los productos y alimentos que sustentaban la economía de Irlanda se vio atacada por una plaga, muchos dicen que por malos manejos en la administración y suministros para cuidar los plantíos, otros dicen que fue una maldición de otra nación por la prosperidad y abundancia que en ese momento gozaba el país y la envidia que le generaba a toda la población no irlandesa deseosa que se le revirtiera esa condición; cualquiera que haya sido el motivo, lo único que provocó fue la gran hambruna que azotó violentamente a Irlanda, provocando la mayor cantidad de muertes de personas y un enorme fenómeno de migración a otros países en donde se perdió a más de un cuarto de la población. Mis ancestros comenzaron a perder todos sus bienes ante esta situación, veían desfallecer de hambre a colegas y vecinos, por más que ellos deseaban ayudara revertir la agonía, todo su esfuerzo no era suficiente y sus recursos también comenzaban a escasear. 

Tomando sólo lo más esencial, reunieron el dinero que les quedaba para comprar un boleto para aquel majestuoso navío que los podría llevar a tierras lejanas, a tierras de esperanza en donde podrían iniciar de nuevo, a levantarse, a poner en alto el espíritu irlandés. Así es que tomaron la lamentable decisión de dejar su patria por salvar lo más importante que les quedaba... su vida.

Con mucha dificultad consiguió los 3 boletos que necesitaba para lograr escapar de la miseria, para él, su esposa y mi bisabuela Niamh, que abordaron la nave con un gran sentimiento de impotencia por abandonar las tierras que los vieron nacer y que les brindaron todo lo que ellos en ese momento eran,sus valores, tradiciones, costumbres y que juraron nunca perder y preservar para las futuras generaciones que nacerían en otro país y así lo cumplirían.

El barco navegó por días, por lo que el miedo a lo desconocido y ese malestar que recorre tu alma y tus venas de pensar como reiniciar tu vida se apoderaban de todos los pasajeros, mi bisabuela era la única que parecía feliz con la travesía, recorría la cubierta de proa a popa y de regreso,  jugaba, imaginaba y reía, mientras veía caras largas, lamentos y sollozos de parte de muchos conocidos y otros no tanto, ella trataba de levantar los ánimos, comentando que donde quiera que estuvieran mientras se encontrarán unidos y trabajaran duro podrían volver a ser felices; en esos momentos tal vez ella era la más sensata de todos los seres humanos que navegaban juntos en esta aventura que no solicitaron vivir, pero ¿Quién le hace caso a una niña de tan sólo 7 años de edad? ¿Cómo alguien tan pequeña podría saber más que un experimentado hombre de campo de 42 o 65 años de edad? Afortunadamente sí había alguien que se sentía inspirado por sus palabras, mi futuro bisabuelo Innis de 8 años.

HummingbirdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora