La Redada

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Capítulo 14

La redada

Sherlock estaba sentado en su sofá, en silencio, pensativo. John lo miraba preocupado. Desde que había vuelto de la mansión Pearl, Sherlock se comportaba de manera extraña. Normalmente ya habría tomado alguna decisión, incluso a estas alturas ya debería haber resuelto el caso. Sin embargo, Sherlock estaba taciturno, y cada vez que Watson le sacaba el tema, Sherlock respondía con un ademán, ignorando deliberadamente la pregunta.

-Si no tienes pistas para continuar, deberíamos empezar a atender los casos pendientes. La gente hace cola en la puerta y tú has decidido que no estás para nadie- comentó John intentando hacer que Sherlock volviese a la realidad.

-No, John, necesito ordenar mis ideas. Este caso se ha vuelto personal, no es uno más. Me está afectando porque he encontrado a una adversaria digna, y porque no estoy seguro de si está involucrada o no… de momento – musitó Sherlock.

John estaba preocupado y comenzó a recopilar en voz alta la información de la que disponían, algo que siempre lograba que Sherlock recondujese sus pesquisas.

- A ver, está claro que lady Pearl es sospechosa, podría ser algún otro miembro de la familia, pero es difícil viendo que toda la empresa la está gestionando ella…- empezó John

- Tampoco podemos descartar a su personal- interrumpió Sherlock – y sigo pensando que su gerente no es trigo limpio, mi instinto me dice que es un sospechoso más que plausible. Además, teniendo acceso a tanta información y privilegios, sería muy fácil extralimitarse en sus funciones… pero no estoy seguro de si lady Pearl está al tanto de sus tejemanejes…- Sherlock estaba profundamente concentrado, con la mirada perdida y las puntas de sus dedos juntas, apoyadas en el perfecto arco de su labio superior.

-Llama a Lestrade- dijo Sherlock de repente, como si hubiese recibido la inspiración que necesitaba- Como siempre mi inestimable amigo, eres tú el que arroja luz en la oscuridad. 

-¿Y qué le digo Sherlock?- preguntó John visiblemente halagado.

-Dile que tiene que organizar una redada.

***

Christine abrió la puerta molesta cuando escuchó las sirenas en la puerta. Al salir al jardín vio a un equipo de Scotland Yard que se dirigía hacia ella, encabezados por Lestrade.

-Buenas tardes Lady Pearl- dijo Lestrade sonriendo- Hemos venido con una orden de registro, ya que existen sospechas fundadas de que en esta casa se guarda información relevante para un caso de narcotráfico y posiblemente también de asesinato.

-¿Disculpe inspector? ¿Cómo ha dicho? – contestó Christine incrédula. – ¿Y puedo saber quién es la fuente de toda esa sarta de mentiras?

-No es de su incumbencia señorita- respondió Lestrade- Ahora si me lo permite, me gustaría revisar su despacho y sus ordenadores.

Christine sabía perfectamente a quién debía el placer de la irrupción de la policía en su casa. Mientras permitía que los agentes la invadiesen, con total confianza de que no encontrarían nada que la incriminase, pensaba al detalle cómo iba a vengarse de Sherlock Holmes. Este hombre estaba muy equivocado si pensaba que las cosas iban a quedar así.

***

Sherlock estaba sentado en la oficina de Lestrade esperando el resultado de la redada. Se retrasaban. Sus largos dedos tamborileaban sobre su rodilla, evidenciando su impaciencia. De repente, escuchó cómo el equipo volvía a la comisaría. Lestrade abrió la puerta de su despacho, miró a Sherlock con desesperación y se sentó en su sillón.

-¿Y bien? – inquirió Sherlock con una mirada reprobatoria.

-Nada- respondió Lestrade- esa mujer está limpia. Hemos revisado toda la documentación y los ordenadores y está todo en regla. No hay ningún indicio de que se esté haciendo nada de forma ilegal, ni tampoco de que sus investigaciones se estén probando de alguna manera en personas. Te has equivocado Sherlock, al menos en este punto.

Sherlock había estado escuchándolo mientras su enfado iba subiendo poco a poco hasta que explotó.

-¡Sois inútiles!- exclamó con furia- os dije hasta lo que teníais que buscar, una carpeta que se llama Chris marcados, yo la vi con mis propios ojos en la fiesta. Si había una copia en el ordenador de la mansión de Candem, la información debe estar completa en los archivos que guarda en su casa. Pero por supuesto no lo habéis visto, ya ni siquiera veis. 

Lestrade lo miraba incrédulo, sintiendo un deseo cada vez mayor de partirle la cara a aquel hombre. Había perdido toda la mañana y además había quedado en ridículo delante de una poderosa familia londinense. Y el culpable de todo aquello solo sabía quejarse de su ineptitud.

-Sherlock, márchate ahora, si no quieres que te haga saltar los dientes- gruñó Lestrade conteniéndose- te has equivocado y punto. Y yo ahora voy a pagar las consecuencias. Tendré que presentar un informe que dejará en evidencia que hemos ido allí sin ninguna prueba concluyente. Espero que esto no me cueste el puesto.

-Me iré, claro que me iré, pero directamente a la mansión, y te demostraré Mike que estoy en lo cierto- Sherlock se dio la vuelta muy enfadado y salió del despacho. Lestrade se quedó preguntándose por qué diablos nunca recordaba que se llamaba Greg.

Perdiendo el controlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora