Nace el trio de oro

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Al día siguiente en el desayuno Harry le habló a Ron del paquete que había sido llevado de Gringotts a Hogwarts, y pasaron largo rato preguntándose qué podía ser aquello para necesitar una protección así.

—Es algo muy valioso, o muy peligroso —dijo Ron.

—O las dos cosas —opinó Harry

Pero como lo único que sabían con seguridad del misterioso objeto era que tenía unos cinco centímetros de largo, no tenían muchas posibilidades de adivinarlo sin otras pistas. Ni Neville ni Hermione demostraron el menor interés en lo que había debajo del perro y la trampilla. Lo único que le importaba a Neville era no volver a acercarse nunca más al animal.

Hermione se negaba a hablar con Harry y Ron. Pero lo que realmente deseaban en aquel momento era poder vengarse de Malfoy. Atrás quedó lo de tratar de llevar la fiesta en paz, no iban a dejarse amedrentar por un rubio engreído. Pero para su mala suerte aquel día les tocaba clase de pociones.

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Las cosas no iban bien para los Gryffindor en la clase de Pociones. Snape los puso en parejas, para que mezclaran una poción sencilla para curar forúnculos. Se paseó con su larga capa negra, observando cómo pesaban ortiga seca y aplastaban colmillos de serpiente, criticando a todo el mundo salvo a Malfoy, que parecía gustarle. En el preciso momento en que les estaba diciendo a todos que miraran la perfección con que Malfoy había cocinado a fuego lento los pedazos de cuernos, multitud de nubes de un ácido humo verde y un fuerte silbido llenaron la mazmorra.

De alguna forma, Neville se las había ingeniado para convertir el caldero de Seamus en un engrudo hirviente que se derramaba sobre el suelo, quemando y haciendo agujeros en los zapatos de los alumnos. En segundos, toda la clase estaba subida a sus taburetes, mientras que Neville, que se había empapado en la poción al volcarse sobre él el caldero, gemía de dolor; por sus brazos y piernas aparecían pústulas rojas.

—¡Chico idiota! —dijo Snape con enfado, haciendo desaparecer la poción con un movimiento de su varita—. Supongo que añadiste las púas de erizo antes de sacar el caldero del fuego, ¿no?

Neville lloriqueaba, mientras las pústulas comenzaban a aparecer en su nariz. Harry se preocupó seriamente por el estado de su amigo.

—Llévelo a la enfermería —ordenó Snape a Seamus. Luego se acercó a Harry y Ron, que habían estado trabajando cerca de Neville. —Tu, Hadrian Potter. ¿Por qué no le dijiste que no pusiera las púas? Pensaste que si se equivocaba quedarías bien, ¿no es cierto? Éste es otro punto que pierdes para Gryffindor.

Desde que habían comenzado la clase Harry ya había perdido cinco puntos, pero se juró reemplazarlos en las otras materias, mientras se esforzaba por no reclamar, Ron a su lado se mantenía tenso, igual de furioso que él.

Querían denunciar a Snape a cada segundo, pero una vez que las mentes frías prevalecieron, explicaron a todos que eso perjudicaría a los estudiantes en sus TIMOS y EXTASIS lo que llevó a muchos a pensar que lo que se necesitaba era otro profesor de pociones dispuesto a tomar el puesto. Muchos alumnos seguían reticentes a ir a clase de pociones, algunos fingían enfermedad por el temor de que Snape pudiera leer sus mentes, mientras Harry encontró lo que necesitaba en la biblioteca del baúl. Siendo secundado por Ron para aprender lo más rápido posible.

Neville fue sanado rápidamente por la enfermera y salió de ahí interesado en bloquear su mente de Snape, al menos cuando le explicaron que no se necesitaba magia y que era difícil de aprender pero que no contenía riesgos.

El Domingo escribió una carta a Ginny escribiendo todo lo que había pasado de manera superficial, pero recalcando que esperaba hallar un profesor de pociones lo más pronto posible. Recibió su respuesta el lunes junto con una explicación bastante detallada de la limpieza de un hogar mágico.

Harry Potter y la Sangre del PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora