Capítulo 2 "Haine McCuniff"

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Mi abuela Haine se caracterizaba por ser una pequeña muy brillante, tenía un ingenio bastante avanzado para su corta edad y decían los que la conocieron que emanaba cierto esplendor radiante en su sonrisa y en su personalidad;pero si había algo que más disfrutaba, eran esos paseos por los campos descalza a lado de sus mejores amigos, los colibríes blancos. A la edad de 5 años que más te puede importar en la vida.


Con el paso de los años la relación entre Haine y los colibríes se había vuelto muy estrecha, por lo que ella podía observar ciertos cambios en los ánimos y comportamientos de sus pequeños amigos, lo más difícil fue cuando recién cumplió los 13 años de edad cuando encontró tirados en el piso varios de los cuerpos de los colibríes sin vida, los examinó y no notó nada raro en ellos, ella esperaba encontrar signos de alguna enfermedad o de algún depredador pero parecía inexplicable como colibríes sanos y la mayoría jóvenes se encontraran muertos.


Ella recuerda de relatos de días posteriores a la aparición de los cuerpos sin vida de sus amados colibríes que había fuertes nevadas en algunas regiones del país y en otras tanto inundaciones jamás antes vistas, pero para el lugar donde se encontraban era muy poco que el frío intenso o la lluvia torrencial hubiera sido la causa de tal fenómeno; por lo que se dio a la tarea junto con su madre a construirles refugios, una especie de nidos circulares rellenos de hilos de ovillos de lana para conservar el calor y así protegerlos de la intemperie, a lo que sus alados amigos aceptaron gustosos y rápidamente fueron poblando esas habitaciones por las noches; la demanda era más fuerte que el tiempo que se tardaban en construir esos nidos, pero con ahínco y pasión pronto tendrían toda una zona poblada de esos multifamiliares.


A pesar de todo su esfuerzo, había meses que aún aparecían más cuerpos en el suelo y la población de colibríes no parecía aumentar, así es que redoblando esfuerzos, ahora crearon unos recipientes colgados de los árboles para alimentarlos, con una combinación de agua pura y azúcar que parecía la delicia de los inquilinos, con esto Haine pensaba que ya no morirían de desnutrición si esa fuera la causa de su deceso.


Desafortunadamente la mortandad de los colibríes continuaba, unos meses era una cantidad considerable y otras solo uno, por lo que se decidió llamar al veterinario del pueblo el doctor Whelan Gleeson. El doctor Gleeson se caracterizaba por ser siempre una persona muy alegre, le gustaba y apasionaba su trabajo, a pesar de su corta edad, terminó sus estudios en veterinaria y puso un consultorio a las afueras de Staunton para velar por la salud y bienestar de los animales de granja de las personas que solicitaban sus servicios, por lo que Haine acudió a contratarlo.


Lo que no sabía mi abuela en ese momento es que a sus 16 años conocería el amor. Después de andar un camino de 30 minutos de la granja McCuniff al consultorio, Haine se sentó en el vestíbulo del consultorio esperando a que se desocupara el doctor, se quitó los zapatos y empezó un pequeño masaje a sus delicados y pequeños pies, en ese mismo instante, se abre la puerta del consultorio y aparece el doctor Gleeson, Haine se puso mucho más roja de lo que por si ya era por su cabellera, pero esta vez hacía juego perfecto con sus mejillas que estaban encendidas de la pena por haberla encontrado en tan bochornosa situación, de un salto se puso de pie y se presentó torpemente ante el médico, por lo que él solo sonrió y bromeó con la situación para hacer sentir en confianza a Haine.


Una vez dentro del consultorio Haine le explicó la situación por lo que tomaron la determinación de acudir a la granja para examinarlos de cerca, el doctor tomó su maletín médico y abordando su caballo galoparon juntos por el camino rural hacia la granja McCuniff; ella abrazándolo sentía que flotaba en las nubes,desearía que el camino fuera más largo para que este momento durara mucho más, pero diez minutos después el paseo había terminado.

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