Capítulo 1: Los cuentos de la morsa

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Louis Tomlinson era un chico curioso. De manera alarmantemente, incluso para un niño de ocho años. Siempre estaba cavando agujeros en busca de tesoros, espiando a los vecinos que él estaba seguro eran piratas disfrazados y revisando el correo —el suyo y el de sus vecinos— en busca de cualquier cosa que pudiera llamar su atención. Por lo tanto, no fue sorpresa que desde el momento en que escuchó un ruido sordo, se pusiera de pie para investigar.
Un camión en movimiento de colores brillantes apareció a la vista mientras rugía por la calle. Fascinado, Louis se escondió detrás del seto de aligustre en su patio delantero para poder observar sin ser detectado. El camión se detuvo frente a la casa de al lado. Fue entonces que Louis se dio cuenta de que el viejo Sr. Culpepper finalmente se había mudado lejos. Estaba contento. El Sr. Culpepper siempre había sido extraordinariamente aburrido. Nunca recibía nada en el correo que fuera mínimamente interesante y nunca salía.
Un automóvil se detuvo detrás del camión varios minutos más tarde y de él salieron los personajes más extraños que Louis había visto nunca. Había un hombre, una mujer y un niño. Una familia, supuso Louis. El padre era un hombre grande y gordo que se balanceaba como un pato y tenía un bigote y una mandíbula que le recordó a Louis a una morsa. También había una mujer con cara de caballo. Era alta y flaca y parecía del tipo entrometida. El niño se parecía notablemente al padre, aunque más bajito. Tenía los ojos saltones y parecía deleitarse despreciando con la mirada. Era claramente mayor que Louis, así como también sustancialmente más grande. Eso puso a Louis fuera de inmediato.
Louis vio como el hombre morsa rápidamente se ponía de pie dirigiendo a los hombres de la mudanza. Era bastante burlón en sus comentarios, pensó Louis. El hombre resopló, se infló orgulloso y se pavoneó desagradablemente. La mujer con cara de caballo solo frunció la nariz y se reacomodó el suéter sobre los hombros mientras susurraba cosas indudablemente desagradables sobre los hombres de la mudanza al hombre morsa. La pequeña morsa, o ballena, como Louis había comenzado llamarlo mentalmente, se deleitaba gastando bromas desagradables, causando que los hombres de la mudanza tropezaran y casi rompieran los tesoros "invaluables" que estaban moviendo.
A Louis no le gustaba lo que estaba viendo así que dio media vuelta, dispuesto a regresar a su juego cuando vio un mechón de cabello negro escondido detrás de una caja grande y raída que se abría paso alrededor del camión. ¡Era otro chico! Acercándose más, Louis vio al niño luchar con una caja demasiado grande y obviamente demasiado pesada. La caja se deslizó del agarre del chico y aterrizó con un fuerte golpe en el suelo. El muchacho era pequeño, más pequeño que Louis, incluso, y su ropa era demasiado grande y raída. Su cabello era realmente negro y caía sobre su cabeza como una melena salvaje y peluda, estaba pálido y terriblemente delgado. Pero había algo sobre él, algo que hizo que Louis quisiera dar un paso adelante y saludar.
Uno de los hombres de la mudanza se detuvo para ayudar el pequeño niño de pelo negro, pero rápidamente fue puesto a trabajar de nuevo por el hombre morsa. Louis asumió que el niño era el hijo de uno de los cargadores, que estaba allí para ayudar durante el día. Pero entonces, el hombre morsa dijo algo y quedó claro que el pequeño niño de alguna manera estaba emparentado con el hombre morsa, la mujer con cara de caballo y chico ballena.
—¡Chico! —Espetó el hombre morsa—. ¡Ocúpate de tus asuntos! Toma tus cosas con fuerza ¡No tendré pequeños perezosos insoportables como tú arruinando la mudanza!
El chico suspiró y se frotó las muñecas.
—Sí, tío Will —respondió en voz baja.
La morsa, el caballo y la ballena se burlaron en dirección al pequeño niño de pelo negro antes de volverse y entrar en su nueva casa. La puerta se cerró detrás de ellos bruscamente, dejando al chico solo. El pequeño chico de cabello negro suspiró de nuevo y se inclinó sobre la caja, tratando de agarrarla con más firmeza para poder mantenerla en sus pequeños brazos. Louis se acercó más, pero a pesar de toda su curiosidad y su intención de conversar sobre la búsqueda de algún tesoro, temía saludarlo. Al final, simplemente observó al pequeño niño de pelo negro recoger la caja y caminar lentamente por el sendero.
Una vez que la puerta de la casa del viejo Sr. Culpepper se cerró, Louis corrió de inmediato a su casa. Con un golpe en la puerta trasera, corrió a la cocina.
—¡Mamá! ¡Mamá! —gritó, saltando de emoción.
Jay Tomlinson se salió de la cocina, con una sonrisa serena en su rostro.
—¿En serio tienes que gritar, Louis? —preguntó ligeramente—. Creo que los Johnson pudieron escucharte durante todo el camino. ¿Y qué te dije sobre cerrar la puerta de un portazo?
Ignorándola, Louis se apresuró a relatar su emocionante historia sobre la nueva familia de al lado.
—... y hay otro niñito, mamá. Un pequeño niño de cabello negro. ¡Más pequeño que yo! Llevaba cargando una gran caja el solo y la morsa...
—Cuántas veces debo decirte —le reprendió Jay—, que no debemos referimos a las personas con nombres de animales.
Louis puso los ojos en blanco, molesto porque su madre había interrumpido su historia.
—Pero escucha, mamá. El niño pequeño, el niño de cabello negro, no se parece en nada al resto. Parece agradable. ¡Voy a hacerlo mi amigo!
Jay se rio entre dientes y tiró de Louis en un abrazo.
—Lo harás ¿Dijiste hola? — preguntó con esperanza.
Louis trató de zafarse del afectuoso abrazo de su madre: tenía ocho años, después de todo, y era demasiado grande para ser abrazado.
—Todavía no. Tengo más investigaciones que hacer primero —, evadió.
La sonrisa de jay vaciló.
—Estoy segura de que es un chico muy agradable, Louis. Podríamos ir juntos a saludar. Hornear unos bizcochos de chocolate y llevarlos mañana. ¿Qué te parece?
Louis se alejó, paseó un poco de un lado a otro y retorció las manos. Nervioso.
—No —, dijo lentamente. —Realmente tengo que investigar más—, dijo en voz baja, claramente sin intención de conocer al que sería su nuevo amigo por el momento.
Jay asintió brevemente y envió a Louis a bañarse. Cada vez era más difícil mantener alejados a los amigos de Louis que llamaban invitándolo a reuniones de juego y fiestas de verano. Incluso sus padres habían comenzado a preguntarse qué estaba mal, a menudo preguntándole a Jay si Louis se sentía bien. La familia Tomlinson era distinguida y, dados los eventos del año pasado, la curiosidad sobre la familia, rica y perfecta, se había multiplicado por diez. Louis no había lidiado bien con la atención repentina.
La repentina y violenta pérdida de su padre un año atrás había afectado a Louis más de lo que nadie hubiera podido imaginar. Se había refugiado cada vez más en un solitario mundo imaginario. Tenía problemas para hacer nuevos amigos y se dejaba intimidar fácilmente por los más grandes y más alborotadores que él. Sin embargo, encontrar a alguien más alborotador que Louis era una tarea difícil.
Austin había causado su propia muerte. Se había vuelto codicioso y había caído en malas manos. Cuando uno de sus negocios se fue al diablo, quedó atrapado en el fuego cruzado y fue brutalmente asesinado. El asesinato había sacudido a la pequeña ciudad. Todos supusieron que Austin había estado involucrado involuntariamente. Por el bien de ella y su hijo,Jay no estaba interesada en desmentir aquello.
—Maldito seas, Austin—, murmuró mientras se ponía de pie y comenzaba a preparar la cena. Había dejado a su esposa y a su hijo vivir con la vergüenza de sus acciones y los había dejado enfrentarlo sin él.
Los días como esos lo hacían mucho más difícil.
Louis estaba merodeando por su recatado patio trasero y se escondía detrás de la myrica mientras miraba al ahora familiar pequeño niño de cabello negro cavar en el jardín de al lado. Había estado observando a su presa durante varias semanas, desde que se mudó. Siempre estaba en el jardín. Trabajando. Solo. La mujer con cara de caballo —tía Rose escuchó que la llamaba— salió y le dijo algo mordaz al chico de cabello negro. Eso era todo lo que parecía ser capaz de hacer. Decir cosas mordaces. El chico de pelo negro simplemente asintió, como siempre lo hacía. Sus ojos estaban abatidos y cautelosos mientras se arrodillaba en el macizo de flores y continuaba desherbando.
Durante tres semanas, Louis había estado investigando, observando. En todo ese tiempo, nada le había dado alguna indicación de que el pequeño niño de pelo negro fuera como la ballena, la morsa o el caballo. El cabello del chico estaba tan desordenado y salvaje como siempre. Le recordó un poco a la melena de su Leo Leo Lion. Louis estaba encantado. Ese chico, el pequeño león, porque eso era lo que Louis había decidido que era, era la cosa más hermosa que había visto en su vida. Más allá de ser pequeño y estar adorablemente despeinado, su piel tenía un dulce rubor de timidez. Sus ojos, más verdes que la hierba, brillaron cuando sonrió, aunque Louis descubrió que su pequeño león rara vez sonreía.
En ese momento, Louis decidió que ese muchacho no solo sería su amigo, sino que también sería su chico. Jugaría con Louis, haría lo que Louis dijera y nunca, nunca se iría. En su mente, Louis y su chico ya habían jugado cientos de juegos, habían compartido secretos profundos y habían conspirado juntos en numerosas investigaciones.
Sonrió al escuchar la melodía familiar que el pequeño niño tarareaba mientras trabajaba. Varios minutos después, el pequeño león soltó una risita cuando una mariposa aterrizó en su mano. Lentamente levantó la mano y dejó que las alas de la mariposa se reflejaran en la luz del sol. Louis pensó que lo había oído hablar con la mariposa, diciéndole cuán hermosa era y cuánto deseaba poder volar también. Un segundo después, la mariposa agitó sus alas y se fue suavemente. En un ataque de impulsividad que Louis nunca antes había visto de él, su pequeño león se puso de pie y persiguió a la mariposa, riendo suavemente y sonriendo mientras lo hacía.
La persiguió durante bastante tiempo, eventualmente, saliendo fuera de su vista. Louis se acercó para encontrarlo e inadvertidamente rompió una ramita. El pequeño león detuvo bruscamente su persecución y se giró ante el sonido. Louis fue descubierto. Los niños se miraron durante un largo momento. Finalmente, el pequeño león miró fugazmente hacia su casa y se mordió el labio antes de volverse hacia Louis. Dio unos pasos hacia delante, acercándose a Louis. Después de un momento de vacilación, le dio una pequeña sonrisa y un pequeño ademán.
—Hola —, dijo en voz baja.
Louis se adelantó también.
—Hola —, dijo Louis.— ¿Cuál es tu nombre? —preguntó, con la cabeza inclinada hacia un lado, analizando a su chico.
El chico le dio otra mirada fugaz en su nueva casa.
—Err, Harry. Mi nombre es Harry —, dijo tan suavemente, tan tímidamente, como antes.
Harry. Louis pensó que ese nombre le iba bien a su nuevo amigo.
—Hola, Harry. Soy Louis —, dijo mientras se acercaba, de repente sintiéndose más audaz que en mucho tiempo. Se sorprendió cuando Harry retrocedió nerviosamente. Parecía terriblemente asustadizo, no muy leonino en absoluto. ¿Quizás era un león cobarde, entonces? Eso le quedaba bien a Louis. Le gustaba ser el protector.
Louis avanzó lentamente.
—Está bien —, dijo Louis, como si hablara con uno de los conejos salvajes que solía encontrar en la propiedad de su padrino, — No estoy tratando de lastimarte —. Seguramente eso era lo que Harry pensaba que Louis tenía la intención de hacer. Después de todo, Louis era más grande que Harry y los niños más grandes dañaban a los más pequeños. Louis sonrió tranquilizadoramente y se sintió instantáneamente cálido cuando Harry le devolvió la sonrisa.
La puerta trasera de la casa del Sr. Culpepper se abrió de golpe.
—Chico —, espetó tía Rose,— ¿dónde estás?
Harry suspiró y automáticamente giró hacia la casa. Después de unos pocos pasos, Harry le lanzó una rápida mirada a Louis quién sonrió tímidamente y se despidió con un movimiento de manos.
Louis estuvo a punto de cantar victoria cuando Harry le devolvió el saludo.
—¡Mamá! ¡Ma-má!— Gritó Louis mientras corría a través de la puerta trasera, dejando que se cerrara detrás de él.
—Louis, cuidado con la puerta —, dijo Jay.
—Adivina qué, adivina qué, ¡adivina qué! —dijo mientras saltaba de arriba a abajo.
—¿Qué ha pasado, mi pequeño? —, preguntó Jay con una sonrisa, encantada de que cualquier cosa lo hiciera tan feliz.
—¡Hablé con Harry! —Dijo Louis en un susurro dramático, sus ojos brillando con entusiasmo no suprimido.
—¿Quién es Harry, amor? —Preguntó Jay, algo confundida.
—El niño de al lado. ¡Ya sabes, mi amigo!
—¿Hablaste con él? Eso es maravilloso Louis. ¿De qué hablaron?
—Dijimos hola. Eso es todo para lo que tuvimos tiempo. Su tía lo llamó. No es muy amable.
—Louis, no hables mal de los vecinos.
—Bueno, ella no está. Solo estoy diciendo la verdad.
Jay negó con la cabeza, se rio entre dientes y cambió de tema.
—Bueno, cuéntame todo acerca de tu nuevo amigo, entonces. ¿Le haremos galletas? ¿Se las llevaremos?
Louis se mordió el labio.
—Todavía no. Es muy, muy tímido, mamá. Creo que es más tímido que yo.
Las cejas de Jay se dispararon ante la perspicacia de Louis. Probablemente no fue intencional, pero hizo que su nuevo amigo sonara aún más intrigante.
—Entonces deberías hablar con él más. Haz que se sienta mejor.
—Lo haré. Gracias, mamá —. Louis abrazó a su madre impulsivamente antes de subir corriendo las escaleras hacia su habitación. Jay sonrió, contenta de que fuera un buen día. Un muy buen día.

The Little Pirate & The Lion |L.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora