Nature

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Sentados bajo el silencio de una mañana donde ni el fūrin tintinea ni la televisión canta las noticias. Parpadea para enfocar su vista dormida en la pantalla, mueve sus ojos de izquierda a derecha y se detiene en el titular de última hora. Otra estadística más sobre el Covid, otra numeración actualizada de nuevos casos y nuevas muertes.

Recoge a Mochi del suelo y se reconforta acariciando su maraña negra. Algo que tienen en común, pero incluso su gato va mejor peinado que él. Aún con su pijama gris, el salón es la viva imagen de una mañana de vagancia.

No hay trabajo que hacer, no hay planes por los que comenzar el día ni recados de los que ocuparse. Tetsurō simplemente aúpa a Mochi para robarle unos ronroneos. Escarba en su cuello y le responde haciendo vibrar su cuerpo. Satisfecho con su propósito busca a su novio aún en la cocina.

Se relame los labios, quitando el último rastro de chocolate caliente. Una rareza dado su hábito de tomar una taza con tres cuartos de café y un mísero chorrito de leche. Aparta un Musubimaru manchado de cacao y continúa con su rutina.

Activa pantalla, teclea, desbloquea y se enfrasca en las pestañas del Safari. Todas las mañanas, Kei pierde parte de su tiempo en revisar los periódicos del país. Noticias importantes, locales, científicas, deportes. Lee y compara calibrando la veracidad de la información al mismo ritmo que bebe café cada mañana. Con pausa y tranquilidad. Es su ritual para despertar una mente que solo para cuando duerme. Sea uno de esos días donde las sábanas pesan y el cuerpo se reciente o aquellas de insomnio y victorias al despertador, Kei dedica parte de su mañana a leer las noticias.

Tetsurō tiene la certeza que, para su novio, eso es un entretenimiento. Un rato de ocio donde se permite visitar los comentarios y reírse de la opinión de los nipones. Algo que algunas mañanas lee en alto y otras las atesora en silencio para contárselas a su manera más tarde.

—Tetsu-chan, hoy hará sol todo el día. ¿Damos un paseo a la tarde? —dice entretenido tecleando.

—Claro, ¿a dónde quieres ir?

—A donde siempre.

Dibuja una sonrisa. La primera del día. A donde siempre. Ese lugar al que acudieron por primera vez siendo unos adolescentes entre árboles, columpios y flores. Un parque pequeño sin encanto para destacar en la capital. Sin luces Led como alumbrado, ni techo donde guarecerse al llegar las primeras lluvias torrenciales de verano. Algo que ellos sabían a ciencia cierta.

Pero era el lugar de siempre. Era donde acudieron en su primera cita cuando ninguno de los dos sabía como pasar a la acción después de una sarta de mensajes y llamadas a la distancia. Donde habían compartido secretos y se habían cogido de la mano por primera vez. Era esa sensación primaveral que azotaba sus cuerpos con la primera brisa de verano. Ligeramente calurosa.

Así es como Tetsurō imagina la relación que tienen. Su naturaleza es primaveral. Una tranquilidad que invita a explorar en la gama de colores. Donde no sabes cuando acaban una flor y empieza otra, porque a un enjambre de abejas no se le juzga por sus integrantes sino por lo que consigues. Una multitud de pétalos de miel. Un sinfín de recuerdos repartidos en ese rincón que solo guarda para Kei.

Un parque que para ellos es su bosque donde sembraron y cosecharon logros personales, profesionales y de pareja. Cada uno de ellos supo al perfume de césped recién cortado, flores y tierra húmeda.

Se aman y cuidan su amor con la misma dedicación que los jardineros cuidan las plantas. Las alimentan, las observan y sienten dicha cuando reciben sus frutos. Tetsurō se siente dichoso por su larga primavera. Por sus días caminando inseguro en el sendero de ese parque y por los nuevos donde caminan admirando lo conseguido. Recordándose el uno al otro que no deben dejar de ocuparse del abono, el agua y la tierra. Un momento donde unas palabras suponen la brisa cálida sofocando sus sentidos. Ampliando el perfume de sus sentimientos.

The season of BlissDonde viven las historias. Descúbrelo ahora