Epílogo

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Las manecillas del reloj habían marcado las once de la mañana en el momento en que la policía decidió salir de la casa de los Stotch. Algunos de los agentes se giraron una última vez para mirar a la mujer que, con las manos cubriéndole el rostro, permanecía sentada en uno de los sofás en una postura que se tacharía de incómoda.

La puerta de la casa se cerró y Linda se quedó apoyada contra la puerta. Toda la policía se había ido, después de dar la mala noticia. Le llegaba el lejano rumor de un llanto que reconoció como el de su hijo Leopold. En cambio, Marjorine, era la única que permanecía serena en aquella casa: de brazos cruzados y sin romper su máscara de seriedad, que tanto esmero se había esforzado en construir en aquel horrible mes.

Un mes.

Sólo había pasado un mes desde que el periódico local anunció la repentina desaparición de un adolescente de dieciséis: Kyle Broflovski, desaparecido en el mes de julio. Se había hallado una de sus deportivas en el bosque de South Park. Y si bien la policía se había concentrado en conseguir pistas alrededor del lugar donde encontraron el calzado, no habían conseguido sacar nada en limpio. Lo único que tenían era esa deportiva. Ni restos de sangre, ni un mísero pelo, nada. Nada que pudiera resolverles sus pesquisas.

Por eso, después de un mes de intensa investigación, de rastrear el pueblo de arriba a abajo y de avisar a los pueblos cercanos de la desaparición del chico, la policía había decidido cerrar el caso y archivarlo como "imposible." Lo más seguro es que el pobre chico hubiera sido devorado por una manada de lobos salvajes o algo peor. Y, aquella suposición, había hecho que Sheila Broflovski se debatiera entre llantos y gritos de puro dolor. Su hijo, su pequeño bubba, su Kyle, devorado por animales. Era imposible de creer, pero era la única teoría que barajaba la policía. Pero Sheila no seguía sin hacerse a la idea de ello.

Algo en su interior le decía que su hijo mayor no podía estar muerto. Que podría estar en algún lugar de las profundidades del bosque de South Park. En cualquier sitio, pero su pequeño debía de estar vivo. Ella no podía hacerse a la idea de haberlo perdido para siempre. Soñaba con poder volver a tener a su hijo a su lado.

Sheila contuvo otro gemido y se quitó las manos de la cara. Sintió el amoroso abrazo de su hijo Ike, la mano amigable de Stephen y los ojos de Tweek sobre ella. Ellos tres le habían brindado su apoyo durante ese insufrible mes y Sheila se lo agradecía. Nada mejor que la ayuda y el consuelo de tus seres queridos para superar las desdichas.

Era consciente que Gerald también estaba pasando el duelo como podía. Desde la desaparición de Kyle, su esposo se limitaba a salir de la casa y desaparecer durante horas y horas, hasta bien entrada la noche. Cuando volvía, le preguntaba a dónde había estado, pero el hombre sólo se limitaba a decir que "dando una vuelta." Sheila no era tonta. Sabía perfectamente que su marido estaba organizando una investigación paralela a la oficial, indagando donde la policía no llegaba... o no quería llegar. Rezaba para que Gerald no se estuviera metiendo en nada turbio...

Lo que no entendía era la insistencia de Stephen y Tweek en que la policía interrogara a Mephesto y a un tal Garrison, sobre el caso de su hijo. Es más, los agentes de la ley habían registrado la Casa de Acogida entera, sin encontrar nada.

Y, al parecer, eso había disgustado a Stotch y al joven rubio, quienes no paraban de decir que los culpables de todo eran los de esa Casa de Acogida. Pero sin pruebas, no se podían juzgar a los que vivían allí. Y para desgracia de Tweek y Stephen, ellos no poseían ningún indicio.

- Sheila... - susurró Stephen.

La mujer alzó la mirada nuevamente y soltó un prolongado suspiro de cansancio. No había dormido bien y eso se notaba en sus ojeras. Stephen apretó los labios, conteniendo una maldición.

Entre Sueños (Cryle)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora