No, no. No es un perro mi ex. Bueno, no sé, quizás un poquito... Olvídalo, ese no es el punto. Me refiero a la mascota que dejó al tocar el timbre de mi apartamento. Y existen dos sencillas razones para no acoger al peludo: 1.-Básicamente están prohibidas las mascotas en mi edificio. 2.-Soy alérgica a los perros. Además, ¿qué busca lograr mi ex con esto? ¿hacerme la vida más de cuadritos? Ya debo tres rentas y si se enteran de que un perro estuvo aquí... no sé, podrían hasta correrme, y ahora sí, yo sería quien viviría bajo un cartón. Pero ¿y si sus intenciones son buenas? ¿Será que quiere llenar el hueco de mi roto corazón con pelos? ¿o al menos inundar mis fosas nasales y provocar que estornude a menudo y que pinte de color rojo mi nariz? No, suena horrendo. ¿Tal vez me quiere mostrar que puedo volver a amar? Podría ser una opción. No sé, pero lo voy a averiguar, aunque probablemente muera en el intento...
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