ATSUMU MIYA ꒷꒦ VIOLENCIA

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🏁au! Señores del Inframundo.

       Ellos no siempre fueron los bien llamados Señores del Inframundo, no valían por las anchas del subsuelo y coronaban marginados a los seres desgraciados. Mucho tiempo atrás, antes del desastre, no existían otros guerreros que pudieran pasearse por el Olimpo con el orgullo de un Señor. Solían ser aquellos creados y predilectos por Zeus, los guardias de éste. Pilares esenciales en la monarquía de los Dioses. Y pudo mantenerse así, de no ser por el mismo venenoso orgullo, que como los levantó, también los hizo caer. Cuando Zeus prefirió encargar a una mujer, Pandora, a custodiar la valiosa caja dimOuniak que albergaba a los peores demonios, los guerreros lo sintieron como una ofensa a sus largos años de servicio. Como si no fueran ellos dignos de la tarea. Y quisieron hacerle ver a los dioses la toma de su mala decisión, que ella no estaba calificada para ésa misión, tontamente robándole la caja, abriéndola y planeando encerrar de regreso a todos los demonios para demostrarlo, y demostrar su valía.

  Pero por primera vez, los guerreros fueron derrotados. Los demonios imparables. Y Zeus, indignado por la masacre que provocaron al haberlos liberado, maldijo a todos los guerreros; como responsables, llevarían la carga de albergar cada uno un demonio dentro de sí. Ése sería su castigo, su tormento durante su existencia inmortal a partir de ése momento, desterrados del Olimpo.

   Caídos a la tierra, lejana a cualquier civilización moderna, el grupo de guerreros atravesó largo tiempo antes de ser uno con sus demonios, de contenerlos apropiadamente. Sucumbieron a los deseos de las criaturas y demolieron pueblos enteros por su sed de desastre. Desataron ira, enfermedades, caos hasta que lograron estabilizarse y aceptar su maldición. Su atadura eterna.

  Atsumu albergaba el demonio de la Violencia. Habitaba en él los deseos inacabables de herir, mutilar, matar hasta saciar al espíritu. Y para hacer más peso, no era su única maldición. Cada noche llegaba la muerte, lenta, dolorosamente, y cada mañana, Atsumu se despertaba en su cama sabiendo que tendría que morir de nuevo más tarde. Arrastrando a otros dos guerreros a su infinito martirio; los que albergaban a los demonios de Dolor, y Muerte.  Todas las medias noches Dolor debía atravesarlo seis veces con una espada como lo había hecho Atsumu con Pandora en aquellos tiempos, y una vez sin fuerzas para luchar, su amigo Muerte lo llevaba al Inframundo dónde debía dejar su cuerpo quemarse y recuperarse en un ciclo infinito hasta la mañana siguiente.

  Se rumoreaba entonces, entre el actual Budapest, que más allá de la colina existían seres divinos que sólo bajaban únicamente para llevar bendiciones a la ciudad, cuidándolos desde las sombras, misteriosos, hermosos. Sin idear que eran reales demonios. Los habitantes de aquella parte de la ciudad se mantenían a distancia, llenos de reverencia y respeto. «Ángeles» había oído una vez, cuando se había encontrado con un mortal.

  Si ellos supieran...

   Budapest tenía una belleza majestuosa. Tenía el encanto de lo antiguo y los placeres modernos, pero él siempre se había sentido ajeno a la ciudad, ajeno al barrio del castillo y a los bares y discotecas. Ajeno a los puestos de verdura y fruta y ajeno a la gente. Quizás aquella sensación de alejamiento se desvanecería si recorriera la ciudad, pero al contrario que los demás, quienes podían pasear a placer, él estaba atrapado en la fortaleza, como seguramente había estado Violencia en la caja de Pandora tantos siglos atrás. No se hallaba a sí mismo desde que fue unido al demonio, y sólo podía mantenerse odiando a sus adentros a aquellos dioses que los habían castigado.  Sólo podía esperar llegar la hora cero, cuando su demonio ganaba y debía ser asesinado por sus propios amigos. No ansiar nada más porque por las noches, su agenda en las llamas del infierno estaba llena.

INSANE ー HAIKYUUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora