CAPITULO 5

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–¡Tomioka sigue enfermo! ¡Por lo que yo seguire dando sus clases! —aviso Rengoku con una gran sonrisa.

Y los alumnos no estaban felices... Lagartijas, vueltas a la pista, flexiones, subir y bajar un muro de madera bajo el sol no era divertido. El maestro los motivaba pero eso no evito que más de uno vomitara o se desmayara, solo Inosuke era el único capas de soportar esa tortura. Cuando termino la clase, Inosuke y Tanjiro llevaban el cadaver de Zenitsu hacia la salida.

—Llevemos a Zenitsu a su casa —inidico el pelirrojo. Entre los dos llevaron el cadaver del rubio hasta casa de su abuelo.

Entonces Inosuke arrastro a Tanjiro hasta su casa y lo encerró en su habitación emocionado. Tanjiro era consiente de lo desordenado que era Inosuke pero verlo sacar dos palas de debajo de su cama, una soga y... ¿Un arma? Le hizo cuestionarse de sus amistades

—¡Con esto Rengoku sensei no nos dará mas clases! —exclamo con fuerza mientras movía el arma en sus manos.

—¡Te dije que sin armas Inosuke! —regaño Tanjiro mientras le quitaba el arma.

—¡Dijiste que querías cavar un ollo! ¡Y con algo lo tenemos que llenar!

Tanjiro había leido a detalle las fotos que había obtenido de Zenitsu. Y en ellas descubrio la promesa de los pilares, la de volver a verse en la siguiente vida. Uzui había dejado detalles sobre esa tarde con sus compañeros, y un mapa donde mostraba la ubicación de las espadas enterradas. Tanjiro pensaba que las espadas significaban algo y para ello necesitaba de ellas y debía desenterrarlas. Pero la ubicación era en un parque poco transitado, debía ir y hacer un ollo en la tierra, y como no quería hacer ese acto bandálico solo pidio ayuda a Inosuke quien tenía mucha experiencia en eso.

—Sin cadáveres Inosuke —exclamo Tanjiro mientras le ponia el seguro al arma.

Cuando la noche llegó ambos jovenes se vistieron para la ocasión, tapando sus rostros y llevando el arma por si acaso. De camino al parque por las oscuras calles de la ciudad, pasaron por la casa Rengoku donde Tanjiro sintió un escalofrio, pero rápidamente lo olvido debido a que tuvieron que apurarse. Y en ese momento, el arma se salio de la bolsa de su sudadera y por la prisa no se dio cuenta que está quedo enfrente de la casa Rengoku.

El parque carecía de guardias o luces por lo que facilitaba su trabajo. Entre los dos cavaron hasta llegar a una caja de madera. Y ahí estaban, sin una sola marca de oxidación con un latente filo todas la espadas.

—¿Esto era lo que buscabas Gonpachiro? —cuestiono Inosuke mientras tomaba dos espadas unidas por una cadena. —¡Esto debio pertenecerle a un dios!

—Ayudame a llevarme todas Inosuke.

Tanjiro estaba feliz por a ver conseguido su objetivo a un que tuvieron que hacer un desastre para conseguirlas. Y según Inosuke era mejor dejar el ollo a si, por qué si lo tapaban pensarían que enterraron algo. Ambos terminaron su aventura nocturna y regresaron a sus respectivas casas.

Al siguiente día...

El trio salía de la escuela camino a una sala de videojuegos, hasta que Tanjiro vio a Senjuro esperandolo. Era extraño, Senjuro no le había enviado ningun mensaje de que iria a su escuela pero su presencia lo hizo feliz.

Hasta que Senjuro sonrio... Una dulce sonrisa que reflejaba su alma... Tanjiro quería morir. El ya había compartido una vida con Senjuro y algo que jamás olvidaría sería esa sonrisa que significaba problemas. Senjuro era un angelito, un amor de persona pero cuando se enojaba... Hacia honor a su apellido Rengoku.

—Siento no avisar que vendría —dijo Senjuro cuando Tanjiro se le acerco temblando. —Pero necesitaba entregarte algo.

Su dulce voz era aterradora. Senjuro abrio su mochila y saco algo tapado con un pañuelo rojo. En cuanto Tanjiro sintió el objeto supo que era el arma que perdió anoche.

AGUADonde viven las historias. Descúbrelo ahora