Pociones e historias

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—Allí, mira.

—¿Dónde?

—Al lado del chico alto y pelirrojo.

—¿El de gafas?

—¿Has visto su cara?

—¿Has visto su cicatriz?

—Recuerdas lo que dijo el sombrero

—Sí, ¿crees que sea cierto?

Los murmullos siguieron a Harry desde el momento en que, al día siguiente, salió del dormitorio. Los alumnos que esperaban fuera de las aulas se ponían de puntillas para mirarlo, o se daban la vuelta en los pasillos, observándolo con atención.

Harry deseaba que no lo hicieran, porque intentaba concentrarse para encontrar el camino de su clase, pero considerando los hechos sería raro que no lo hicieran. Eso no evitaba que se sintiera como una rata de laboratorio y la constante necesidad de vomitar cada vez que lo veían.

Hubiera deseado que el sombrero no hubiera dicho nada, sentía piedras en el estómago y un miedo constate a fracasar cuando todos se dieran cuenta que no era nada de lo que esperaban. 

Después de pedirle a un alumno que le indicará la lechucería Harry había enviado la lechuza con Hedwig, no sabía si Ginny aún quería hablar con él o si por el contrario lo había olvidado. Pero tendría que esperar para saberlo. Recibió la respuesta al día siguiente, con una muy buena explicación acerca de los medios de comunicación mágicos.

Las clases por otro lado eran un suspiro de alivio, allí nadie le prestaba atención porque tenía que concentrarse en sus propias tareas, los profesores eran geniales y rara vez lo veían como un enigma estelar.

Tenían que estudiar los cielos nocturnos con sus telescopios, cada miércoles a medianoche, y aprender los nombres de las diferentes estrellas y los movimientos de los planetas. Tres veces por semana iban a los invernaderos de detrás del castillo a estudiar Herbología, con una bruja pequeña y regordeta llamada profesora Sprout, y aprendían a cuidar de todas las plantas extrañas y hongos y a descubrir para qué debían utilizarlas.

Pero la asignatura más aburrida era Historia de la Magia, la única clase dictada por un fantasma. El profesor Binns ya era muy viejo cuando se quedó dormido frente a la chimenea del cuarto de profesores y se levantó a la mañana siguiente para dar clase, dejando atrás su cuerpo. Binns hablaba monótonamente, mientras escribía nombres y fechas, y hacia que Elmerico el Malvado y Ulrico el Chiflado se confundieran. Harry decidió en la primera clase que no lograría aprender nada con ese profesor, así que uso la materia para hacer alguno de sus deberes, ya leería el libro más tarde.

El profesor Flitwick, daba la clase de Encantamientos, era un brujo diminuto que tenía que subirse a unos cuantos libros para ver por encima de su escritorio. Al comenzar la primera clase, sacó la lista y, cuando llegó al nombre de Harry, dio un chillido de excitación y desapareció de la vista.

La profesora McGonagall era siempre diferente. Harry había tenido razón al pensar que no era una profesora con quien se pudiera tener problemas. Estricta e inteligente, se convirtió rápidamente en su profesora favorita, les habló en el primer momento en que se sentaron, el día de su primera clase.

—Transformaciones es una de las magias más complejas y peligrosas que aprenderéis en Hogwarts —dijo—. Cualquiera que pierda el tiempo en mi clase tendrá que irse y no podrá volver. Ya estáis prevenidos.

Entonces transformó un escritorio en un cerdo y luego le devolvió su forma original. Todos estaban muy impresionados y no aguantaban las ganas de empezar, pero muy pronto se dieron cuenta de que pasaría mucho tiempo antes de que pudieran transformar muebles en animales. Después de hacer una cantidad de complicadas anotaciones, dio a cada uno una cerilla para que intentaran convertirla en una aguja. Sorprendentemente Harry lo logró a la primera, ganándose cinco puntos para Gryffindor, Hermione también logro transformarla y la profesora McGonagall parecía excepcionalmente feliz.

Harry Potter y la Sangre del PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora