Élite; Bangpink.

♡┊Ocho.

Las cuatro estaban en la oficina del director, explicando lo sucedido.
Aquel hombre alto e imponente estaba sentado en su silla, tratando de analizar que debía hacer.

— Tienen que hacer algo. — habló Jisoo.

— Con la muerte de BamBam y la de la chica nueva la reputación de la escuela se irá a la basura.

— ¿Cuál reputación? La escuela es conocida por tener el índice más alto en suicidios, no está perdiendo la reputación. — dijo Jennie desafiante.

— Llamaremos a la policía y se hará un interrogatorio, es todo lo que puedo decirles, vayan a sus habitaciones.
Habrá toque de queda, nadie sale a menos que les toque declarar.

Jennie bufo y se dió la vuelta, dispuesta a salir de ahí.

Jisoo se despidió con una reverencia al igual que Rosé, para después seguir a Jennie.

— Odio esta escuela, si no fuera la mejor de Asia, ya me habría ido. — sentenció la castaña, notablemente enojada.

— Y también te quedas porque nos amas. — dijo Rosé, abrazando a sus dos amigas presentes.

— No importa que, siempre estaremos juntas, nosotras contra la Élite. — sonrió Jisoo en medio del abrazo.

Ambas chicas hacían sentir a Jennie tan afortunada, la hacían reír, la hacían enojar de vez en cuando y sabían perfectamente como calmar cualquier ataque de pánico que pudiera tener.

La conocían perfectamente, la cuidaban y la amaban así, se sentía afortunada de tenerlas, a las tres.
Aunque Lisa no estuviera presente, sabía que siempre serían ellas cuatro contra todo, siempre fue así y lo seguiría siendo.

Sus mejores amigas eran todo para ella, eran aquella familia que jamás tuvo, aquella que a pesar de no tener lazos de sangre, la hacían sentir en casa, no es que Jennie no tuviera padres, definitivamente los tiene.

El problema con ellos es que siempre la dejaron en segundo plano, su hermano mayor era el ejemplo a seguir, el perfecto presidente del consejo estudiantil, en sus tiempos de colegio.

Siempre que su hermano lograba algo terminaban diciendo "¿Porqué no puedes hacerlo tú también, Jennie?".
Claramente Jennie era mucho menor que su hermano, ¿Cómo carajos lograría lo mismo?

Los insultos le siguieron a esas preguntas tontas, haciéndole creer a la castaña que era una inútil, que no servía para nada y que debía superar a su hermano.

Siempre la compararon con él, ella no quería ser igual a ese chico tonto, ella sería mejor, demostrar que no tiene que ser como él para tener éxito.

El sonido de unos zapatos interrumpió a las chicas, quienes miraron a aquel pasillo, separándose de su abrazo.

Ahí estaba Lalisa, a unos tres metros de ellas, un silencio incómodo invadió el ambiente, la pequeña pelinegra se había quedado congelada.