3. Alexandria.

626 65 33
                                    

—Hey, ¿estás bien?—la llamada serena de aquel chico con el sombrero me hizo abrir la boca dispuesta a decir un par de cosas por las cuáles no estaba para nada bien, entre ellas, la más importante era que el ballestero habia vuelto a poner su arma en mi cabeza con un sentimiento lleno de furia que yo pude reconocer al instante—Detente Daryl, ella no tiene la culpa de nada—ordenaba nuevamente casi de forma autoritaria mientras el sujeto lo observaba atentamente—Baja tu arma y déjala en paz.

—¿En dónde estabas?—soltó Daryl señalandolo, parecía ser casi cómo un regaño—Te busqué por todas las zonas posibles durante toda la noche y no encontré ni una pista tuya. ¿Sabes qué tuviste a todo el grupo preocupado por ti?

—Perdónenme por eso—había respondido el tal Carl con rapidez y sin una pizca de burla, parecía tenerle respeto al hombre que poseía la ballesta y viceversa, era extraño presenciar aquella actitud ya que conmigo se había comportado de otra forma—Tuve que refugiarme en una cabaña del oeste durante la noche y traje un par de cosas para la despensa, perdón por haberlos preocupado.

Mi mirada prácticamente se enfocó en Rick Grimes, se suponía que él era su padre, sin embargo se había mantenido callado durante la conversación que el ballestero estaba manteniendo con su hijo, el hombre tan solo tenía una expresión tranquila en el rostro y parecía no estar enojado.

—Tu y yo—decía con orden Rick mirando a su hijo de forma seria, descartando lo que yo había dicho hace unos instantes, ahora si lucía muy enojado—Hablaremos luego de todo esto, que no se te olvide.

—Vayamos al grano de una vez por todas—solté interrumpiendo al sujeto mientras estos volvían a observarme—No conozco a ningún grupo llamado los Salvadores, esas armas las robé de un puesto abandonado cerca a un río. Y mira, tu hijo ya está aqui—señalé al recién llegado y solté un suspiro—Así que devuelvanme mi mochila para así poder largarme de este lugar. ¿Entienden?, Es algo muy simple.

—Becka dime—llamaba el mismo hombre esta vez de forma calmada mientras una mujer morena se colocaba detrás de él—¿A cuántos caminantes has matado?

—¿Eh?, no lo sé, pues cientos supongo—respondí con confusión sin saber porqué ahora me hacia esta clase de pregunta—¿es posible llevar la cuenta?

—Quizás—había dicho Carl.

—¿A cuántas personas has matado?—soltaba nuevamente Rick, todos allí parecieron enfocar su concentración en mi y por un segundo me sentí perturbada por la mirada de todos puesta solo en mi—Dime.

—¿Para qué demonios necesitas saber eso?—espeté con molestia, la habitación estaba repleta de gente que no conocía, gente que me había traído a la fuerza hasta aquí, gente que me miraba con desconfianza, gente que había estado totalmente dispuesta a dañarme—No le diré algo tan personal a personas cómo ustedes, tu amigo estuvo a punto de matarme y...

Estuve a punto de decir algo más, tenía todo a mi favor, esta vez nada estaba en mi contra. Yo no pertenecía a ningún grupo, el chico al que tanto buscaban ya estaba aquí, yo podía irme de ese lugar tranquilamente.  Sin embargo, el dolor en mi cabeza comenzó a retumbarme nuevamente haciendo que cogiera con mi mano mi rostro tratando de aliviar mi dolor.

—No te encuentras para nada bien—decía Rick otra vez—Tu cabeza está sangrando y seria un peligro que salgas de esa forma, si nos respondes esa pregunta podrás quedarte aquí el tiempo que quieras.

—Tu amigo me golpeó en la cabeza con su arma—delaté con molestia y la mujer morena observó al ballestero con rapidez y parecía estar sorprendida casi como el resto—Me culparon de matar y quedarme con las cosas de ese chico de alli—murmuré con molestia señalando al tipo del sombrero—Me trajeron hasta este asqueroso lugar, me encerraron y casi vuelven a matarme, ¿esperan que les diga algo tan personal cómo eso después de todo lo que me hicieron?

DEEP END [Carl.G]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora