3. Sonrisas De Mandarina

674 75 130
                                    

En la televisión no ponían nada interesante: las repeticiones de programas humorísticos del año de Maricastaña eran los que más abundaban. Esos programas, sumados a los incontables dibujos animados, para aquellos niños que se acababan de levantar y aún no querían salir de casa, eran lo único que había en la televisión por las mañanas en las vacaciones de verano.

Kyle, postrado en su cama, haciendo zapping con el mando a distancia, se decía a sí mismo que debería apagar la "caja tonta". Pero no podía por la sencilla razón de que no había nada mejor que hacer. El libro que le había regalado Mephesto resultó ser muy aburrido y no tenía nada más para leer.

No podía moverse, ya que tenía el pie vendado. Al final, la torcedura había llegado a ser más grave de lo que él había supuesto.

La puerta se abrió, dejando paso a Ike, con una bandeja del desayuno. Llegó hasta su hermano y dejó la bandeja a un lado, sentándose con ella en la cama. Kyle no le miró en ningún momento, seguía mirando la televisión.

- Mamá está preocupada. - comentó, intentando entablar conversación con el mayor.

Kyle asintió.

- Pienso que deberías decirle cómo te hiciste eso en la pierna.

- Piensas demasiado, ¿no?

- Kyle, no actúes como un crío. Díselo, y te dejará en paz de una buena vez.

El pelirrojo se dignó a dirigirle la mirada.

- Tú a mí no me mandas, ¿vale? Déjame, por una vez, hacer lo que me dé la gana.

Ike no respondió. Dejó la bandeja y se levantó de la cama.

- No seas necio, y díselo, hermanito. - y cerró la puerta.

Kyle mantuvo la mirada fija en la puerta, teniendo un debate mental entre contárselo o no a su madre.

Su hermano menor tenía toda la razón del mundo. Pero entonces, ¿a qué le tenía miedo? Decir que "a su madre" sería una vil mentira, aunque antaño lo pareciese.

Era justamente ahora cuando Kyle podía sentir la llamada "libertad", esa de la que fue privado es su más tierna infancia. Odiaba la sobreprotección a la que fue sometido por su progenitora.

Esta era su oportunidad de lucirse, y de demostrarle a Sheila que podía arreglárselas sin problemas. Sin "madres" de por medio.

Todavía recuerda la pequeña charla que tuvieron antes de iniciar sus vacaciones.

Su madre le "concedía" más "responsabilidad", a cambio de que mantuviera un comportamiento ejemplar. Obviamente, Kyle aceptó sin rechistar, más feliz que una perdiz.

Pero parecía que dicha libertad se iba a acabar más pronto que tarde.

- Si es que soy un puto desastre... pensó.

Suspiró y se recostó en la cama, empezando a pelar las mandarinas que su hermano le había dejado en la bandeja. El líquido de la fruta se escurrió entre sus dedos, mientras miraba la televisión, aburrido.

Entonces, un suave golpe en su ventana llamó su atención. Miró por la ventana, pero no vio nada. Pero el golpe se volvió a producir y se fijó en que eran piedrecitas que golpeaban el cristal.

Con algo de esfuerzo, fue hasta la ventana y la abrió, llegando hasta él el olor a bosque y a mar. Bajó la mirada y no pudo reprimir una sonrisa al ver a Craig en el jardín de los Stotch. Éste levantó una mano, saludándolo.

- ¿Qué haces aquí? - le dijo Kyle, sonriendo.

Craig dejó de saludarlo.

- Normalmente se dice "Hola".

Entre Sueños (Cryle)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora