Capítulo 5 : El cambio

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—Hugo es alguien que solamente puede hundir nuestros proyectos en caso de aparecer en estos momentos— sentenció la madre con voz cortante.

—Tus proyectos querrás decir mamita querida—dijo bajito Victor— Está bien ya vete, no me interesa seguir escarbando en ese asunto— dictaminó.

Soltó el brazo de la madre y está sin hacer sonido alguno abandonó la habitación con el mismo sigilo con el que había entrado.
Victor le había mentido a su madre, sí le interesaba saber quién era Hugo, por qué destruiría los "proyectos de su madre" y cuáles eran esos proyectos, al fin y al cabo él estaba aislado de la realidad en aquel hospital y lo peor es que su mente lo aislaba aún más. El joven comenzaba a cuestionarse todos los acontecimientos que le ocurrieron desde el fallecimiento de Jo. Se lamentaba por la falta que le hacía en un momento como este, sin su padre y con el cambio radical en la personalidad de su madre, Em tampoco le estaba inspirando confianza últimamente, su nuevo amigo desaparecido y una nueva figura masculina misteriosa que ponía nerviosa a Raquel. En fin si ya estaba loco está situación lo llevaba al extremo, porque además se sentía más solo y miserable que nunca.

Al día siguiente otra visita inesperada sorprendió al esquizofrénico. Llegaba por primera vez en todo el tiempo que había estado internado nada más y nada menos que su querida abuela Isabel, la que ni una notita se dignó a escribirle para que Raquel o Emilia le llevarán.

La ancianita mujer, que estaba vestida como quien va a viajar llevaba consigo una pequeña y malatratada valija. Estaba esperando por su nieto sentada en una de las salas de visitas con las que contaba el hospital y al verlo acercarse le dedicó una dulce sonrisa.

—Mi niño hermoso—le decía mientras se paraba para abrazarlo.

Vic, sin embargo, la paró en seco evitando que Isabel materializara su gesto de cariño ¿sincero? Al mismo tiempo que decía de forma fría — ¿A qué viniste?

Mientras la señora cambiaba el semblante de gentil ancianita al de asesina fría y calculadora pronunció —Es cierto que no me porté como la abuelita dedicada y buena que me empeñé en ser a lo largo de estos años, pero es que ya no podía seguir actuando esta mentira. Tu madre está fuera de control y no soporto más la convivencia con ella. Así que me estoy marchando de la casa, de la ciudad, del país y de la vida de todos de aquí.
Vic la escuchaba con atención y se mantenía absolutamente callado.

—Mira, a pesar de haberte fallado a ti y a la memoria de tu hermana, antes de irme quería advertir que tu madre no está bien de la cabeza, tal vez esté hasta peor que tú.— aseveró la mujer mirando profundamente los ojos de su nieto.

—Ya me lo parecía a mí, la última vez que vino me confesó que me había incapacitado mentalmente y que si un tal Hugo iba a estropear no se qué proyectos...

—Tu madre tiene delirios de grandeza ahora, no entiendo si fue la pérdida de tu hermana, tu ingreso y la muerte de tu padre que ocurrieron tan cercanamente pero definitivamente no confíes en ella— interrumpió Isabel.

Vic estupefacto por las palabras de su abuela se quedó pensativo y luego de unos segundos por fin separó los labios para concluir: En ese caso, mi madre loca y tú que te vas, solo me queda Em.

—Lo único que tu madre no ha tergiversado es que esa niña no es buena— le alertó la anciana mujer— Desde que te trajeron a este lugar las cosas no están bien, todos cambiaron drásticamente pero cuando tu padre falleció, explotó todo realmente. Cuídate mucho mi niño, y si quieres un consejo: busca a alguien nuevo en quién confiar.

— Vienes aquí después de más de un año de no felicitarme ni por mi cumple y ahora llegas y me dices que estoy metido en un nido de víboras, que no confíe en nadie y te vas tan tranquila como si me hubieras dicho que te vas de cita con el estilista. Es que ya no sé qué es peor, sinceramente— espetó el muchacho.

—Te parecerá cruel esto pero el hecho es que estoy cansada de vivir entre gente loca, como sé que lo tuyo es por una fuerza mayor solo me queda compadecerme, pero ya no esperes más de mí que esto. Me voy y no pienso volver más mi pequeñito. Esta probablemente sea la última vez que nos veamos. Has sido muy bueno, no mereces la familia que tienes— dicho esto la mujer se levantó de su asiento, tomó la maleta y se perdió en uno de los pasillos del gigantesco edificio.

****

Esa mañana Victor fue despertado por una de las enfermeras un poco más temprano de lo habitual con el pretexto de que iba a ser cambiado de cuarto. Y así sin más en una hora estaba instalado en otra habitación. A diferencia de la 36 esta era pequeña y un poco deteriorada, sin ventanas y mal decorada. Para ser realistas parecía la habitación que le darían a alguien por caridad o pena, porque desentonaba totalmente con el renombre del hospital en el que se encontraba. Todo esto por supuesto le extrañaba muchísimo al joven, que no recibía respuestas por parte de ninguno del personal médico.

Todas sus respuestas fueron resueltas en la tarde cuando la rubia de 1.75 metros que tenía por novia hacía su entrada triunfal con ropa más bien apropiada para ir a un club que a un hospital.

—Hola cariño—le dijo mientras le daba un beso pícaro en la boca.

Vic se quedó más tieso que el cemento, porque su amada novia no le había mostrado ninguna muestra de afecto físico desde que estaba ingresado.

—Te preguntarás por qué te cambiaron de cuarto, ¿No?— dijo ella con aires de suficiencia.

Victor seguía sin pronunciar palabra mirándola con asombro.

—La respuesta es simple y obvia: tu madre. Sí, dijo que tu internamiento era demasiado caro y habló con el director para que le ofreciera una atención más barata. Así mi amor es como es de ruin mi querida suegra, yo sé que es tu madre y la quieres pero definitivamente es la peor persona que conozco en el mundo. Mira que hacerle esto a su único hijo.— se expresó con falsa consternación la joven
Victor cada vez se sorprendía más, lo único que hacía era abrir más y más los ojos con cada palabra que escuchaba, pero su asombro se hizo mayor cuando de repente Em se le abalanzó en plan desesperada a besarlo apasionadamente.

Todo estaba realmente extraño. Emilia de la nada lo empujó de manera tal que cayó acostado sobre la incómoda cama, mientras ella se le sentaba a horcajadas, besándolo con intensidad descomunal. La chica le enredaba los dedos en su pelo negro y jadeaba exageradamente como buscando encontrar alguna respuesta de excitación de su novio.

Su novio, que muy lejos de sentirse en estado de euforia como al parecer lo estaba ella se la quitó de encima y se incorporó, sentándose al borde de la cama.

—¿Pero qué coño te pasa?—dijo totalmente azorado.

Ella, que se había safado par de botones de la camisa semitransparente que llevaba, en no sé sabe que momento, se los abotonaba y se organizaba el resto de la ropa, con expresión de derrota en la mirada, en silencio total.

—Emilia estoy hablando contigo, ¿ A QUÉ VIENE ESTA MIERDA DE REPENTE?— gritaba Vic.

Em le dedicó una mirada asesina como si estuviese a punto de lanzarle mil cuchillos, tomó aire y lo soltó— Tenemos que hablar de negocios.

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